Llega la Navidad y rápidamente sacamos nuestros mejores adornos para engalanar la casa en esta época festiva de grandes comidas y visitas familiares. El belén es el ornato más codiciado por grandes y pequeños: unos por la minuciosidad con que lo montan, otros por lo divertido de las figuras.
Belén es el nombre que se da al conjunto de piezas que escenifica el nacimiento del Niño Jesús, hito de la Cristiandad. Aunque recientemente se ha divulgado la investigación de las fuentes bíblicas que verifica que el nacimiento no se produjo en Belén sino en Nazaret, se ha utilizado el topónimo del mito para dar nombre a esta decoración tan singular.
Algunos museos albergan belenes históricos en sus colecciones permanentes. Otras instituciones sacan los suyos a relucir con la llegada del Adviento. Pero siempre hay algo en común: ¿por qué las instituciones montan belenes napolitanos? ¿De dónde procede este grupo decorativo?
El belén napolitano deriva del pesebre napolitano, una tradición navideña de origen medieval con lugar en Nápoles basada en la escenificación artesanal del misterio. Hacia el siglo XVII aparecen figuras de personajes de la Nápoles de la época con total detallismo tanto en los rasgos como en los atuendos y en la representación de las actividades de ocio y comercio del momento.
La época áurea del belén napolitano está protagonizada por Carlos III de Borbón durante el siglo XVIII en que se enmarca su reinado. El considerado “rey alcalde” de Madrid importó de Nápoles la moda del belén. Aproximadamente en 1760 Carlos III encargó estatuillas para el belén que regalaría a su hijo Carlos IV, que tan solo era un infante. Como era común, la moda corrió por las calles de Madrid y las clases altas imitaron al monarca, derivando en una tradición que llegó a asentarse en todos los hogares.
Actualmente Madrid oferta una ruta de belenes napolitanos nacidos a partir del capricho regio. El heredero del primitivo belén para el Príncipe es el que puede visitarse gratuitamente en el Palacio Real, que además conserva algunas figuras originales.
Igual de monumentales resultan otros belenes a lo largo de la geografía española. El belén napolitano del Museo Salzillo de Murcia fue reunido pieza por pieza por los hermanos García de Castro, una labor encomiable de búsqueda crítica y rastreo que culminó con su donación al museo en 2014. Si bien el primer belén reunido por completo y adquirido por el estado es el que expone el Museo Nacional de Escultura de Valladolid desde 1996.
Este montaje aparentemente inocente lleva consigo meses de trabajo de escenógrafos, artistas y artesanos que cada año renuevan la imagen de este icono tan asentado en nuestra tradición religiosa. Existen tendencias que reivindican el carácter histórico de la Nápoles del momento, con las telas que utilizaban para sus vestimentas y las actividades del día a día. Otras más rompedoras abogan por retratar personajes actuales que lleven al espectador a la interactuación con la escenografía.
Sea como fuere, la tradición belenística ha llegado a gran cantidad de hogares convirtiéndose casi en un ritual de paso para la Navidad. Lo que nació en una ciudad italiana y viajó por el Mediterráneo como capricho de un monarca ha trocado en delicia del detalle y ornato para la festividad más dulce del año.
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Hay un Belén Napolitano, desconocido por mucha gente cuyo mérito principal está en que está construido integra y artesanalmente por una señora, Doña Pilar Tobar González, de 85 años de edad. Esta señora va a Nápoles compra cara, manos y pies de las figuras y ella las monta en armazones de estopa después de haberlas pintado. La ropa la confecciona también ella. Igualmente construye los edificios del Belén. En el montaje del Belén es ayudada por su hermana. En Navidades está expuesto en: Convento de San José Y Santa Ana (Carmelitas Descalzas). Calle General Aranaz nº 58. La reseña del Belén está publicada en el boletin que en estas fechas edita el Ayuntamiento de Madrid
Qué increíble, ¡muchas gracias!