Literaria
Poros (y Penia) 8
Imagen | Iñaki Basoa Los abrazos, las risas y los besos. ¿Sabremos cómo hacerlo y recibirlos? Ascendía los puertos de montaña con la ayuda de algunas multiplicaciones, pero los ascendía. Conocía el grado de mi fuerza y lo graduaba. Me explicaba y me entendían. El lenguaje fluía aterciopelado y útil llegaba a su destinatario, su mente y sus emociones. Gastaba citas que ahora no sé cómo pronunciar. Quizá las gasté ya del todo. No sé si soy capaz de hilar las
Poros (y Penia) 7
Imagen | Iñaki Basoa Diario de trinchera. Día treinta. Cercanos se oyen los silbidos de las bombas, luego su explosión, de la que saltan cuerpos como trapos y uno viene a instalarse junto a mí. No puedo evitar sentir su muerte con la mía. Tengo sed, mucha sed. Bebe agua, mi hermano, que esto lo vamos a ganar, escucho desde la profundidad de la saliva que destila mi garganta. Sabe a fango y a sangre y a horror. Recobro el aliento
Poros (y Penia) 6
Imagen | Iñaki Basoa Doblegar la curva. ¡Vaya esotérico mensaje! Puede uno imaginarse al artesano en la fragua, martillo sobre yunque, domeñando el metal maleable. Luchando. A fuerza de estruendos poderosos doblegar la recta para convertirla en curva, cada vez más apta, cada vez más dócil y llena de buenos propósitos. Previamente, se ha requerido, con parsimonia, calentar y recalentar, vencer y vencer la resistencia, hasta que el metal se ha vuelto de un rojo extenuado. Domeñar la curva. El punto
Poros (y Penia) 5
Imagen | Iñaki Basoa Con la bruma de la tarde ha llegado el último tren a casa. El rojo y el azul se han escapado del arco iris, queriendo ser los colores mejores. Una revuelta en toda regla, porque los demás colores mezclados, como el violeta o el naranja, también se representan a sí mismos, creen que son el mejor aspecto del reino. Y ninguno se acuerda ya de la abandonada, desvencijada, carcomida, a punto de derrumbarse cúpula celeste. El último
No estábamos
Imagen | Pol Güell Hoy comprendí al mirar desde mi balcón que la primavera había invadido calles, plazas, parques, cielo y aire. Los pájaros aprendían a volar, a cantar sin miedo de ti. Estoy en el nido para luchar contra los adversarios destructores de vida sin guerra declarada, invisibles. La ciudad pertenece a los gorriones, a las palomas. Tú les ruegas que vengan a hablarte de las flores que crecen y se marchitan sin ti. A las terrazas llegan los aplausos
Poros (y Penia) 4
Imagen | Iñaki Basoa Siempre nos había parecido que había cosas que no sabíais, que nuestro olvido no era nada comparado con el vuestro. La gravedad es la desconexión. Y se precipitan los seres, hacia un abismo excavado a la medida. Esto me decía, divisando cómo sus patas aprehendían las ramas, una pequeña después de otra más grande y rugosa, con una destreza infinita. Aquellas ramas que aguantaban su peso… No tenía ojos de mirar para mí, por eso no los
Poros (y Penia) 3
Imagen | Iñaki Basoa Ahí reconozco a un ser humano, por su abrazo. “Las extremidades superiores apresan los cuerpos entrelazados durante unos segundos”, señala el observador extraterrestre. Y ahí reconozco a un ser humano, porque se besa con otro ser humano, besándose a sí mismo. “Las partes carnosas de la boca exterior presionadas mutuamente”, parece comprender el observador imparcial. ¡Qué gesto más inútil! Ahí reconozco a un ser humano, por la risa. “La risa deforma las facciones y hace que los