Reflexión sobre la actitud con las personas mayores

Reflexión sobre la actitud con las personas mayores

Imagen |Eniola Ani Anthony

Las costumbres o hábitos de vida que se van integrando progresivamente en nuestra sociedad actual están provocando profundos cambios que afectan a las personas, a su forma de pensar y de vivir, a la manera de relacionarse y de comunicarse, al empleo de nuevas tecnologías profesionales, domésticas y lúdicas, a cómo se asumen las responsabilidades del día a día… Las decisiones que se toman hoy a nivel familiar, social, político, religioso y los comportamientos que dan lugar a esa forma de vida individual y colectiva, se fundamentan en valores y criterios que tratan de justificar esos cambios profundos. Pero hemos de ser muy conscientes de que se producen choques muy fuertes en la convivencia  entre las generaciones que comparten, no sólo el techo que los cobija, sino las dificultades de entendimiento entre ellas, debido a las diferentes edades cronológicas y a los principios y maneras de entender y practicar los fundamentos que dan consistencia a sus vidas. De ahí que aparezcan conductas que afectan, muchas veces con dolor, a la vida de las personas, sobre todo, a aquellas que acumulan más años en su existencia: las personas mayores, los abuelos, los ancianos; esa población cada vez más mayoritaria que envejece y se hace más longeva, pero a la vez más marginada y poco escuchada en los entornos familiares y sociales. Aunque se habla y se escribe mucho sobre este asunto, incluso se legisla con mayor profusión sobre los soportes legales que pueden garantizar los derechos y la atención a las necesidades de este colectivo tan sensible (un dato reciente es la nueva Ley de Dependencia), es necesario conocer la realidad humana que acontece en sus vidas.

Una de las consecuencias de esta realidad es que debemos  plantearnos en qué dirección orientamos nuestra forma de proceder, sobre todo, cuando una parte importante de nuestra vida está relacionada con personas mayores en el marco de la convivencia cotidiana. Probablemente, en estos casos lo que más agradecen, porque es lo que más necesitan, es el saber estar con ellos. Es decir, que se sientan acompañados al ritmo de sus pasos, escuchados con atención y respeto, saber que les demostramos cariño sin hacer gestos forzados que anulen la naturalidad en nuestra relación con estas personas que acumulan muchos años en su vejez. En definitiva, regalarles una sonrisa sincera que brote de nuestro corazón.

Quisiera centrar esta reflexión introductoria en la profundidad que requiere este planteamiento humano. Porque cuando en el contexto de esta convivencia dedicamos el tiempo, básicamente, a hacer sus cosas, atarearnos en responsabilidades y obligaciones diarias que provocan en nosotros agotamiento, ansiedad, estrés, nerviosismo…, nuestra capacidad de respuesta hacia estos hombres y mujeres en lo que respecta a sus más profundas necesidades se limita considerablemente. Y no es por nuestra falta de voluntad, ni por nuestra mala conciencia, no, es que nos dejamos arrastrar por la dinámica, a veces irracional, de la actividad y nos encerramos en lo que, al final, es más bien nuestro mundo personal y no el de ellos. Sí, nuestro mundo personal; porque nos hemos creado tantos problemas debido a las múltiples ocupaciones y responsabilidades, al frenesí de las tareas y obligaciones, que incluso afectamos nuestra salud física y anímica. Por lo tanto, ya pensamos en nosotros y no en ellos, aunque les atendemos a ellos; no estamos con ellos. 

Por estas razones, muchas veces nos olvidamos de acompañarles e interesarnos por los pequeños detalles de su vida presente: un seguimiento de su salud, preocuparnos cuando necesitan hacer una visita al médico, apoyarlos cuando están intranquilos por la ausencia definitiva de sus familiares fallecidos, observar cuándo se producen cambios en su estado anímico, tratar de conocer las causas que justifican sus malos humores en un momento dado; evitar las rencillas y favorecer nuestras buenas relaciones con ellos, crear un clima adecuado en su entorno para que encuentren sentido a su vida allí donde se encuentran… Y así, tantos otros pequeños detalles que son los que, a fin de cuenta, conforman su vida diaria, ya sea en instituciones, residencias de ancianos o en su propia familia. Si estas condiciones de vida las consideramos necesarias en las personas que aún somos jóvenes y vivimos en nuestros respectivos hogares con nuestra familia, ¡cuánto más ellos que se encuentran dentro o fuera de su hogar y tienen que compartir su realidad, muchas veces, en un lugar ajeno a su mundo personal, aunque éste sea extraordinario!      

Dediquemos pues un poco más de nuestro tiempo a las personas mayores, no sólo en la idea de trabajo material y físico sino en acompañarlos, hacerles sentir que son personas con dignidad, con sus valores, a pesar de sus achaques, sus arrugas y sus canas, con una actitud abierta y amorosa hacia ellos; sobre todo, quienes por vocación, por familiaridad, por oficio o por voluntariedad social y humana ocupan su vida o parte de ella al servicio de los ancianos. Merece la pena reflexionar sobre este tema, porque los ancianos son personas, con sus historias y sus circunstancias, y no datos estadísticos, seres que demandan solamente un poco de nuestro calor humano. 

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About Author

José Olivero Palomeque

Creo que la palabra es el medio de comunicación que puede unir a las personas, tanto para lo bueno como para lo malo, ¡pero es la palabra, el lenguaje, lo que nos identifica como seres humanos! El hecho de transmitir vivencias que después se conviertan en experiencias a través de la palabra escrita, nos puede ayudar a humanizar más nuestro mundo relacional, a transformar nuestro entorno a través de la sensibilidad para entender la realidad humana y dar lo mejor de sí mismo. Esa idea persigo y comunico con los libros, artículos, ensayos, reflexiones...que escribo y me publican, aunque la utopía esté ahí presente; pero...¡sin utopía la vida se estanca! Porque lo que sigue es el compromiso solidario con esa realidad humana que queremos cambiar.

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