Muchas son las pistas que nos permiten ver en el filósofo Javier Sádaba (Portugalete, 1940) un alter ego de David Hume, auténtico fundador de la filosofía de la religión. Ambos simpatizan con el empirismo, el escepticismo moderado, el rechazo del dogmatismo y la necesidad de investigar las relaciones entre la religión, la ética y la política. Es un hábil e incisivo polemista y uno de nuestros pensadores más originales y mediáticos. Durante muchos años ha ejercido como Catedrático de Ética en la Universidad Autónoma de Madrid, y ha sido también profesor en las universidades de Tübingen, Columbia, Oxford y Cambridge. Además de ser un contumaz aficionado a “pensar en directo», se decanta por una ética erótica, así como por una bioética y una filosofía de la religión de corte laico. Más de treinta libros publicados y numerosos artículos, presentaciones, prólogos y participaciones en volúmenes colectivos dan fe de todo ello.
La Filosofía de la Religión es una reflexión y valoración de las distintas religiones que ha creado y recreado la imaginación humana. Y lo es a la manera que existe una Filosofía de la Ciencia o una Filosofía de la Moral. La comparación, sin embargo, no es correcta. Porque la ciencia es un saber seguro en sus aspectos más básicos y la moral, a pesar de las diferencias en sus contenidos, logra consensos suficientemente fuertes como para poder decir, por ejemplo, que no se puede matar por placer o que es mejor ayudar al débil que humillarlo. En la religión todo cambia. Existen miles, se pelean entre ellas y proclaman su verdad contra la falsedad de las otras. Por eso, la reflexión filosófica lo tiene mucho más difícil. Más aún, la cantidad de religiones nos hace más visible que no hay una sola filosofía sino diversas maneras, un tanto interesadas, de filosofar.
En España la Filosofía de la Religión es reciente y comienza a hacerse un hueco, a trompicones, en la Universidad. Y es que lo que ha mandado hasta el momento ha sido la Teología, “ciencia del absurdo” en palabras de Bakunin o, esto ya es mío, afán por legislar en lo desconocido. Las religiones no desaparecen. Mientras la secularización es un hecho que se extiende no poco por el mundo supuestamente civilizado y hasta por España, que no la considero tan civilizada, nuevas y viejas religiones renacen como hongos. Y son peleonas, guerreras, meten la nariz y el bolsillo por todas partes. No me refiero solo a las más llamativas y que dan disgustos con frecuencia. Los evangélicos, por ejemplo, que se reproducen a velocidad de vértigo, se han convertido en uno de los enemigos declarados del laicismo. La Universidades privadas han sido rápidas y se han dado cuenta de que hay que integrar en el curriculum filosófico a la Filosofía de la Religión. Son ya catorce las que la incluyen en España y todas o casi todas son católicas. Poco hay en las públicas pero sí se enseña en más de una como asignatura obligatoria, que no como troncal. Esa “Filosofía”, que algunos llaman, Filosofía Aplicada como si hubiera otra para meterse en la cama y dormir, la he estado impartiendo yo durante muchos años. La razón no era otra sino que mis colegas no tenían ni idea y a mi siempre me ha gustado. Mas aún, me ha parecido y parece necesaria. Brevemente, explicaré por qué y su relación con el laicismo.
En España la Teología ha sido apabullante y ha ahogado cualquier análisis de lo que son las religiones; esas distintas proyecciones que hacen los humanos para inmortalizarnos y huir de un mundo en el que abunda el dolor. Por eso, algunos que han comenzado a hacer Filosofía de la Religión con la intención de que fuera autónoma y sin el paraguas de la Teología, han acabado haciendo Teología secularizada. Incluso han pensado que los grandes y recientes filósofos que han hablado de la religión estaban funcionando como filósofos que estudian y juzgan las religiones. No era así. Continuaban introduciendo la religión en su sistema filosófico. Es el caso de Hegel. No recomiendo a nadie que lo compruebe porque para leer a este teutón hay que tomar antes un par de gin-tonics. Estudiar la religión requiere situarse fuera de ella, analizarla como se analiza un hecho realmente humano. El primero, para mí, que hace ese estudio de manera independiente y se mide con las distintas religiones es el filósofo escocés David Hume. Un modelo de agudeza y en nuestro caso el que pone los cimientos para conocer los productos fantásticos que creamos. Antes de seguir, quiero añadir que nunca he dado clase en la Enseñanza Media. En la Universidad empecé y en ella he acabado. Los alumnos que recibo vienen con un desconocimiento de las religiones monumental. Les queda alguna noción del catecismo y poco más. Cuando les empiezas a relatar otros credos tal vez sepan algo de los mitos, cosa sin duda importante porque siempre van enlazados con las religiones, pero poco más. Quién sabe si el cura que les ha dado clase les ha hablado de la Constitución y poco más. Es de risa.
Me parece que la tarea ha de ser otra. Se debería empezar con los primeros filósofos griegos y cómo estos critican las fantasías míticas. Después indicarles que aparece la interferencia cristiana que pronto se apoderará de todo el espacio teórico y práctico. Es desde ahí desde donde comenzaron a liberarse, con mil obstáculos, algunos filósofos como el citado Hume. Y entonces la tarea consiste en dar los siguientes pasos desde una zona libre de todo lo que coarte el pensamiento racional. Primero conocer al máximo las religiones que existen en este mundo. Tarea imposible, pero siempre está en nuestros manos recurrir a una antropología que mire más allá de nuestro ombligo. En un segundo paso hacerse una idea de las religiones que nos son más cercanas. Sabemos algo del budismo, del jainismo o del hinduismo. Y hemos de saber mucho más de las religiones monoteístas, las más duras y rígidas, como es el caso del judaísmo, del cristianismo y del temible islamismo. Y es temible porque radicaliza el monoteísmo en donde todo es Dios y los demás no pintamos nada. Para enterarnos de estas cercanas religiones una buena Historia de las Religiones es de gran ayuda. Que es lo que habría de estudiarse en la Enseñanza Media. Finalmente criticar desde la razón nuestra religión cultural, el cristianismo, tanto en su versión de religión revelada como en su versión supuestamente racional. A la primera la ha destruido la crítica histórica. Y a la segunda la ciencia. Además, en todo caso podría llegar esta segunda a un Demiurgo o Superman, pero no a un Dios todopoderoso y bueno. El único refugio que le queda al creyente es el de la fe. Pero ahí no entramos. Respetamos su última opción, pero si habla ha de someterse a los estándares de racionalidad y no a oscuras especulaciones.
Pero a la Filosofía de la Religión le toca otro cometido que tiene que ver con la moralidad. Por un lado, ha de decir que, teóricamente, no es creíble ninguna religión aunque unas sean más aceptables que otras. Unas son más pacifistas y otras más belicistas y, en cuanto tales, más o menos empáticas. Y, finalmente, que una república laica colocará a la creencia religiosa a la altura de las demás. Y si confrontada con las demás sale perdiendo, eso ya no es cosa nuestra. Lo que sí es cosa nuestra es que, como ocurre en España, se sitúe por encima, que posea privilegios y que nos diga cómo hemos de nacer o morir.
Francisco Javier Sábada Garay
Imagen| Rafael Guardiola, «El sentido de la vida»
Presentación| Rafael Guardiola
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