Leer
El lector a domicilio
Imagen | Cráneo Prisma Con enorme dulzura, como si su ser entero calzara zapatillas, el lector a domicilio se presenta con puntualidad allí donde es requerido. Ninguna señal delata su llegada: de pronto lo sentimos aquí, a este lado de la puerta –y sonríe (aunque no lo veamos, sabemos que nos está sonriendo). Su silencio es el vestíbulo por el que se desliza con pasos de fieltro, mientras coloca con soltura el paraguas en el paragüero (si llueve fuera)
El lector perezoso
Imagen| Alicia Fernández Muellemente recostado sobre el sofá, con la manta reposando sobre su cuerpo que reposa sobre el sofá, este lector perezoso no se decide a levantarse. El libro queda lejos, allá sobre la mesilla de noche, más o menos al otro lado del globo, en Auckland o por ahí. La manta es suave, y se pega a su cuerpo como el cuerpo de una mujer. No duerme el lector, aunque hace rato que bordea el sueño. Y,
A la buena gente no le gusta que uno siga un camino distinto al de ellos
Imagen | Rebeca Madrid Es habitual entre el «gran público» e incluso en medios intelectuales y políticos confundir la obra con el artista. Parecería que la vida privada de un creador debe corresponderse con la imagen y semejanza que el público se ha hecho de él. Basta con que tal realizador de cine declare no sentirse español para se le insulte con las más feroces diatribas e inmediatamente se jure y perjure no entrar jamás en un cine si de ese director es la película
¿El azar o la necesidad?
Acabo de regresar a casa después de asistir a un entierro. Un ritual nada ajustado al recuerdo de un asturiano lleno de vida como Esteban Fernández, con el que, lamentablemente, compartí pocos momentos. Momentos con fabes y sidriña, con el calor de la amistad, la hospitalidad y deseos solidarios y cosmopolitas que ha glosado hoy con acierto una de sus hijas, mi amiga Beatriz. Y es un secreto a voces que el aumento significativo de la frecuencia con la que
El lector sin un céntimo
Imagen| Marta Juliana Es un lector inmensamente pobre, los zapatos se le abren por las costuras, vive realquilado en una habitación mugrienta, a veces se ve compelido a distraer un tomate en el supermercado. Pero ama la lectura. Desde el lejano continente de su infancia acomodada (que se aloja ahora, comprimida como un islote, en algún punto de su cerebro, muy cerca de Combray) vivió a través de la lectura; fuera de los libros no podía respirar, tan solo boqueaba
El lector proyectivo
Imagen| Rafael Guardiola No hay novela que lea este lector proyectivo en la que no encuentre, aunque sea de forma velada, alguna referencia a su persona. No importa que la acción transcurra en Móstoles o en Johannesburg, en la época más rabiosamente contemporánea o entre las termas del Imperio Romano (donde Sexto conspira, sin rabia, sobre una toalla). El lector proyectivo advierte que todo está lleno de alusiones que el autor de turno dirige precisamente a él. A lo que
El lector NS/NC
Imagen| Cráneo Prisma Mientras más lee, menos sabe. Sabe que la cantidad de lo que no sabe es mucho mayor de lo que en un principio se imaginó y, por lo tanto, aunque en términos absolutos sabe más que antes, si comparamos lo que ahora sabe con el creciente volumen de lo que sabe que no sabe, lo cierto es que a él le parece que cada vez sabe menos. De modo que para él la lectura es un modo