Espere aquí su turno

Espere aquí su turno

 

Igra espera.

Está en un país alejado del lugar donde ella nació, tan lejano y a la vez tan cercano al lugar donde podría haber nacido.

Tiene todos los papeles preparados, con todas sus firmas, abajo a la izquierda. Una firma cambiada anualmente, a conciencia, probando nuevas tipografías, nuevas formas. Igra espera y está nerviosa. La revisión anual de identidad le genera una inquietud que se suma a la agitación de sus compañeros de fila. La chica de atrás se coloca su pelo teñido de rosa, seguramente un nuevo tinte, un nuevo rosa. Al fondo de la sala, un hombre estrena acento luxemburgués.

Igra espera y piensa en su nuevo nombre. No le gusta pero fueron tantos los preparativos que no tuvo tiempo de pensar en uno mejor. Tecleó letras aleatorias en su ordenador y aceptó el resultado. Igra, Igra, Igra, Igra… lo repetirá hasta que se sienta reconocida.

Mira de reojo su número, 364_U_4, le queda poco. Repasa los papeles con sus nuevas uñas largas. Le asustan sus nuevas uñas largas.

Espere aquí su turno. Igra, Igra, Igra, Igra… La burocracia anual.

Desaparece el 364_U_3 e Igra puede ver la cara de su examinadora. La funcionaria de mueca congelada, vestida de ceniza. Igra se pregunta si la mujer gris también pasará la revisión anual de identidad, si la mueca viene de casa, si será un examen compartido entre funcionarios en el descanso del café.

Con los pies clavados en el suelo, alarga la mano con los papeles.

La mujer gris los organiza por bloques, haciendo pilas de hojas de izquierda a derecha con una destreza sorprendente. Levanta la cabeza clavándole una mirada decisiva.

–  ¿Igra?

–  Sí, Igra.

– Déjeme ver las manos.

Igra saca las manos de sus bolsillos, lugar seguro, conocido. La mujer gris revisa la hoja de “Aspecto físico” y finge estudiar las uñas con atención. Revisa otro papel.

– Este año le toca jazz. Escuche todo el jazz que pueda. Abandone la electrónica. Que no quede ni rastro.

– ¿No era acumulativa?

– La música es sustitutiva, debería saberlo ya.

Igra asiente y lo apunta todo en un papel de liar, el único que ha encontrado antes de salir de casa.

–  Mire, la que si es acumulativa es la solidaridad. Esta cláusula la han cambiado este año. Es muy sencillo. Le ha tocado los tartamudos. Lo compaginará con lo que ya se le asignó el año pasado… que era…

– La defensa de los animales.

– Ah, sí.. aquí está, los animales. Se debe ocupar entonces de los tartamudos y de los animales. En la primera planta le pueden indicar donde debe ir para inscribirse en la asociación.

Igra sigue asintiendo y apuntando.

–  No es necesario que apunte nada, ahora le daremos el informe con todas las indicaciones.

Igra deja de escribir, ha dejado una palabra a medias: “Primera Plan”. Levanta el lápiz, hace ademán de guardarlo pero lo vuelve a ver: “Primera Plan”.

– Espero que ese papel sea el último que le quede.

Igra aprieta el lápiz y dibuja el final: PlanTA, PlanTA, PlanTA.

–  ¿Perdón?

–  Que usted debe dejar de ser fumadora. Se le concede un puro al mes.

–  No me gustan los puros.

–  Entonces, mejor para todos. Sólo es opcional.

La mujer gris sonríe. Igra examina sus labios, finos y elásticos; se nota que no es la primera vez que los usa. Igra se imagina a la mujer gris sonriendo en un sinfín de situaciones. Ante un ejército de ovejas esquiladas, ante una casa en llamas, ante un masajista bajo la lluvia, ante su perro en libertad, ante un cuadro de familia renacentista… La risa de Igra es cada vez más sonora, escupe carcajadas llenando todo el aire de la oficina. Es consciente de su espectáculo, tan grotesco como necesario. Sus espasmos van más allá del bien y del mal, es una risa que la empodera. Igra ríe y aprieta fuerte la mano, encierra su respiración. Igra ríe y se contrae. Igra ríe y reduce el papel de liar en una esfera diminuta.

-¿Todo bien?

-Sí, gracias, sí.

– No ha hecho nada respecto a la mascota. ¿Sigue teniendo el perro?

– Ya.. sí. Miré el tema de los gatos. Pero tengo alergia.

– Podía probar con otro animal, no es imprescindible que sean gatos.

– Lo sé… pero con la defensa animalista me cuesta deshacerme de él. Es complicado, no… no he podido.

La mujer gris imprime la hoja de las penalizaciones. Igra digiere sus últimos vestigios de risa. A su alrededor, hombres y mujeres con atributos nuevos discuten con mujeres y hombres grises (tal vez, nuevos grises) e insisten en su estricto cumplimiento con todo lo requerido. Sus gestos, movimientos y actitudes indican un autoconvencimiento forzado, una voluntad exacerbada de atenerse al cambio con la mayor rigurosidad imaginable. Tan asimilada que se ha tornado incuestionable.

–  Aquí tiene todo: su informe de identidad, el certificado de examen, las penalizaciones por incumplimiento, el decreto moral del cambio anual y las fechas de revisión de identidad. Ya sabe, acudirán a su domicilio para realizar la comprobación trimestral. Firme aquí, aquí y aquí.

Igra no escucha, sólo observa los ojos de la mujer gris, son grandes y verdes. Acaba de descubrir los ojos grandes y verdes de la mujer gris. Igra firma aquí, aquí y aquí y recoge todas las hojas.

–  Tienes unos ojos muy bonitos.

–  Que tenga un buen día.

Igra asiente y se aleja de la mujer vestida de ceniza. Lee por encima su informe de identidad: “mar y no montaña, nueva creencia a escoger, sustituir las parejas sentimentales mulatas por rasgos arios, aprender a tocar un nuevo instrumento (preferiblemente de viento), cambiar la comida de Navidad, sustituir los cuadros por rayas, sumar diez refranes al lenguaje cotidiano, practicar tres deportes nuevos, cambiar la hora para lavar los platos, sustituir animal de compañía, comer quesos de origen caprino y dejar el vacuno, leer cómics en blanco y negro (la recogida de cómics en color se hará el primer lunes de cada mes de 10 a 13), indumentaria amarilla, sustituir los bailes de cadera por los bailes de pies, añadir gas a las bebidas, cambiar de nombre, de firma, de gustos musicales. Regalar petunias, ya no rosas, a los seres queridos. Ser fiel amante de las fiestas y aguantar hasta las 05 de la mañana cuando haya más de 20 personas (se permite las 03 de la mañana si el número de asistentes es inferior a 10). Dejar de llamar viejos a los ancianos y volver a llamarlos ancianos. Abandonar la generosidad y aplicar la amabilidad. Demostrar una nueva habilidad de fácil reconocimiento. Respetar las indicaciones, pagar los incumplimientos en su debido plazo. Asimilar la identidad cambiante lo más rápido posible. La institución dispone de psicólogos para la atención al ciudadano en caso de dificultades. Tales dificultades deberán ser expresamente reconocidas por los expertos.”

Igra y su informe de identidad, Igra y su vista ya nublada. Sale a la calle, piensa que la calle la salvará. Cuando llegue a casa estudiará su nueva identidad, ahora está demasiado abrumada. Se tomará el trayecto hasta su casa como un espacio-tiempo de libertad, en plena conciencia de la que pueda ser su subjetividad más depurada. Su propia tierra de nadie. Cederá este pequeño tramo a la duda, sin saber quién es Igra o quién fue aquella mujer antes de ser tantas mujeres.

Mira la calle y las nuevas identidades que la pasean. Dos hombres forman una estatua humana, imitando un personaje irreconocible, ambiguo y abstracto. Inertes, libres de cambio. Igra se para a su lado. Se le cae una uña, no las ha pegado bien. Nota la exhalación de los hombres estatua. Poco a poco, se despega las demás uñas con ayuda de sus otros dedos.

Igra espera.

 

Leer más en Homonosapiens | Las cuatro de la tarde en casa de Gef

Imagen | Marta Juliana Abril

 

Categories: Literaria

About Author

Cristina Juliana Abril

Cristina tiene necesidades narrativas desde 1991 (Barcelona). Durante su infancia se desahogó escribiendo relatos entre los que destacan: "Cleo", "Baralles inútils", "Las sensaciones", "La estatua parlante", "El invierno en Roma" y "Es va cremar La Vanguardia". Su relectura la ha empujado a retomar la escritura. Marta busca, pega, encuentra y monta cosas. Marta hace collages desde lo que escribe Cristina o Cristina escribe desde los collages de Marta. A Marta y a Cristina les mueve el com-partir.

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