La casuística del robo de libros

La casuística del robo de libros

Imagen| André Kertesz

La existencia de la propiedad privada es consustancial a cualquier sociedad compleja (desde unos cientos de personas a miles de millones). En la tradición occidental, encontramos su defensa en dos de los mandamientos de la Ley de Dios (que sancionan no solo el robo, sino la simple codicia de bienes ajenos), y en al menos dos de los siete pecados capitales (avaricia y envidia). Sin embargo, desde el mismo origen de nuestra cultura ha habido una institución que ha creado una relativa excepción en torno a una de sus producciones: las bibliotecas. Ellas permiten disfrutar de un bien sin necesidad de dar dinero por él, si bien por tiempo limitado. Y ello era así porque hasta hace apenas unas décadas, el libro era la única forma de transmisión del conocimiento que conocíamos. Y el conocimiento no estaba sometido a la lógica del mercado, o, al menos, no para los pocos que tenían acceso a la cultura. Siglos después, esta excepción se fue erosionando, por una doble vía: al mismo tiempo que los avances técnicos permitieron que el libro físico se convirtiera también en un objeto de consumo, cambió la concepción de la cultura con la apertura de museos que permitieron que otros objetos artísticos fueran también disfrutados sin cargo económico.

Y así  llegamos a nuestra actual sociedad, la de los «piratas culturales», que rapiñean cualquier producción cultural a la que tienen acceso mediante la web: películas, series, canciones… ¿y libros? Parece que la revolución digital, que ha creado nuevas formas de difusión de la cultura, ha afectado de forma desigual a los libros. Aunque todos sabemos que correlación no implica causalidad, el desplome de las ventas de los conocidos como «libros de bolsillo» en los años de popularización de la Red y de aparición de ebooks nos indica que es solo un tipo de lector el que relaciona Internet y libros. Hay otro que no ha renunciado a la dimensión física del libro, más numeroso, me parece, que aquellos que todavía consideran imprescindible disfrutar de canciones o películas exentas en algún soporte que puedan tocar. Y, dentro de esa categoría, hay otra (la taxonomía es una ciencia infinita: jamás se agotara la clasificación de la tipología del lector, aunque se intente): aquellos que se dedican a robar libros.

Toda la anterior introducción era necesaria para entender esta pregunta: ¿por qué hay gente que roba libros cuando los tiene a su disposición en bibliotecas (legalmente) o puede descargarlos desde alguno de los recovecos de la Red (ilegalmente)? He aquí las posibles justificaciones en las que, desde la simple hipótesis, podemos pensar, ordenadas según su validez moral:

1. Porque el libro está roto: nadie va a comprar ese libro con la cubierta rasgada o la esquina doblada, teniendo a su disposición veinte ejemplares iguales en perfecto estado. Y todo libro necesita un hogar.

2. Porque no se puede permitir comprar el libro: esta justificación necesita de ciertas condiciones previas: la imposibilidad económica se debe sumar a algún impedimento para hacer uso de las bibliotecas, como la necesidad imperiosa de subrayar o doblar páginas. Porque antes de hacer esto sobre un libro público (cosa que no tiene justificación posible) es mejor robarlo.

3. Por puro afán de coleccionismo: la mente humana es misteriosa y hay personas que pueden sentir la necesidad de coleccionar únicamente libros robados. Es la más egoísta de todas las razones, sí, pero se puede atemperar con cierta ética: no robar nunca en pequeñas librerías sino en grandes superficies; no robar libros de pequeñas editoriales sino de los grandes sellos; no robar libros de autores vivos, sino muertos. El ladrón de libros que utilice este código tendrá cierto aire romántico a lo Robin Hood, pero no podrá esconder el egoísmo fundamental de su acción.

Y tú, ¿por qué robas libros?


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Categories: Leer

About Author

José Corrales Díaz-Pavón

José Corrales Díaz-Pavón es coordinador editorial de HomoNoSapiens. Filólogo Hispánico, cree, con Eco, que la lectura es una inmortalidad hacia atrás, y ,con Kafka, que un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros.

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