Literaria
Sin-sentidos: ¿cómo sabe un tomate?
Imagen | Laura Árbol Los tomates saben a pasado, sólo aquellos que consiguieron mantenerse fieles a sus orígenes tienen presencia en la boca del señorito. Saben a fruta salada, a tormenta de verano con olor a huerta. Saben a imperfección, únicamente los más retorcidos conservan toda su esencia. Tienen familia redondita, exquisita en su forma e iluminada por focos humanoides, pero con un gusto perdido entre cajas de cartón amarillo. Ya no saben quiénes son. Saber a qué sabes es
Sin-sentidos: ¿a qué sabe un huevo duro?
Imagen | Laura Árbol El huevo, ese elemento imprescindible de naturaleza camaleónica. Sus sabores nos informan de un estado de ánimo, nos cuentan una historia. Con los ojos cerrados y un tenedor en la mano, me rindo a esta pieza turgente y ovalada que brilla sin brillar. Trae texturas encontradas, suavidad y firmeza frente a una masa sabrosa. Toques de sal, otros de azufre, el perfume del acompañante. Discreto y elegante, presente sin molestar. Leer más en HomoNoSapiens |El lector
Relato en no
Imagen | Julia Martínez Cano Lánguido afinador de pianos en una pequeña aldea que baña el Támesis (o afinador de almas dos aldeas más abajo, cerca ya de Windsor), nunca fui –me digo a veces– intrépido explorador de África en aquellos tiempos oscuros en los que explorar África era aventurarte por tu propio lado oscuro. Por lo tanto –me digo– nunca he sabido lo que es un amanecer en Tabora, gran emporio en la vieja ruta comercial de esclavos, o
El lector impaciente
Imagen |Iñaki Bellver Imposible. Este lector impaciente no puede aguardar a que la descripción termine. Al fin y al cabo, ¿qué más da si lo que refulgen al sol son las flores del manzano o las del ciruelo, o incluso si no refulge ninguna flor en absoluto? ¿Qué más da si la luz matinal “unta su miel sobre el valle” o no la unta? ¿Importa algo que Alicia, la protagonista, luzca un vestido de lino gris “algo pasado de moda”?
El lector dormido
Imagen |Rafael Guardiola Como fiera ominosa el sueño bordea su cama, las líneas del libro comienzan a borrarse (también las hojas del sauce, y aquel cisne), el paisaje se oscurece, ya no sabe uno muy bien dónde ha podido caer ese abanico. Y entonces, antes de que el protagonista de la novela doble la vereda del estanque (y recoja el abanico, o se arrodille, o declame), este lector a punto de quedarse dormido deja el libro sobre la mesilla de
El lector que carraspea antes de cada crimen
Imagen |Iñaki Bellver No puede evitarlo. Es un movimiento involuntario, más allá de la tráquea. No se trata propiamente de una tos: más bien habría que hablar aquí de un carraspeo nervioso. Como el que emite uno para aclararse la garganta cuando, tenso como una pértiga, se dirige a la tribuna. El caso es que el carraspeo siempre se produce, y la escena siempre se interrumpe. Contrariado, el asesino de la novela mira a este lector con malos ojos; hasta
El lector contorsionista
Imagen |Iñaki Bellver El lector contorsionista cuando actúa dentro del circo se hace llamar Contini y parece italiano, pero en realidad se apellida Conte y nació en algún paraje de la provincia de Badajoz. Su ayudante es un hombre tosco cuyo nombre ni siquiera vamos a poner aquí, y más que ayudar a Contini, lo que hace es acrecentar sus dificultades, pues, por no saber, ni siquiera sabe el momento exacto en el que debe pasar la página del libro,