Leí una vez, no recuerdo dónde, que algunos estudiosos afirmaban que la historia de la filosofía es la historia de los comentaristas de Platón1, tanto a su favor como en su contra. Quizás sea una observación exagerada, pero tras ella sin duda hay una gran verdad: que la figura de Platón es clave en la evolución del pensamiento occidental. Y si tenemos en cuenta que Platón, a su vez, fue un extraordinario receptor y renovador de la filosofía pitagórica, podremos hacernos una idea de la gran influencia que el misterioso Pitágoras ha tenido en la filosofía de Occidente.
Platón, en la República, alaba el modo de vida pitagórica en estos términos (600 B):
¿Oímos acaso, que Homero, durante su vida, llegara a ser para cierta clase de gente un guía personal de su educación? ¿Hay algunos que los admiraron, como admira un discípulo a su maestro, y transmitieron a las generaciones venideras un modo de vida homérico, a la manera de Pitágoras, que fue especial y personalmente amado por este motivo y cuyos discípulos, hasta nuestros días, son famosos entre el resto de los hombres por el modo de vida pitagórico, como ellos lo llaman?
Y es que para Pitágoras la filosofía era, en última instancia, la búsqueda de una excelencia personal que llevase al hombre a ponerse en armonía con su verdadera naturaleza, su verdadero ser, y para hallar esta armonía indagaba en la naturaleza a fin de conocer sus leyes y vivir acorde a ellas. Esta máxima, atribuida a Pitágoras, creo que ejemplifica perfectamente esta idea:
Vivir de acuerdo con la naturaleza es vivir según los dioses
Que el padre de las matemáticas y de la cosmología filosófica no olvidara en ningún momento que esa búsqueda racional/filosófica tenía un fin que iba más allá de ella misma es uno de los aspectos que más admiro de este gran filósofo. De sus observaciones deduce que el universo es un cosmos ordenado, una armonía de la que emana una belleza perfecta. Esa belleza está implícita en todo lo manifestado: en las estrellas, en el hombre, en las plantas, en los animales… Para el pensamiento pitagórico existe una estrecha relación de parentesco entre todo lo manifestado, pues compartimos una misma alma manifestada en múltiples formas.
Toda su búsqueda gira en torno a una concepción de la verdad como aletheia, como desvelamiento de aquello que permanece en las sombras. La verdad no es algo que está fuera del hombre, está en su naturaleza, en su alma emparentada con el alma del mundo. En este sentido la verdad como aletheia hace referencia al desvelamiento del ser. Dado que la sabiduría está en el hombre, lo único que hay que hacer es desvelarla, retirarle el velo de la ignorancia; de ahí que la búsqueda de la verdad, en Pitágoras, sea un viaje de índole íntimamente espiritual. Nadie con nombre y apellidos puede agenciarse de esa verdad como si fuera un descubrimiento individual, de ahí que todos los pitagóricos firmasen sus obras con el nombre de su maestro.
Parentesco entre todas las criaturas que pueblan la naturaleza, desvelamiento del ser, la búsqueda del conocimiento como viaje a las profundidades de la propia alma… Creo que la filosofía pitagórica es de una actualidad incuestionable, y es que cuando el amor a la verdad (φιλοσοφία, «amor por la sabiduría») es auténtico los tesoros hallados brillan a través de las edades sin perder jamás su capacidad de dar luz.
1 «Toda la filosofía occidental es una serie de notas a pie de página de la filosofía platónica», North Whitehead.
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