El 24 de enero de 2017 se cumplían 28 años desde la muerte de Salvador Dalí en Figueras. Pocos años parecen para quienes no lo conocimos en vida, porque ya se ha historizado tanto su figura que casi parece encontrarse a años luz.
Dalí es el máximo representante del surrealismo, junto a Bretón, creador del manifiesto surrealista. Basándose en el mundo onírico y los conocimientos del psicoanálisis de Freud, el surrealismo surge dentro de la vanguardia europea como otra vía de escape para los artistas, que se veían enfrascados en la contienda bélica de la Primera Guerra Mundial y posteriormente en la Segunda.
Podría decirse que la obra de Dalí es su propia biografía. Su vida fue vertiginosa. Siendo joven ingresó en la Residencia de Estudiantes, donde conoció a Lorca con quien mantuvo una estrecha relación. Entendiendo ese espacio de convivencia como un crisol para las artes y la ciencia, el resultado fue un grupo de jóvenes estudiantes con una gran capacidad creadora, casi autómatas. De allí surgió el juego del cadáver exquisito –una forma de crear historias rocambolescas-, la compañía teatral La Barraca y numerosas ideas que fueron viendo su fruto a lo largo de los años.
Dalí fue expulsado de la Residencia, pero eso no impidió que su carrera artística prosiguiera. Perseguido por el fantasma de su hermano, que murió antes que él y de quien recibió el nombre, el artista se manifestó contrariado con su familia. Nunca aceptaron la relación de Dalí y Gala, porque esta provenía de un matrimonio anterior con Paul Éluard y era mayor que él.
Mucho se ha escrito sobre Gala. Su retrato ha sido elaborado bajo la experiencia vicaria, como el que lee una crítica gastronómica y aún se relame sobre las páginas del periódico. La óptica de Bretón es una lente de aumento del personaje de Gala. Se le ha conferido el icono de la arpía del bestiario, manipuladora del gran genio Dalí.
Las biografías tradicionales relegan a Gala al mero papel de modelo, porque era un tema constante en la obra del artista. De hecho, llegó a escribir un poema paranoico para explicar su obra La metamorfosis de Narciso, en el que revelaba a Gala como su mayor amor, aquella persona que lo salvaría de hundirse en las aguas al tratar de tomar su reflejo.
Estrella de Diego, que recientemente ha entrado a formar parte de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, escribió en 2003 Querida Gala, un ensayo biográfico sobre Gala Dalí. Realmente no supone una enumeración de acontecimientos en su vida, sino la incursión de su presencia en la vida y obra de Dalí y su caracterización como artista. Y no es por sus obras surrealistas, sino porque ella misma se modela, como si escribiera una novela, como con palabras de barro fáciles de alargar y estirar, de cambiar la expresión, de mutar. Gala fue imagen, Gala fue idea, Gala fue artífice. No solo fue Gala Éluard, ni Gala Dalí.
Aunque de Diego ha recibido el menosprecio de la crítica porque notables veces descalibra su óptica de género, es honroso y meritorio el estudio que realiza sobre Gala, sacándola de la oscuridad del discurso de Bretón y constituyendo una imagen femenina equiparable a las mujeres fuertes de la Biblia. Amarga las lascivias dulcificadas y dulcifica los rasgos oscurantistas.
Y ante esta disertación os preguntaréis por qué empecé con Dalí y acabé por Gala. Su relación simbiótica los convierte a ambos en sendos generadores y manufactureros de su obra que no solo fueron lienzos, escenografías, objetos y escritos. Ellos mismos fueron los personajes de la novela más surrealista jamás contada. Se cumplen 28 años de la muerte física de Dalí y, aunque el recuerdo de su Gala había echado raíces hacía 7 años, ésta marchitó con él una segunda vez.
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