Los perros del paraíso. Abel Posse

Los perros del paraíso. Abel Posse

 

 

«Hay en el paso de la actitud normal al deseo una fascinación fundamental de la muerte»

                                                                                      Bataille. El Erotismo

«Cuando hubo hablado así, percibí al Ángel, que extendía sus brazos, envolviendo la llama de fuego,                                 y fue consumido y surgió como Elías.»

                    Nota: Este ángel que se ha convertido ahora en un demonio es mi amigo íntimo; a menudo                                             leemos juntos la Biblia en su sentido infernal que el mundo tendrá si obra bien.                                                                   También tengo la Biblia del infierno que el mundo tendrá, lo quiera o no.

                                                                                      Blake. Matrimonio del Cielo y el Infierno

 

Aire

 

Aire, jadeo de los perros rabiosos del deseo, respiración furiosa de las mujeres de la corte española, Isabel convocando con su aroma de celo a los perros, los perros que persiguen también un deseo, los perros muertos “con garrote y con hacha” alejados definitivamente de los muros del castillo, del paraíso; La Beltraneja, “ramerita precoz”, estética violenta de tacón alto, amenaza constante de los cuerpos, ilegitimidad y lucha; Aire, aire muerto de rey impotente que huele a cascos de caballo quemado y a estiércol, que admira en silencio al amante, que busca en las putas papeles que justifiquen su valor y su honra , aire de guerra, de miedo a la locura que arrastran a huir hasta la muerte “¿Odia la paz! Mira lo que es la paz: un vacío que sólo llenan los demonios. Sí hay que morir, morir de vida”, guerra que justifique todo lo contenido, las pasiones ahogadas. El aire de la España de la que nacerá el Imperio, aire tenso que lleva inseparables el deseo y la muerte, el deseo y la posesión violenta, el ciclo constante de unión y destrucción que entrega en Fernando de Aragón un jabalí muerto a cuchillo y a flecha, chorreado de sangre sobre el suelo, como prenda de amor (un jabalí de azúcar como imagen sacada del reverso). Aire de Isabel reventando caballos en su pasión( los mismos que besará Ulrico, los mismos que se arrojan al mar y nadan hacia el Sur antes de la primera llegada de Colón). La pasión los mueve a buscar la posesión,  forja los sueños imposibles,  deja en insomnio a los amantes separados; la pasión que pretende destruir y dominar lo poseído, la de un Fernando que compensa su falta de poder con sodomía y que pasa de la orgía de poseer a Isabel a la orgía de poseer España, al horror de la persecución y el castigo, a la lucha de la religión y el miedo.

El navegante respira brisa de mar que arrastra las voces de los dioses y la del propio mar que pronuncia claramente su nombre “Coo – lón…”, respira el deseo también de lo desconocido, la ruptura con la continuidad de su tradición familiar, violenta en los otros, golpeado por sus hermanos, insultado por su padre y no en sí mismo como la de Isabel o Fernando que acepta desde un principio su destino, lo respira, es decir, lo hace suyo. Colón el elegido, rodeado de perros vagabundos que contemplan al que transformará la concepción del mundo conocido, al nuevo superhombre  que volvería a dar virginidad a la María Galante “con el nombre de la Santa María”.

Fuego

En los presagios del aire enrarecido se van materializando los elementos que aún aparecen por  separado, la consecución del deseo de los reyes entierra toda una época histórica para dar paso a la vorágine «En el atolondrado fornicio de aquellos adolescentes sublimes fenece definitivamente la Edad Media», a la confusión de lo celeste y lo destructor «No parecían sino que eran ángeles: bellos, violentos hasta el exterminio, esplendentes, sin caries…» seres sin moral y sin culpa, superhombres guiados sólo por su destino de conquista religiosa, seres que utilizarán el fuego para impartir justicia «si arde es porque es judío»  y a la inquisición «los hombres-perro» como herramienta, reyes lanzado a la marcha frenética de la destrucción de todo lo que les rodea a sangre y fuego y a la destrucción de sí mismos poseídos por celos devastadores, guerra civil, guerra al infiel, guerra de cuerpos que se poseen con violencia, se sacralizan por la mano lúbrica del Papa, se rechazan y se buscan empeñados en poseer lo que perdieron, lo que les dio el sueño y el insomnio, un Imperio, una sola religión, un cuerpo.

«Los hombres águila y los jefes leopardo» escuchan en silencio el anuncio de la llegada de los nuevos dioses, la encarnación del primer cristianismo, la venida de la paz. «Un ciclo de dulzura se avecina. ¿Para qué nuestras armas?.

Agua

 Comienza el viaje definitivo, la búsqueda última de todo deseo, «la No-Muerte» y con él, comienzan las ceremonias de destrucción total, la destrucción masiva de los indios  guanches, «experiencia piloto» para la matanza de América que seconfunde en el tiempo y en el espacio con el enlace caníbal del Almirante con Beatriz de Bobadilla, la Mantis religiosa que devora a sus machos, el retrato más vivo del deseo, el más cercano, que expone como adornos los clítoris cortados de quienes ha desafiado su exclusividad, la mujer mitad bestia mitad hembra de dientes en la vulva y armaduras colgadas de caballeros poseídos y asesinados. Comienza el tiempo de la cruz horca, de la confusión y del disfraz, de la anulación del espacio y el tiempo, de las vírgenes sin consagrar como masturbadoras, de las putas maquilladas, los curas trasvestidos, los falsos caballeros, el tiempo de los agrimensores que destruirán el mito, de «la propiedad y del dominio». Es el momento de la luz y de la oscuridad, la muerte de Prometeo, la entrada en el reino de los muertos «El almirante comprende que en esta zona intermedia entre la nada y el ser, entre lo conocido y el misterio, hagan su irrupción…los muertos», el tiempo en el que lo futuro se conoce por fin con lo pasado, trasatlánticos cerca de las naves, deseos desatados como perros entre los marineros, en ese territorio indefinido entre la materialización y el fracaso sólo el deseo mantiene a los hombres alejados de la muerte. Matrimonio del cielo y  el infierno sólo dirigiéndose al centro del huracán se encontrará la calma.

El almirante al llegar a tierra se desnuda para poder dejar de defenderse, para no huir porque por fin ha encontrado el espacio sin espacio y el tiempo sin tiempo. Juan Belmonte encierra al toro del deseo entre aplausos.

Tierra

 Los ángeles contemplan a los dioses, los dioses contemplan a los ángeles, la maquinaria de transformación se impone para crear lo abandonado, un viejo mundo en el nuevo, una réplica exacta de las cruces, los burdeles, los curas y los reyes, las tumbas y las casas. El hombre de occidente no podrá soportar la muerte de dios, la liberación del pecado, el deseo se anula si no hay perversión, la desnudez si no hay nada escondido, la brutalidad si no hay resistencia. La sombra del árbol de la vida sólo protege a los iluminados, los demás no «están» sólo «hacen», Roldán es el verdadero nuevo hombre, la simiente del mestizo violento, la herencia de la sangre y de la culpa, del pecado y del miedo. Un Colón extasiado es  detenido y arrastrado al otro lado de los muros del Paraíso. Los perros que no ladran, los que llevan las almas de aquellos que no pudieron llegar al otro lado son los testigos mudos de la barbarie, los invasores de la quietud, los de la otra mejilla, el otro mundo. El silencio es la única respuesta ante el abismo, la muerte la única verdad del deseo violento.

Fuente| Los perros del paraíso. Abel Posse.

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About Author

Gabriel Gil García

Licenciado en Filología Hispánica UCM y Doctorado en Literatura Hispanoamericana. Profesor Colaborador en la Facultad de Ciencias de la Información en las áreas de literatura hispanoamericana y en el área de literatura española de los ss. XI a XVII. Director y fundador de la Librería Universitaria Felipe II Libros de la U.C.M. En el CES Felipe II de Aranjuez Director y fundador de la Editorial Mezzadri- Gil S.L para la edición de libros universitarios.

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