Literaria
El lector de libros de caballerías
Imagen |Rafael Guardiola Este hidalgo manchego se pasa gran parte de la noche leyendo libros de caballerías. Conoce al dedillo las aventuras de Roldán, de Amadís de Gaula, de Palmerín, de Florisando, de Silves de la Selva, de Florisel de Niquea, de Clarián de Landanis, de Cirongilio de Tracia, de Philesbian de Candaria, de Felixmarte de Hicarnia, de Tristán de Leonís… y muchas otras. Su cabeza se halla atestada de justas y torneos, de frágiles damas con cabellos de oro,
El lector a domicilio
Imagen | Cráneo Prisma Con enorme dulzura, como si su ser entero calzara zapatillas, el lector a domicilio se presenta con puntualidad allí donde es requerido. Ninguna señal delata su llegada: de pronto lo sentimos aquí, a este lado de la puerta –y sonríe (aunque no lo veamos, sabemos que nos está sonriendo). Su silencio es el vestíbulo por el que se desliza con pasos de fieltro, mientras coloca con soltura el paraguas en el paragüero (si llueve fuera)
El lector perezoso
Imagen| Alicia Fernández Muellemente recostado sobre el sofá, con la manta reposando sobre su cuerpo que reposa sobre el sofá, este lector perezoso no se decide a levantarse. El libro queda lejos, allá sobre la mesilla de noche, más o menos al otro lado del globo, en Auckland o por ahí. La manta es suave, y se pega a su cuerpo como el cuerpo de una mujer. No duerme el lector, aunque hace rato que bordea el sueño. Y,
El lector sin un céntimo
Imagen| Marta Juliana Es un lector inmensamente pobre, los zapatos se le abren por las costuras, vive realquilado en una habitación mugrienta, a veces se ve compelido a distraer un tomate en el supermercado. Pero ama la lectura. Desde el lejano continente de su infancia acomodada (que se aloja ahora, comprimida como un islote, en algún punto de su cerebro, muy cerca de Combray) vivió a través de la lectura; fuera de los libros no podía respirar, tan solo boqueaba
El lector proyectivo
Imagen| Rafael Guardiola No hay novela que lea este lector proyectivo en la que no encuentre, aunque sea de forma velada, alguna referencia a su persona. No importa que la acción transcurra en Móstoles o en Johannesburg, en la época más rabiosamente contemporánea o entre las termas del Imperio Romano (donde Sexto conspira, sin rabia, sobre una toalla). El lector proyectivo advierte que todo está lleno de alusiones que el autor de turno dirige precisamente a él. A lo que
El lector NS/NC
Imagen| Cráneo Prisma Mientras más lee, menos sabe. Sabe que la cantidad de lo que no sabe es mucho mayor de lo que en un principio se imaginó y, por lo tanto, aunque en términos absolutos sabe más que antes, si comparamos lo que ahora sabe con el creciente volumen de lo que sabe que no sabe, lo cierto es que a él le parece que cada vez sabe menos. De modo que para él la lectura es un modo
Monográfico 1-O: la olla exprés
Imagen | Craneo Prisma, Cristina Juliana Abril A mi compañera de piso le encanta la olla exprés. A mi compañera de piso le encanta la olla exprés porque todo se cocina muy rápido. A mi me da miedo la olla exprés. Ella se ríe porque le resulta un miedo demasiado irracional y forzadamente ridículo, lo atribuye a mi desconocimiento e inexperiencia en la práctica. Quizás tenga razón. Casi nunca he usado una olla exprés. Las conozco, confieso haberlas visto en