En mi pecho hay dos esferas, no son simétricas, no son ni familia.
Tienen mucho carácter, a veces se enfadan y desprenden fuego. Otras me avisan de que algo malo va a suceder.
En ocasiones se pierden el respeto y toman caminos separados, son seres diferenciados y atómicos.
Su cerebro se aloja en su centro, sobresale y es cambiante.
Se emocionan siempre que le ven. ¡Es él!
Un día gritaron de dolor porque se chocaron con mi alma, desde entonces me guardan rencor.
Reconozco que algunos días las desprecio, por insulsas y ridículas. Otros, sin embargo, las abrazo porque las siento hermanas.
No les gustan los convencionalismos, se sienten cómodas a la vista. Bien brillantes y libres.
Hubo un tiempo en que las cubría por inquietas y neones. Ahora vienen siempre conmigo y no siempre bajo llave.
Ellas prefieren sentir el aire entre sus diferencias, aprecian el pasar de la tela sobre su vida y ya no se amedrentan cuando las miran.
Rebotan desafiantes.
Porque son mías, sólo mías. Y son tan libres como yo.
🙂
qué a gusto y qué justo, ¿algo más que añadir?
!Que muchas gracias por leerme Laura! Un abrazo