Imagen | Iñaki Basoa
Ahí reconozco a un ser humano, por su abrazo. “Las extremidades superiores apresan los cuerpos entrelazados durante unos segundos”, señala el observador extraterrestre. Y ahí reconozco a un ser humano, porque se besa con otro ser humano, besándose a sí mismo. “Las partes carnosas de la boca exterior presionadas mutuamente”, parece comprender el observador imparcial. ¡Qué gesto más inútil! Ahí reconozco a un ser humano, por la risa. “La risa deforma las facciones y hace que los hombres parezcan monos”, reprime su risa el venerable Jorge. ¡Qué costumbres más prescindibles! La mente piensa y el cuerpo se reproduce. ¡Qué más hace falta! Que los dedos sean digitales y los rostros, ¿cuál es la diferencia? Mientras el cuerpo produzca y se reproduzca… Mientras la mente calcule y administre mundos intercambiables… Mientras los dispositivos retransmitan y reciban la información puntualmente… Aquí me tenéis. Yo que ya había aprendido a abrazar. Yo que ya había aprendido a expresarme, a través de los gestos las emociones… y ahora no podemos.
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