María Zambrano y la Razón poética a 30 años de su adiós

María Zambrano y la Razón poética a 30 años de su adiós

Durante 2021 se conmemora el 30 aniversario de la muerte de María Zambrano (Vélez-Málaga, 22 de abril de 1904-Madrid, 6 de febrero de 1991), que se exilió de España en enero de 1939 y no regresó hasta más de 45 años después, el 20 de noviembre de 1984. Los días 7 y 8 de julio se celebró en Vélez-Málaga, en el Centro de Estudios del Exilio, el curso de verano “María Zambrano, hoy”, donde una serie de estudiosos de su obra, en presencia del alumnado, abordaron desde diferentes perspectivas la vigencia de su pensamiento. Justo al lado, en la Fundación María Zambrano, en el Palacio de Beniel, se inauguró el 18 de junio una exposición, “Vélez-Málaga o la vuelta a Ítaca de María Zambrano”, en la que se muestra, a través de fotografías, cartas, manuscritos, testimonios, documentos y objetos, la particular vinculación de la pensadora con su ciudad nativa, y en la que decidió que reposaran sus restos.

Sabemos bien que la obra de cualquier autor, si no recibe una adecuada recepción por medio de ediciones, investigaciones, exposiciones, artículos, congresos, cursos… no se difunde ni crece, con el consiguiente riesgo de desaparecer, sobre todo cuando se trata de una obra valiosa para conocer nuestro pasado e interpelarnos sobre el presente y el futuro. En el caso de Zambrano, al menos desde hace unas tres décadas y media la recepción de su obra no ha hecho sino incrementarse y fecundarse hasta el punto de que es en la actualidad una de las filósofas más reconocidas en el ámbito hispanoamericano.

La génesis del pensamiento de María Zambrano a lo largo de su trayectoria vital y filosófica es indisociable de su diálogo con poetas y artistas: pienso en San Juan de la Cruz, Sófocles, Zurbarán, Cervantes, Unamuno, Antonio Machado, Emilio Prados, Picasso, Luis Fernández, Ramón Gaya… No es fortuito que su filosofía se asocie al concepto “razón poética”, que no ha de entenderse exclusivo de la poesía, sino más bien a la capacidad creadora de la razón, de los diversos lenguajes de las artes, en su desarrollo histórico. Pero más allá de su vida este diálogo con poetas y artistas no cesa: con su amigo y secretario, Joaquín Lobato, Rosa Mascarell, Antonio Valdés, Francisco Hernández, Evaristo Guerra, José Casamayor… Y me atrevo a conjeturar que este diálogo con su obra no dejará de renacer.

La profesora de Estética y Teoría de las Artes, además de poeta, ensayista y novelista, Marifé Santiago Bolaños, patrona de la Fundación María Zambrano, analizó en su intervención cómo una serie de autores de diversas disciplinas se inspiran en la obra de la autora de El sueño creador. Pero más allá de estos casos particulares, tal como nos ilustró el profesor Miguel Morey en una de las intervenciones más lúcidas del mencionado curso, la razón poética no podemos comprenderla al margen de los procesos de creación, en cualesquiera de las modalidades artísticas, incluso del monólogo o diálogo que somos cada uno de nosotros.

A continuación procuraré transmitir algunas de las notas que tomé, pero antes de ello quiero recordar que en este 30 aniversario de su adiós se ha publicado Monólogos de la bella durmiente: sobre María Zambranoi, de Miguel Morey, que reúne un conjunto de ensayos en torno a la obra de la pensadora, el “relato de una experiencia de lectura” que se remonta 50 años atrás, a 1971, cuando siendo estudiante de la Universidad de Barcelona, tropieza con unas Obras reunidas de María Zambrano. Quizá este sea el más sigiloso y el mayor homenaje que reciba. Morey recordó que la prosa de Zambrano es “enormemente acogedora”: es el diálogo de una autora fuera de todo personaje, que no cede a ninguna de esas imágenes de los yoes con las que tantas veces nos fundimos y confundimos, nada impostada. Es alguien que nos habla de tú a tú, de soledad a soledad.

Confiesa Zambrano que “todo lo que hago es escribir para enterarme… de lo que siento y pienso”. ¿Acaso no sabe lo que siente y piensa antes de expresarlo? No, no lo sabe todavía, y puede que no llegue a saberlo si no experimenta con el pensamiento, si no ensaya y prueba con el logos; si lo supiera quizá no sentiría la necesidad de formularlo. Estamos continuamente entre sentimientos, emociones, sensaciones, pensamientos… Y gracias a la razón, al lenguaje, podemos iluminar, siquiera tenuemente, ese fuego interior que no se calla y a veces grita.

Con el Romanticismo como precursor (Goethe, Rousseau…), hasta donde me consta, la “filosofía española”, si cabe hablar propiamente de ello, es pionera en sostener que antes que se manifieste el pensamiento acostumbra a hacerlo el sentir: “Piensa el sentimiento, siente el pensamiento”, advirtió Unamuno en su “Credo poético”, de tal modo que alterará la célebre fórmula de Descartes: “sum, ergo cogito”. En esta concepción anda cerca Ortega y Gasset, que habla de un cartesianismo de la vida: “Pienso porque vivo”. Primero somos arrojados al misterio de la existencia, luego pensamos, podemos pensar. ¿Hasta qué punto el embrión de la “razón poética” no se encuentra en iluminar lo que sentimos con lo que pensamos por medio del logos, de la razón, del lenguaje, de la palabra?

“Sentir iluminante” lo denomina María Zambrano, al que describe como un “sentir que es directamente conocimiento sin mediación” o, como también lo define en Claros del bosque (1977), “conocimiento puro, que nace en la intimidad del ser”. Recuérdese que otro de sus reconocidos maestros, Xavier Zubiri, teorizó acerca de la “inteligencia sentiente”, concepción con la que guarda un indudable aire de familia, a pesar de que Armando Savignano ha señalado diferencias entre ambasii.

Antes de que se publique la anterior obra mencionada, quizá el intento más radical en la obra de Zambrano de fusionar la filosofía con la poesía y la mística, escribirá en un artículo publicado en octubre de 1964: “Descifrar lo que se siente, percibir con cierta nitidez lo que dentro de uno mismo pasa, es una exigencia de ser persona. La vida que dentro de nosotros fluye pide una cierta transparencia”iii. Este descifrar lo que se siente se lleva a cabo por medio del logos, de la razón, del lenguaje, de la palabra, que nos permite iluminar e interpretar nuestro interior, comprendernos y comunicarlo.

Sin descifrar lo que sentimos, al menos hasta cierto punto, no sabríamos cómo actuar. Como escribirá Zambrano en otro lugar: “La vida humana, la de cualquiera, necesita ser contada, vale tanto puesta en orden inteligible. Necesitamos tener a alguien a quien irle con el cuento de nuestras penas, sobre todo cuando rebasan la capacidad de nuestra conciencia; cuando sentimos que el absurdo de lo que nos pasa nos envuelve, oculta a nuestro ser de la luz natural y no nos atrevemos, avergonzados, a afrontarla”iv.

Esta concepción antropológica, la del ser humano como novelista de sí mismo, se encuentra en su maestro Ortega y Gasset y, aun antes, de forma implícita en Cervantes y en Benito Pérez Galdós: “Donde quiera que el hombre va lleva consigo su novela”. El autor de Don Quijote de la Mancha no lo expresará de manera tan clara y precisa, pero lo muestra con ironía y humor a través del personaje principal, que además de novelar su vida con sus aventuras caballerescas, necesita dar fe de ello a su fiel escudero, Sancho Panza, pilar que sostiene sus ficciones.

Ahora bien, para descifrar lo que se siente no vale cualquier forma discursiva. Las palabras de la tribu están a menudo erosionadas y gastadas por los usos; urge redefinirlas y redefinirnos con ellas, pues con frecuencia caen en estereotipos y en otras generalizaciones y simplificaciones que ponen de manifiesto una grave falta de pensamiento. De ahí esta penetrante observación de Cioran acerca de María Zambrano: “Para ella, nada es verdad salvo lo que precede o lo que sigue a lo formulado, únicamente el verbo que se hurta a las trabas de la expresión o, como ella misma ha dicho magníficamente, ´la palabra liberada del lenguaje`”v.

“La palabra liberada del lenguaje” es la razón poética, el discurso desprendido de los corsés a los que lo somete la gramática, la sintaxis y los usos corrientes e irreflexivos de la lengua. Y precisamente por ello la razón poética logra descubrir aspectos que permanecían desconocidos, y no los tópicos y lugares comunes en los que acostumbra a caer el habla coloquial. Por eso, lo queramos o no, estamos condenados a recorrer los caminos sin fin de la creación. Como escribió María Zambrano en aquel texto originario: “`Hay cosas que no pueden decirse´, y es cierto. Pero esto que no puede decirse es lo que se tiene que escribir. Descubrir el secreto y comunicarlo son los dos acicates que mueven al escritor. El secreto se revela al escritor mientras lo escribe”.

i Morey, Miguel, Monólogos de la bella durmiente: sobre María Zambrano, Madrid, Alianza, 2021.

ii Savignano, Armando, María Zambrano: la razón poética, Granada, Comares, 2005, p. 35.

iii Zambrano, María, “Entre el ver y el escuchar”, reunido en Filosofía y educación. Manuscritos, (eds.) Ángel Casado y Juana Sánchez-Gey, Málaga, Ágora, 2007, p. 57.

iv Zambrano, María, “Cervantes, clásico de Europa”, recogido en María Zambrano, Cervantes. Ensayos de crítica literaria, ed. e introducción de Enrique Baena, Málaga, Fundación Málaga, 2005, p. 69.

v Cioran, E.M., “Una presencia decisiva”, reunido en E. M. Cioran, Ejercicios de admiración y otros textos. Ensayos y retratos, trad. Rafael Panizo, Barcelona, Tusquets, 2000, p. 172.

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Categories: Pensar

About Author

Sebastián Gámez Millán

Sebastián Gámez Millán (Málaga, 1981), es licenciado y doctor en Filosofía con la tesis La función del arte de la palabra en la interpretación y transformación del sujeto. Ejerce como profesor de esta disciplina en un instituto público de Málaga, el mismo centro donde estudió, el IES “Valle del Azahar”. Ha sido profesor-tutor de “Historia de la Filosofía Moderna y Contemporánea” y de “Éticas Contemporáneas” en la UNED de Guadalajara. Ha participado en numerosos congresos nacionales e internacionales y ha publicado más de 270 ensayos y artículos sobre filosofía, antropología, teoría del arte, estética, literatura, ética y política. Es autor de "Cien filósofos y pensadores españoles y latinoamericanos" (2016), "Conocerte a través del arte" (2018) y "Meditaciones de Ronda" (2020). Asimismo, ha colaborado en otros 15 libros, como "La filosofía y la identidad europea" (2010), "Filosofía y política en el siglo XXI. Europa y el nuevo orden cosmopolita" (2009) y "Ensayos sobre Albert Camus" (2015). Escribe en diferentes medios de comunicación (Cuadernos Hispanoamericanos, Claves de la Razón Práctica, Descubrir el Arte, Café Montaigne, Homonosapiens, Sur. Revista de Literatura...) y le han concedido algunos premios de poesía y ensayo, como el Premio de Divulgación Científica Ateneo-UMA (2016) por "Un viaje por el tiempo" (inédito), y la Beca de Investigación Miguel Fernández sobre poesía española actual (2019, UNED) por "Cuanto sé de Eros. Concepciones del amor en la poesía hispanoamericana contemporánea", que verá la luz durante 2021. Colabora con el MAE (Museo Andaluz de la Educación) y ha comisariado algunas exposiciones de arte, filosofía y educación. Si la corriente imprevisible de la vida se dejara condensar en una filosofía, se inclina por “hacer lo que se ama, amar lo que se hace”.

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