Al estudiar historia en la escuela, da la sensación de que todo lo importante pertenece al pasado, de que el tiempo presente y contemporáneo carece de importancia histórica. Hasta que alguien o algo da en la tecla adecuada y tu cabeza sale del cascarón y comienza a descubrir que en realidad, somos prehistoria que tendrá el futuro y somos más partícipes de ella de lo que parece. Que la historia no es un tostón, que nos enseña y sirve de guía para recordarnos las piedras con las que ha tropezado el homo sapiens desde hace muchos años.
El Despotismo Ilustrado es una de esas etapas que puede enseñarnos mucho en la actualidad. A mediados del siglo XVIII, la concurrencia entre el descontento social y las ideas de la ilustración provocó pequeños cambios en la forma de gobierno que a la postre resultarían ser de una envergadura mucho mayor. Estos pequeños cambios significaban básicamente un lavado de cara de las Monarquías Absolutas Europeas que con la inclusión de algunas de las ideas de la Ilustración en la forma de gobierno del Antiguo Régimen trataron de calmar los ánimos encendidos en el pueblo.
A final del mismo siglo el sistema empezó a decaer. La brecha abierta por los intelectuales de la ilustración que en un principio había servido para enmascarar un simulacro de cambio del absolutismo, siguió abriéndose gracias al empuje de los estratos más desfavorecidos -burguesía sobre todo- que pretendían un gobierno constitucional. En España, como en la mayor parte de Europa, la Revolución Francesa hace temblar la hegemonía de las Monarquías y con ello la existencia del Antiguo Régimen.
En ese contexto se desarrollan las Guerras Napoleónicas y en concreto en España la Guerra de la Independencia. Este periodo fue un caldo de cultivo ideal para conseguir un cambio real en la forma de gobierno que hasta entonces predominaba en España. La astucia de las guerrillas en el campo y el compromiso político e intelectual que se reunió en la única ciudad que resistió la invasión napoleónica, propiciaron por un lado grandes estragos en las filas francesas y por otro la creación de la primera constitución española. Así nace en España un nuevo sistema de gobierno, la Monarquía Parlamentaria, el triunfo de la burguesía y su programa político, el liberalismo.
A pesar de que este no sería el triunfo definitivo del liberalismo, si que propició una oleada de cambios políticos a lo largo del siglo XIX que probablemente se alargaron hasta la Guerra Civil.
La pregunta que yo me hago ahora es: Si damos un salto hacia el año 2212, ¿cómo contarán los historiadores este periodo de tiempo contemporáneo y sus posteriores consecuencias teniendo en cuenta la crisis política española actual, el desequilibrio mundial, una deuda total global impagable y una escasez de recursos cada vez más grave?
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Magnífica pregunta esa última, me la guardo para pensarla