Oro parece, plata no es. Monográfico Realidad y Apariencia

Oro parece, plata no es. Monográfico Realidad y Apariencia

Imagen |Rafael Guardiola

Pocas cosas hay tan gratas para mí como el poder compartir ideas y aprender de todos aquellos que saben infinitamente más que yo. Por eso deseo expresar aquí mi agradecimiento a Nariz Roja por su invitación a escribir en este espacio. Al coincidir el tema “realidad y apariencia en el mundo actual” con el de las próximas Olimpiadas Filosóficas regionales y de España, no puedo desaprovechar esta oportunidad para dirigirme a sus futuros participantes. Es por ello que las siguientes líneas van dedicadas especialmente a esos jóvenes pensadores/as en potencia y en acto. Lamento decirles que no encontrarán aquí un texto erudito ni un laberinto conceptual. Tampoco una disertación tan brillante como elocuente, para lo cual les recomiendo leer los artículos publicados por mis compañeros.

Es probable que todo comenzara con el calambur que da nombre al texto. Al menos, así empezó para mí. Y así continúa siendo. Unas veces como adivinanza, acertijo o incluso trabalenguas pero siempre formulada en clave de enigma. Un misterio por resolver a cuyo fin sólo se llega formulando preguntas: así funciona el pasatiempo. De la forma que sigue me gustaría presentaros este estimulante y diuturno ejercicio que es la actividad filosófica -¡ALERTA, SPOILER!-: todo es un juego. O eso parece. Este precioso “barullo” conceptual al que hemos acordado llamar “Filosofía” no deja de ser un juego. Juego muy complejo, por cierto. Sé de muchos adultos enredados en este lío a los que les cuesta horrores reconocer que a su edad siguen jugando. ¿Acaso se blasfema llamando “juego” a este entramado de ideas, conceptos, definiciones, preguntas, satisfacciones y dolores de cabeza? Pues nada, no les gusta. No lo entiendo. Como no sé lo que es, os diré a vosotros, criaturas curiosas que emplean su valioso tiempo en leer estas líneas lo que (me) parece. No pretendo dibujar ni definir, sólo subrayar y sugerir.

Decía acertadamente Ortega y Gasset en las Meditaciones del Quijote (1914):

Quien quiera enseñarnos una verdad que no nos la diga: simplemente que aluda a ella con un breve gesto, gesto que inicie en el aire una ideal trayectoria, deslizándonos por la cual lleguemos nosotros mismos hasta los pies de la nueva verdad. Las verdades, una vez sabidas, adquieren una costra utilitaria; no nos interesan ya como verdades, sino como recetas útiles. […] Quien quiera enseñarnos una verdad que nos sitúe de modo que la descubramos nosotros.

Se me ocurre, entonces, que no hay mejor breve gesto que el de comenzar a dar pistas para guiarnos en la travesía de este umbrío sendero que es nuestra vida. El objetivo del juego no ha variado desde sus inicios: arrojar luz sobre las tinieblas, aprender a moverse con soltura en la oscuridad, aprender a vivir de la mejor forma posible. Decía Pausanias en su Descripción de Grecia que en el patio del templo de Apolo en Delfos se hallaban inscritos unos aforismos que todos conocían: Γνῶθι σαυτόν  (“conócete a ti mismo”) y Μηδέν άγαν (“nada en demasía”). Estos famosos aforismos fueron atribuidos a varios filósofos y aún hoy no hay consenso acerca de su verdadero significado. El oráculo siempre hacía sus predicciones (¿consejos?) en forma de enigma, de modo que la respuesta estaba dada pero no estaba clara, por lo que cada individuo debía reflexionar para resolver el misterio y llegar a una respuesta depurada, pulida, clara, limpia y sin metáforas. Dicho de otra forma, su tarea era descubrir (en sentido literal, manifestar algo oculto) qué verdad se escondía bajo el velo del enigma y, en la medida de lo posible, ponerla en práctica. Como todo: fácil decirlo, difícil hacerlo. ¡Menuda tarea!

También en forma de enigmas se dice que el gruñón de Heráclito -que no quería discípulos ni en pintura- transmitía sus enseñanzas y así pasó a la historia como “El Oscuro de Éfeso” por los siglos de los siglos. Amén de Heráclito, cabe mencionar aquí ejemplos como el poema de Parménides y lo extravagante de las prácticas de la secta pitagórica, entre muchos otros. Para múltiples culturas y sociedades de la Antigüedad (no sólo la griega) el enigma fue durante muchos siglos por su carácter divino, misterioso, oscuro y atrayente el disfraz idóneo de algunas verdades de carácter esencial para el buen vivir. Con el paso del tiempo fue sustituido por un conjunto de “verdades” dictadas sin velos a modo de recetas útiles donde el individuo, grosso modo, se limitaba a escuchar y obedecer.  Como es de esperar, los fieles sirvientes cabizbajos no tenían que reflexionar sobre lo que había detrás-de, puesto que este trabajo ya se daba hecho. Bajo el disfraz de “La Verdad” se dictaban las palabras de los elegidos, se correspondieran o no con lo sucedido en realidad. Y así fue como demostraron durante siglos que la verdad -sea eso lo que quiera que sea y con independencia de su apariencia- también se inventa. Tras este periodo llegaron los años de desperezo de la conciencia. Sin duda, no fue sencillo pero ya ni las reglas, ni el método, ni los participantes, ni el lenguaje del juego eran los mismos. Todas las contribuciones fueron conformando en Occidente una de las mayores construcciones filosóficas que más tarde se terminaría derrumbando poco a poco. Se dice que hoy de ella sólo quedan ruinas.

En un intento -hay quien diría que ingenuo– de poner a los demonillos manos a  la obra de nuevo, la tarea parece imposible a la par que desalentadora por lo inmenso del recorrido de su tradición, su complejidad y en ocasiones, el lenguaje enrevesado y oscuro de los que, no sin buena fe, se dedican a enseñar pedacitos de ella en las aulas. Por eso invito a afrontar la empresa como un juego donde más que en ningún otro sitio nada es lo que parece y donde las verdades son ilusiones escurridizas que, cuando estás cerca de atraparlas se deshacen entre los dedos. “Nada, esto tampoco era” como un jarro de agua fría. ¡Qué duro es darse cuenta! ¿No es maravilloso recibir un “zasca” así a modo de invitación a proseguir? Intuyo que pocas cosas pueden explicar mejor la relación entre realidad y apariencia como la propia Historia de la Filosofía. Una historia que, a su vez, es la historia tanto del pensamiento como de los chascos que nos han hecho avanzar en altura y profundidad. Por el valor que considero que tienen el trabajo y el esfuerzo de esta tradición me apenan ciertas maniobras de escapismo a las que asisto últimamente, donde no me gustaría que cayerais vosotros. Sería un completo despropósito tratar de zafarse de su carácter esencialmente complejo -en ocasiones contradictorio- del mismo modo que sería un craso error pensar sin estudiar la historia del pensamiento. Es evidente que se trata de un camino que hay que recorrer, ya que sería imprudente pensarnos hoy sin atender a lo ya dicho. Del mismo modo, reconozco que sería imprudente atender únicamente a lo dictado sin prestar atención a los problemas que nos afectan sin hacer lo posible por resolverlos. Caminar al borde del abismo da vértigo, qué duda cabe. Pero también da vida. Y puede que al final este paseo tras generar infinitas cuestiones también proporcione algunas respuestas. Por ese motivo, cuando la enfermedad de la extrema duda y el miedo nos visite debemos afirmarnos en nuestro empeño de seguir aprendiendo, asumiendo, nuestra finitud, para darle el gusto al demonillo tozudo y preguntón que en su día nos visitó y engatusó para iniciar esta larga y compleja empresa. Quede esto resumido en el famoso ARS LONGA VITA BREVIS. No temamos al game over. Para el camino, un único deseo: que tu viaje sea largo.

Las personas avispadas a estas alturas ya habrán advertido que cualquier parecido con la realidad NO es mera coincidencia. Hasta ahora, todo apunta a que aquello de la Verdad, una y en mayúsculas era un poco trola. Hoy, en la era de la subjetividad más demoledora parece que ya no hay verdades que descubrir, ni siquiera en plural y minúscula pero no está todo dicho.

Toca remangarse: ¿qué es la realidad y qué entendemos por “realidad”?, ¿qué la une o la separa de la apariencia? ¿esconde la apariencia algo de verdad?, ¿cómo diferenciar la verdad de su disfraz?, ¿qué se ha dicho hasta ahora acerca de estos dos conceptos?, ¿es posible una suerte de objetividad, por pequeña que sea?, ¿es lo aparente un mero espejismo?, ¿es lo aparente un enigma, trasunto de la verdad?, ¿muchas verdades conforman una v(V)erdad?, ¿es posible escapar del juego de disfraces en el que nos encierran las apariencias? Trayendo la cuestión a nuestros ombligos; ¿somos lo que mostramos que somos en nuestras redes sociales?, ¿construimos ahora nuestra identidad definiéndonos en nuestros perfiles?, ¿confundimos lo que somos con lo que decimos que somos?, ¿qué hay de lo que somos en lo que aparentamos?, ¿es cierto que cuanto más aparentamos, menos somos?, ¿por dónde empezar? Pensarlo y verlo escrito impone. Reconozco que si me hicieran todas esas preguntas de sopetón sólo podría decir: “No sé”. Y si me preguntaran tras reflexionar un tiempo y leer lo que otros han dicho, seguiría diciendo: “¡¡pero yo qué sé!!” Es cierto que saber-saber, lo que llamamos normalmente “a ciencia cierta”, se sabe poco. Por lo menos a ciencia cierta yo sé poco, por no decir nada. Tras el desconcierto, toca pensar cómo iniciar el juego. Esta vez elijo comenzar mi partida siguiendo el consejo del oráculo, con una mirada preguntona primero hacia el interior y luego a mi alrededor por aquello del “se piensa discutiendo”. Al término de este ejercicio si se ha realizado bien, nada será lo mismo y por supuesto, descubriremos que nada es lo que parecía (incluidos nosotros).

Puede que la voz con la que pensamos y leemos se acerque más a lo que realmente somos que nuestra apariencia física. Siempre se ha dicho que los ojos son puerta y reflejo del alma. ¿Nos cuesta más conocernos a nosotros mismos porque somos las únicas personas a la que no podremos mirar nunca directamente a los ojos?  Estas ideas me visitan a menudo. Si encontráis otras respuestas, no dudéis en avisarme.

Por cierto, parecía oro pero al final resultó ser plátano. Al menos, eso es lo que dicen. ¿Y si esto también fue cosa del oráculo de Delfos?

 

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About Author

Marta Gonzalez Ortegón

Marta González Ortegón (Jerez de la Frontera, 1999) es estudiante del Grado en Filosofía de la Universidad de Sevilla. En 2017, con su trabajo “Lección XIII. Sobre las publicaciones del Ciudadano Zero”, logró el primer premio de la modalidad de Disertación de la IV Olimpiada Filosófica de Andalucía organizada por la Asociación Andaluza de Filosofía, a la que pertenece desde entonces. Este premio le llevó a participar en la modalidad de disertación filosófica sobre el tema “Nuevas tecnologías e identidad humana” en la IV Olimpiada Filosófica de España, celebrada en Murcia en mayo de 2017. El Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía otorgó el Primer Premio en la modalidad de Bachillerato a su proyecto “San Miguel: un barrio de Arte”, en el que denunciaba el abandono al que están sometidas un buen número de obras de arte del patrimonio cultural mueble e inmueble de Jerez. Además, en el curso 2016/2017 recibió el IX Premio a la Excelencia Educativa otorgado por el Excmo. Ayuntamiento de Jerez de la Frontera. El mundo de las letras y más concretamente la Filosofía y el Arte -que es lo mismo que decir “Amor”- son las inquietudes capitales que dirigen las decisiones que dan rumbo a su vida: estudiar Filosofía, defender la Educación Pública, la igualdad entre mujeres y hombres… aún es pronto para poner punto y final y determinar lo que ha de aparecer en esta semblanza, que se encuentra siempre en construcción. Como dijo el sabio: “Ya se verá...” Lo que sí es seguro es que aquello que al término resulte -sea lo que sea- tendrá como cimientos grandes dosis de trabajo, estudio, reflexión, diálogo, pensamiento crítico, deseo de justicia, de mejora e ilusión, ganas, entusiasmo y mucha, mucha curiosidad. Por si alguien pregunta, el uniforme del Preguntón siempre es el mismo: un libro, una pluma y una nariz de payaso. Es fácil resumirlo: LEER, PENSAR, ACTUAR.

Comments

  1. Copelipon
    Copelipon 18 enero, 2019, 11:37

    Las cosas. O sea la vida.
    Todo el universo es presencia.
    La sombra al objeto adherida
    ¿acaso transforma su esencia?

    Limpiad el mundo -ésta es la clave-
    de fantasmas del pensamiento.
    Que el ojo apareje su nave
    para un nuevo descubrimiento.

    Jorge Carrera Andrade

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