Estado del Bienestar: de Jefferson a Bismarck

Estado del Bienestar: de Jefferson a Bismarck

 

Acaba de comenzar el rally electoral español donde, por primera vez, el gobierno actual va a ser sondeado por la población tras la implantación de los severos ajustes fiscales desde la toma de poder a finales de 2011. Sin ánimo de hacer un diagnóstico profundo de la situación electoral española, lo que de verdad se está cuestionando en los despachos de todos los partidos es la continuidad del Estado de Bienestar tal y como lo conocemos. Que no se me malinterprete, no creo que ningún partido represente una opción real de custodio social. Y es que, resulta ineludible pensar que el sistema de garantías y libertades que nos dimos los europeos hace décadas se ha visto minado por los avatares de la economía en los últimos siete años.  Y esto lleva a otra reflexión, si la situación anterior a la crisis era finita en el tiempo o por el contrario se puede volver a ella. Sinceramente creo en la irreversibilidad del proceso, y es que la mentalidad low cost no es simplemente un formato más competitivo para ciertos nichos de mercado, es una manera de concebir la vida, el embrión de la nueva clase media europea.

Desde aquel discurso en el Reichstag de Otto von Bismarck en 1862: «demos al trabajador el derecho al trabajo mientras tenga salud, el derecho a la salud cuando esté enfermo, y el derecho a una pensión cuando sea viejo” se han dado pasos de gigante para hacer realidad un marco político que materializase esa ambiciosa frase.

Hasta hace poco se pensaba que el bienestar social era un proceso ineludiblemente creciente, pero no es así. Se está empezando a tomar conciencia del valor que tenían las garantías que creíamos infinitas y perdurables, de la importancia del trabajo como piedra angular en la dignidad del individuo y de lo importante que es la participación en la cosa pública.

Quizá el problema  ha sido creerse a pie juntillas la sentencia de Bismarck sin sondearla con lo escrito por Thomas Jefferson 86 años antes: «la libertad, la igualdad ante la ley y la pretensión de mejorar son los rasgos de la dignidad con la que todos hemos sido creados pero los individuos tenemos derecho a la persecución de la felicidad, no a conseguirla de forma segura a través de la intervención coercitiva del Estado

Ese anhelo de felicidad y mejora es lo que aún nos define y supone el motor del progreso.

 

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Vicente Bustos Izquierdo

Analista de riesgos. Máster en Banca y Finanzas. Madrid.

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