Imagen|Rebeca Madrid
Cuando el Sol nos saluda en cada amanecer, nos transmite una luz que inspira esperanza para poder abrazar experiencias humanas gratas para la vida. Alienta al optimismo ver algo de alegría en los rostros de las personas, animando para trabajar por esa razón que da sentido a vivir con dignidad nuestra existencia en este mundo. Pero cuando se toma conciencia de cómo funcionan los mecanismos políticos de quienes gobiernan hoy los Estados, esa luz se torna oscuridad.
Cuando se leen noticias, comentarios, análisis, manifestaciones de presidentes de gobiernos, de políticos que se responden recíprocamente exaltados, una reflexión demoniaca aparece en estos momentos de un siglo XXI que vuela por derroteros cada vez más escabrosos y difíciles de comprender: la imposición de fuerzas destructivas que no promueven otra cosa que violencia e instrumentos de destrucción cada vez más poderosos para eliminar la vida. ¿Tan difícil es encontrar cauces de entendimiento entre los pueblos? Ahora parece resurgir esa guerra fría, que nos recuerda épocas que creíamos superadas en el siglo pasado, con amenazas de proliferación de armas nucleares que a nadie protege, ni siquiera a quienes las promueven y construyen. EEUU y Rusia vuelven a las andadas de confrontación y amenazas, suprimiendo acuerdos adoptados de control de estas mortíferas armas y proclamando que seguirán incrementándolas, incluso aquellas que fueron ratificadas como prohibidas. Es la ceguera de quienes se creen poseedores del derecho a decidir sobre la vida y la muerte. Terrible decisión.
Miremos también cómo se alimenta, ocultando los verdaderos intereses, la confrontación interna de pueblos como Venezuela, al borde de una guerra civil, donde la muerte está cada día más presente en la vida de sus ciudadanos. La convulsión arde en cada rincón de ese país, provocando hambre y desolación, desesperanza e incertidumbre de vivir en paz. Una división en la que cada parte se cree poseedora de la verdad y la razón para seguir gobernando e imponiendo su voluntad política, sin reparar en la triste realidad que viven los ciudadanos, en el dolor y el sufrimiento que inunda los hogares de los venezolanos. Mientras unos países apoyan a una de las partes y otros a sus contrarios, ¿Qué es lo que en realidad se está gestando? ¿Qué intereses económicos, políticos… mueven sus intenciones? ¿Pretenden confundir a la opinión pública con declaraciones que a nada bueno conducen sino a la ocultación de otras realidades que no quieren que salgan a la luz pública? Los hilos de la política internacional son como una red tupida e inaccesible para las personas de buena voluntad. Es una maraña tejida para que no se conozcan las verdades auténticas que mueven esos hilos.
De igual manera, otros lugares de nuestro planeta Tierra, pues ningún continente se escapa de ello: Siria, Afganistán, Yemen, Sudan del Sur, Ucrania, Somalia, El Congo… sufren las consecuencias de las directrices que se toman desde las esferas de poder económico, manejando los cauces de las políticas subordinadas a sus intereses. Sólo tenemos que mirar la realidad de Europa, de África, América, la del Norte y la del Sur, los países asiáticos… La realidad esconde muchas miserias, aunque no haya conflictos bélicos, tanto en los aspectos humanos como sociales y materiales; de ahí que se reivindique transparencia y honestidad, justicia y honradez en esa clase política que se atribuye el poder de decidir sobre las condiciones de vida de las personas. ¿No sería más deseable decidir sobre cómo evitar tanto dolor y tanto sufrimiento enquistado en millones de criaturas?
Curiosamente, hace unos 800 años se reunieron Francisco de Asís y el sultán al-Malik al-Kâmil para confraternizar ambas creencias religiosas, sin violencia; y hoy, precisamente, se han encontrado el Papa Francisco, que lleva el mismo nombre que el de Asís, con el Gran Imán al Azhar para firmar una Declaración sobre la Hermandad Humana, que no lleva tilde religiosa sino la tilde universal que pretende evitar el deterioro de la ética y el respeto por la vida humana, que afecta a esa acción internacional de la que antes hablaba, tratando de evitar que la guerra mundial se rompa en todo su poder destructivo. Ese es el camino a seguir para evitar el drama humano que tanto tememos.
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