Grito por una Tierra para la vida

Grito por una Tierra para la vida

Imagen |  Eniola Itohan

En nuestro mundo hay mucho dolor. Es cierto. Se provoca mucho sufrimiento debido a tantas injusticias, violencia, dramas humanos, vidas destrozadas, pueblos destruidos, soledad impuesta… Demasiado dolor que rompe el corazón. Es la triste imagen de un mundo lleno de oportunidades que no son utilizadas, en muchos casos, para crear alegría y esperanza sino amargura y desesperación, muerte en lugar de vida. Es verdad que esa lectura de nuestra realidad llena de lágrimas a muchos seres humanos, demasiados. Los derechos por la vida y por una vida digna son violados desde muy diferentes posiciones: gobiernos dictatoriales y despóticos; estructuras sociales que asfixian a los ciudadanos imponiendo cargas difíciles de soportar; miseria y hambre que provocan la muerte de millones de criaturas inocentes; situaciones económicas injustas, incrementadas por la terrible inestabilidad de una crisis que toca fondo, provocada, precisamente, por los que controlan el poder del dinero; la descomposición de una idea de globalización que beneficia a los países ricos y empobrece, cada vez más, a los países y pueblos pobres; la imposición, por la fuerza de las armas, de sistemas y condiciones de vida que no respetan al ser humano. Aunque se pretenda dar una imagen distinta al mundo, a través de los medios de comunicación y las declaraciones de intenciones de los políticos de turno, lo que se esconde detrás de esa terrible agresión son, básicamente, intereses económicos que se quieren controlar o posiciones de poder a conquistar para dominar los privilegios de los poderosos; culturas sociales dirigidas que generalizan comportamientos de individualidad competitiva, de consumos desaforados, de necesidades inciertas, de un bienestar soportado en acumular cosas, poseer, renovar, tirar… en lugar de crear una conciencia ciudadana basada en la solidaridad y en la corresponsabilidad de derechos y deberes; y un largo peregrinar por los caminos del mundo regados de dolor y sufrimiento.

Esta es la percepción de una realidad cruda y cierta. Es la consecuencia de un mundo gobernado por criterios humanos para destruir, precisamente, lo humano. Es como si se tratara de una forma de vida construida para el mal. No obstante, aunque se me pueda señalar como utópico, creo que hay otras opciones que pueden dar mejor sentido a nuestra existencia en esta Tierra.

Yo quiero creer que existe otro mundo, otro tipo de convivencia que encauce la conducta humana hacia el bien: hacer el bien para anular, precisamente, el mal. Una forma de gobernar el mundo donde se pueda circular por todos los lugares de este planeta sin miedo a las bombas, a los fusiles, al desprecio o al odio fundamentalista. Un mundo donde podamos compartir todos los recursos naturales y productivos para erradicar el hambre. Un mundo que posibilite el agua a todas las gargantas sedientas de este recurso imprescindible para la vida. Un mundo regido por una justicia que ni se compra ni se vende, que solamente se aplique para que sea posible una convivencia pacífica y leal a la naturaleza humana. Una Tierra habitable donde la verdad se grite sin temor, y la mentira, el engaño, la corrupción, la explotación… queden desterrados del comportamiento humano. Un planeta para todos, donde el color de la piel, la cultura, las ideas, las creencias, el origen étnico, los niveles económicos… no sean obstáculos para la convivencia, ni sean utilizados para discriminar, marginar, excluir… Un lugar para la vida donde podamos sonreír y abrir nuestro corazón a la esperanza, a la generosidad, a la paz en nuestras relaciones humanas. Yo creo que este mundo es posible, es más, yo creo que ya está entre nosotros, porque mucha gente trabaja para que esta realidad signifique, hoy, la conquista de un mundo donde toda la humanidad pueda vivir así. Un mundo donde podamos respirar en una atmósfera cargada de amor, de esa brisa natural que llena nuestros pulmones de vida y nuestro corazón de esperanza; un amor que se traduce en una forma de vivir coherente con la verdad y la vida, con la paz y el entendimiento entre todos los hombres y mujeres; un amor que se integra en la ternura y en la comprensión para que ningún niño muera de hambre y sed y tengan las oportunidades de crecer para ser hombres y mujeres con esperanza de vida. En definitiva, que nuestra humanidad comparta un lugar para la vida y no para la muerte.

 

Leer más en HomoNoSapiens | ¿Hacia dónde vamos en este planeta Tierra?

 

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José Olivero Palomeque

Creo que la palabra es el medio de comunicación que puede unir a las personas, tanto para lo bueno como para lo malo, ¡pero es la palabra, el lenguaje, lo que nos identifica como seres humanos! El hecho de transmitir vivencias que después se conviertan en experiencias a través de la palabra escrita, nos puede ayudar a humanizar más nuestro mundo relacional, a transformar nuestro entorno a través de la sensibilidad para entender la realidad humana y dar lo mejor de sí mismo. Esa idea persigo y comunico con los libros, artículos, ensayos, reflexiones...que escribo y me publican, aunque la utopía esté ahí presente; pero...¡sin utopía la vida se estanca! Porque lo que sigue es el compromiso solidario con esa realidad humana que queremos cambiar.

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