Imagen| Iñaki Basoa
¿Qué pensar o decir sobre la realidad que inunda, en estos momentos, al mundo entero, infectando a miles de seres humanos de un virus que no se frena ante la vulnerabilidad de nuestra naturaleza humana? Noticias y comunicaciones llueven a diario hasta anegar la mente y la conciencia de quienes son oyentes o lectores de las mismas. Mensajes que calan en la debilidad humana del miedo, ese temor a lo que aún se desconoce cómo atajar. Mensajes que dan a conocer el incremento de las cifras de las víctimas enfermadas o fallecidas según transcurren los días, a pesar de esa cuarentena obligada, confinando a la población en sus casas, apelando a la responsabilidad social como respuesta para reducir los contagios y los problemas sanitarios que conllevan, debido a las deficiencias de recursos materiales de protección, y a las limitaciones humanas para poder atender y asistir a las personas afectadas e ingresadas en centros hospitalarios, según los niveles de gravedad de los enfermos.
Se reproducen las estadísticas, las cifras locales, provinciales, autonómicas, nacionales y mundiales respecto a la expansión y afectación humana del virus. Datos, números, que parecen competir respecto a quienes superan en cantidad de personas afectadas o fallecidas. Fríos datos y números. Detrás de esta pandemia existen seres humanos con nombre y apellidos, con sus vidas truncadas, ya sea por la enfermedad, la muerte o la ruina económica; porque se habla de las repercusiones en la salud y en la economía de millones de personas.
El responsable de esta epidemia que enferma el cuerpo y que también comienza a tener consecuencias psicológicas en la población, ante la incertidumbre, el confinamiento y el miedo, es también responsable del desastre económico que lleva consigo la toma de decisiones sociales y políticas que implican el cese de múltiples actividades empresariales, productoras de recursos, y la destrucción de empleo; es la cara negativa de una moneda que amenaza a toda la humanidad. Y el responsable de todo ello es un microscópico virus. La pregunta inquietante es: ¿cómo ha aparecido este “bicho”? Primero, parece ser que se origina en China, para seguir creciendo sin límite hasta sobrepasar todas las fronteras del mundo, como si ese virus tuviera un pasaporte universal. Pero vuelvo a plantearme la misma pregunta que se hace toda la población humana: ¿cómo aparece el Coronavirus, Covid-19, de esa manera tan brutal? Se nos dice que como todos los virus gripales en esta época el año, aunque con unas variantes muy negativas en su comportamiento al tener contacto con las personas, desarrollando una fuerte capacidad de contagio y asintomático en sus inicios.
A pesar de las informaciones que nos llegan acerca de posibles portadores de este virus en determinados animales: murciélagos y pangolines, por ejemplo, que forman parte de la dieta gastronómica en China, también se especula sobre posibles investigaciones científicas que se desarrollan, precisamente, en un laboratorio biotecnológico de la ciudad china de Wuhan, zona 0 de la aparición y propagación de ese virus. ¿Algún fallo no medido? ¿Algún error no controlado? Incluso los más atrevidos insinúan alguna intencionalidad provocada. El menú está servido para especular y pensar. De ahí que corran ríos de tinta y espacios televisivos generalizados las 24 horas del día, además de las posibilidades que ofrecen las redes sociales; todo ello, para informar o para desinformar. ¿Qué hay de verdad en todo este triste panorama que está alarmando y afectando al mundo entero que se encuentra inmerso en un confinamiento obligado por los Gobiernos de cada país? ¡Hay tanta diversidad de opiniones y comentarios! En mis años de vida, y no son pocos, nunca he visto medidas tan drásticas tomadas a nivel mundial, a pesar de las diferencias que cada país incorpora en sus decisiones políticas y económicas.
Esta situación está poniendo en evidencia muchos valores y contravalores humanos, tanto a nivel de la población como de los Estados. Se destaca el gran valor que representa la solidaridad, compartida de muchas maneras y con grandes dosis de generosidad y calidad humana. Esta respuesta se manifiesta, a pesar de los inevitables riesgos de contagio, en la manera que los profesionales de la sanidad pública se están volcando hasta el agotamiento para atender la avalancha de pacientes diagnosticados y con síntomas de gravedad, haciendo acto de presencia la terrible escasez de medios como respiradores, test, guantes, mascarillas, etc.; las Urgencias de los hospitales están saturadas, las UVIS y las UCIS resultan ya escasas para atender la demanda que provoca la pandemia y a todo esto se suma la falta de profesionales en todas las escalas del mundo sanitario; otro sector fundamental que trabaja con intensidad es el transporte de mercancías, camioneros que no escatiman esfuerzos para garantizar los suministros de alimentación y necesidades básicas; las autoridades en general y miembros de la UME que tratan de prestar sus servicios para evitar irresponsabilidades en el cumplimiento de las normas dictadas por el Gobierno y ayudar en las tareas de desinfección en los lugares de riesgo de las ciudades; los miles de empleados en los centros comerciales, supermercados y puntos de venta de alimentación, farmacias, etc. que asumen sus tareas para atender, no sin los riesgos de contagio, a pesar de las medidas de protección, a la población general. Todos estos trabajadores, funcionarios y empleados, están dando un ejemplo de servicio de gran contenido humanitario en las circunstancias que estamos afrontando.
A todo este mapa de labores profesionales, se une la respuesta social colectiva que, curiosamente, aparece como pensando en el otro, en todos, en la unidad de todos, sin individualismos, con una generosidad que se demuestra aportando iniciativas humanitarias de ayuda a quienes son más vulnerables; creatividad a la hora de construir medios válidos para protegerse ante la pandemia; acciones que ayudan a hacer más fácil y llevadero el encierro obligado en nuestras casas, etc. Es el rostro humano que toma conciencia de los peligros de una situación tan seria como la que vivimos y trata de formar un cuerpo único para vencer al enemigo común, porque es enemigo de todos, sea cual sea su condición de vida, su origen, su color de piel, su posición en la sociedad… Y ese enemigo común es un virus que llega a ser mortal, sólo basta conocer el número de fallecidos por su causa.
También decía que aparecen contravalores, respuestas humanas, sociales, políticas y económicas que, en lugar de colaborar en las tareas solidarias, sea cual sea su posición en la sociedad o en el mundo, quieren aprovecharse de las circunstancias para obtener sus propios beneficios. Comienzo por China, donde se originó esta crisis generalizada que ocasionó demasiadas víctimas entre su población. Basta ver las cifras publicadas más las que han podido ser ocultadas. Ahora, curiosamente, por las informaciones que nos llegan, China está haciendo negocios con los países afectados en Europa en la venta de productos de protección contra el virus: mascarillas, respiradores y guantes. Y ya veremos hasta dónde llegarán los efectos ocultos de esta pandemia a nivel político y económico en el enfrentamiento que subyace entre China y EEUU y que puede repercutir al mundo entero. También estamos presenciando las respuestas de los países miembros de la Unión Europea, donde más que unión, aparecen gestos y decisiones de desunión a la hora de afrontar los problemas económicos que están desbancando a los países más desfavorecidos por la pandemia y su situación económica, España e Italia por ejemplo. Ahí están los recelos y negaciones de Alemania y de Holanda, en el seno de la Unión Europea, para establecer algún instrumento que combata solidariamente los costes de la pandemia, dejando que cada Estado o Gobierno resuelva sus problemas. En nuestro país, observamos también una serie de negligencias irresponsables que ponen en riesgo la vida de muchos profesionales en el sector de la sanidad. Estamos, ahora, con esta crisis, padeciendo las consecuencias de tantos recortes en la Sanidad Pública, lo mismo que también ocurriera con la Educación; pero ahora no es éste el campo de reflexión, sino el sanitario. Ahora se nos pide insistentemente que no es el momento de hacer valoraciones críticas de las decisiones que se tomaron en la fase previa a la crisis; pero esas decisiones sí están afectando a la situación que atravesamos en estos momentos; sobre todo, cuando tomamos conciencia de las evidentes carencias en las dotaciones de medios e instrumentos sanitarios a los Centros hospitalarios y Centros de Salud, para asumir con garantías sus responsabilidades, con los riesgos que ello implica. No tenemos más remedio que exclamar que la respuesta que se da no es solidaria en algo tan esencial como la vida de las personas; por lo tanto, es un contravalor en el contexto que nos ocupa. Es lógico también pensar en las respuestas insolidarias y perjudiciales que se vienen observando en los sujetos individuales que, además de no arrimar el hombro donde haga falta, provocan acciones en las redes sociales o en los teléfonos, publicando mensajes para engañar a la opinión pública, ocasionando falsas alarmas y fraudes a posibles víctimas, como si no tuviéramos ya suficiente con la pandemia. Y esto no podemos valorarlo como picaresca, sino como una falta de conciencia y ausencia de civismo, una irresponsabilidad y un delito. Es indigno ese comportamiento que suma más confusión y sufrimiento en la población.
Ante la confusión que todos podemos tener sobre los posibles responsables de la transmisión del contagio en los diferentes países, haciendo un esfuerzo mental, para tratar de comprender algo, centro mi pensamiento en el recorrido que han podido hacer los portadores iniciales de esta pandemia, desde su origen hasta este momento. No es tarea fácil. Sin embargo, ya circula alguna reflexión al respecto con algo que llaman la construcción del “árbol genealógico del virus”, estudiando y analizando las secuencias de los genes del virus en diferentes lugares del mundo, para intentar seguir el rastro de su recorrido. Es un proyecto que se llama Nextstrain. Al parecer, con los datos analizados recientemente, se percibe las implicaciones de países europeos (Alemania e Inglaterra) que ocultan, detrás de sus actitudes insolidarias en la UE, los verdaderos intereses, que son de carácter económico, con la presencia de empresas suyas en China y los desplazamientos que se vienen realizando con personal sospechosamente contagiadas por el virus. Estas y otras muchas teorías se entrecruzan para informar o confundir, para desinformar o desarmar nuestra capacidad de análisis y crítica objetiva. Son demasiadas variables a manejar.
Se puede seguir con esta reflexión en esta época de crisis, no sólo de salud pública y economía, sino también de valores humanos en todas sus dimensiones. Y aquí se instala nuestro verdadero reto para después de esta crisis, al igual que las otras aparecidas en nuestra historia pasada. Confío que, como la vida es tiempo, la duración de esta pandemia tendrá su fin, aunque deje tras de sí una secuela de dolor, muerte y sufrimiento que habrá que superar. Formará parte de nuestra historia en el final de esta segunda década del siglo XXI.
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