Imagen | Eniola Ani Anthony
Un humanismo limpio, creíble, transparente, se ejerce desde una actitud de abajamiento, de sincero pensamiento y coherente con la vida. Nunca se podrá entender un humanismo que pretenda influir desde una posición de poder, de jerarquía dominante, ni desde una perspectiva intelectual que mire desde arriba. El humanismo, cuando se practica de manera solidaria con el otro, fluye desde abajo, desde una práctica natural de relación humana de igual a igual que, cuando mira al otro, transmite bondad, comprensión y compromiso. Para un cristiano será poner en práctica las palabras de Jesús de Nazaret; para un agnóstico será practicar los valores humanos que dignifican a las personas; para otras confesiones o creencias serán sus enseñanzas aplicadas a la vida, desde su fe, en el marco de las relaciones humanas. En cualquiera de estas opciones deberá existir la suficiente honestidad, honradez y coherencia entre lo que se dice y lo que se hace en todo momento y lugar. En ningún caso debe aparecer fundamentalismo religioso o ideológico alguno, ya sea explícito o camuflado en ese lenguaje que dice y no dice, queriendo ocultar una hipocresía que a veces aparece cargada de cinismo, pretendiendo confundir al otro en su propio beneficio o privilegio.
Echando una mirada a nuestro entorno social, me hago muchas preguntas, algunas inquietantes, porque no encuentro respuestas que puedan dar pistas de solución a actitudes y conductas individuales y colectivas, personales o institucionales. ¿Cómo proyectar un pensamiento humanista y solidario en una sociedad que cierra los ojos para no ver, que cierra la boca para no hablar, que tapa los oídos para no oír, y evita tomar conciencia de una realidad que deshumaniza tan descaradamente las condiciones de vida de tantos millones de seres humanos, privados de derechos fundamentales para vivir, al menos, con ese mínimo de dignidad que pueda dar sentido a sus vidas? Cuando miro a esa masa social, afectada por dirigismos religiosos, ideológicos, sociales, políticos, mostrando tantas veces una dependencia que ciega la conciencia de respuesta crítica, dejándose llevar por costumbres, tradiciones, modas inducidas, consumismo y tantos otros comportamientos que mueven a los colectivos humanos hacia una enajenación de la conciencia, en esos momentos me asalta esa pregunta, cargada de dudas, sobre cómo proyectar un pensamiento humanista y solidario en este tipo de sociedad. El riesgo puede ser que este pensamiento se quede enmarcado en un mundo definido exclusivamente por la intelectualidad. Es una inquietud que está ahí presente.
Leer más en Homonosapiens |¡Cuánta ceguera!