“Nada es mudo en la tierra:
Cerramos
los ojos
y oímos…”
Pablo Neruda. Oda a la Tranquilidad
Hay una fijeza casi mineral en todo el recorrido poético de Pablo Neruda, una fijeza que nos arrastra en sus versos al mundo de las cosas y se acompaña de mujeres con la mirada fija contra el cielo, esperando. Hay en Neruda una obstinación por la vida que se oye latir en el ruido de su infancia en Temuco, que se palpa en el pan y en las uvas y se deja devorar por las luces del puerto de Valparaíso en lo alto de uno de esos cerros imposibles que cubren la ciudad amontonada donde estuvo su casa.
Las cosas de Neruda se poseen primero por los ojos y después crecen en la memoria, en sus años solitarios del Sur y de Santiago, en la naturaleza inmensa, en la figura pública del poeta político, exiliado, reencontrado y que un día decidió grabar su nombre, con un puñal pequeño en las vigas de su casa de Isla Negra junto a los nombres de sus amigos muertos. Neruda en la materia de su eterna nostalgia y en el peso perseguido del amor, siempre desde el encuentro
«…se van tiñendo con tu amor mis palabras
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas…»
y siempre desde la pérdida
«llamando cosas desparecidas, seres desaparecidos…»
Neruda en el anillo que salió de Rangún para Albertina, la hermana de su mejor amigo, después de noches sin sueño y días de alcohol esperando una respuesta para casarse que no llegó jamás. Neruda en el cuchillo enterrado «junto al cocotero… por temor de que me mataras…» sin Josie Bliss, con su «Tango del viudo» en el bolsillo y su imagen retenida para siempre en la memoria de sus poemas.
Como diría Miguel Ángel Asturias «Pablo Neruda, es poeta habitado, o podría decirse un planeta habitado. En el universo de la poesía giran los poetas que fueron como planetas muertos y los que son como planetas vivos. Neruda, más que ningún otro, es por excelencia el poeta habitado. Su poesía por eso mismo es, en un mundo abierto, la poesía que más objetos contiene, que más cosas canta, y si no canta, cuenta, y si no cuenta, dice. Dice y dice y dice. Los poemas de otros poetas, por lo general, son desoladores. En ellos la palabra es misterio, enigma, sustancia poética y nada más. Una poesía en el alto vacío. En Neruda no. La poesía está llena de todo lo que existe”.
Neruda como uno y múltiple. Neruda postmodernista, surrealista, social, épico, erótico y sencillo. Neruda de un mundo en destrucción y en construcción, Neruda en el deseo y en la pasividad, Neruda contemplador y contemplado pero dejando siempre un rastro claro y constante en ese extenso mundo poblado de palabras y de seres que lo identifican y dan coherencia. La afirmación de Yurkievich sobre Darío como poeta omnívoro y omnímodo se podría ampliar para este Neruda devorador de la realidad que hizo suyas todas las presencias y las ausencias para ser instrumento del mundo, objeto y sujeto.
Las caras de Neruda han ido desplegándose para nosostros en esa constante autopresentación. Un “yo” doliente encerrado en un mundo caótico, un “yo soy vosotros” , un “yo-pueblo” que se abisma en el sueño futuro de orden y que se irá universalizando hasta abarcar un “yo sangre”, “yo tiempo, yo historia” y por fin, de la mano de Whitman un
“yo poeta
yo hierba” 1
Neruda en todos y por todos, como diría Rguez. Monegal 2
“yo oigo el sueño de viejos compañeros y mujeres amadas
sueños cuyos latidos me quebrantan:
su material de alfombra piso en silencio,
su luz de amapola muerdo con delirio.” 3
“…ahora
este papel que te recuerda, a todos,
los lancheros de bahía, al hombre
ennegrecido de los barcos, mis ojos
van con vosotros en esta jornada
y mi alma es una pala que levanta
cargando y descargando sangre y nieve
junto a vosotros, vidas del desierto” 4
Neruda utiliza la poesía como compensación ante un mundo que cumple en él los dos ciclos que marcan la constante rítmica de la vida: la desintegración primero
“Pensé que solamente
si quemaba
mi corazón
la zarza del tormento
si mojaba la lluvia
mi vestido
en la comarca cárdena del luto…
si compartía todos los dolores, yo ayudaba a los hombres.” 5
y la progresiva reconstrucción después hasta alcanzar el equilibrio con la vida
“Así es el hilo
de la poesía
simple, sagrado, eléctrico,
fragante y necesario
y no termina en nuestras pobres manos;
lo revive la luz de cada día” 6
Si en un tiempo sacralizó la profética residencia oscura de su vida
“las noches de substancia infinita caídas en mi dormitorio,
el ruido de un día que arde en sacrificio,
me piden lo profético que hay en mí, con melancolía,
y un golpe de objetos que llaman sin ser respondidos
hay, y un movimiento sin tregua y un hombre confuso.” 7
también construyó una residencia luminosa y extensa, una nómina de objetos repletos de vida que cumplen la etapa de este viaje llena de mitos, de objetos, de camisas tendidas a la luz de un balcón y hombres de brazos fuertes que trabajan la fuerza del metal y la melancolía del océano infinito o el amor.
“Lluvia
de ayer,
oh triste
lluvia
de Loncoche y Temuco,
canta,
canta,
canta sobre los techos
y las hojas
canta en el invierno frío,
canta en mi corazón, en mi confianza,
en mi techo, en mis venas
en mi vida
ya no tengo miedo…
porque los dos tenemos
trabajo en las semillas
y compartimos
el deber cantando” 8
Referencias| 1. Neruda, Pablo ; “Oda a la fertilidad de la tierra”, Odas Elementales
2.Rguez. Monegal, Emir ; El Viajero Inmóvil, Monte Ávila, 1977
3.Neruda, Pablo ; “Colección Nocturna”, Residencia en la Tierra, Madrid, Cátedra, 1987
4.Neruda, Pablo ; “Cristóbal Miranda”, Canto General, Madrid, Cátedra, 1998
5.Neruda, Pablo; “Oda a la alegría”, Odas Elementales, Madrid, Cátedra, 1990
6.Ibid; “Oda al Hilo”
7.Neruda, Pablo ; “El Hombre Deshabitado”, Residencia en la Tierra, Madrid, Cátedra, 1987
8.Neruda, Pablo ; “Oda a la Lluvia”, Ibid
Fotogragía| Gabriel Gil