No se imaginan las dimensiones y la prestancia que alcanzó mi sonrisa al escuchar las palabras de aquella joven filóloga en potencia madrileña, que había contratado mis servicios como profesor particular, para intentar salvar el muro, aparentemente infranqueable, que había creado la asignatura de Lógica en el progreso de sus estudios académicos. Era lunes y, como había sucedido en las dos sesiones anteriores, me temía que los ejercicios de lógica simbólica que el flamante filósofo novel –ese soy yo- le había propuesto a mi discípula dormían el sueño de los justos en su florida carpeta forrada de los 80. Pero no fue así. Nada más comenzar mi clase me espetó: “este fin de semana he comprobado que es muy útil saber algo de lógica, porque me ha ayudado enormemente a la hora de discutir con mi novio”. Por lo dicho, se entiende que mi alumna había “ganado” la confrontación dialéctica y que había llegado a pensar que eso de la lógica era una cosa muy seria, una buena herramienta conceptual para la vida cotidiana.
Las virtudes prácticas del “juego de la lógica” (parafraseando el título de uno de los escritos del lógico y matemático decimonónico Lewis Carroll, más conocido por la reina Victoria y sus súbditos, y tantas generaciones de niños y niñas, por ser el autor de Alicia en el País de las Maravilas) son tan añejos como el propio saber filosófico, tanto en Oriente como en Occidente. En este último caso, debemos su presencia plena en el siglo IV a. C, de un lado, a los Estoicos (quienes ya habían comenzado a pergeñar un siglo antes una incipiente “lógica de enunciados o lógica proposicional”, aplicable a las afirmaciones tomadas como un todo, sin distinguir sujetos ni predicados), y de otro, al cerebro polivalente de Aristóteles, quien alumbró con su Silogística, lo que los lógicos contemporáneos tienen a bien llamar “lógica de predicados” (empeñada en desentrañar la validez formal de los razonamientos engendrados con enunciados cuyos elementos constituyentes –sujetos y predicados- cobran vida para el filósofo y son analizados por éste). No obstante, las concepciones de estoicos y aristotélicos difieren y, de algún modo, esta brecha se mantiene actualmente en el seno de esta noble ciencia, por muchos desconocida como tal, que es considerada por algunos (los logicistas) como la auténtica matriz enciclopédica de la que surgen las matemáticas y la informática. Como verán, esto se está poniendo serio, porque ningún padre responsable que se precie animaría a sus hijos a descuidar los contenidos de los saberes citados. Para Aristóteles la Lógica es un mero instrumental al servicio de la actividad científica, un requisito previo para poder adquirir destrezas científicas y afrontar con éxito problemas prácticos (como el que tenía mi alumna de tiempos del Jurásico, para vencer en un debate, o lograr una comunicación eficaz blindada por la corrección formal para evitar engaños retóricos), pero para los Estoicos la Lógica o ciencia del logos adquiere la condición de parte inseparable y sustantiva de la filosofía. Aquí conviene añadir que en sus Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres, el historiador de los filósofos de la antigüedad, ya en el siglo III a C., Diógenes Laercio, cuenta que los Estoicos comparaban la Filosofía con un huevo. En el exterior, en la cáscara, habitaba la Lógica, a continuación nos toparíamos con la Ética, para encontrar finamente la Física en el lugar más profundo. Espero tener la ocasión de profundizar en artículos posteriores sobre ambas concepciones para que puedan tener elementos de juicios a la hora de decantarse, llegado el caso, por las cáscaras de huevo o la caja de herramientas.
Siguiendo la estela de los Estoicos y del pensador mallorquín del siglo XIII, Llull, Leibniz, el genial filósofo y científico alemán del siglo XVII –autor, entre otras minucias, del cálculo infinitesimal, algo que, al parecer, descubrió también Newton, pero por una vía diferente- puso énfasis en la idea de lograr un lenguaje completo y automático para el razonamiento, prólogo de la emancipación definitiva de la Lógica como ciencia formal por obra y gracia de Boole y Frege, ya en el siglo XIX. La matematización hizo posible el nacimiento de la Lógica contemporánea como una ciencia que se ocupa de la razón, es decir, de las reglas que establecen la validez o corrección formal de los razonamientos, haciendo abstracción de cualquier contenido y fijándose en la estructura de las formas de razonar que exhibimos los humanos.
En la actualidad no sólo de validez formal y claridad vive el lógico. Tengo la intención de ocuparme, en próximas entregas, de la “Lógica de la argumentación”, esto es, de razonamientos que intentan probar o contradecir una tesis, convenciendo a un interlocutor de la verdad o la falsedad de aquella. Nos adentraremos en el sugestivo mundo de las falacias y las paradojas con gran profusión de ejemplos. Llegado este momento, nos familiarizaremos con los placeres de la formalización y cosas más sesudas.
Para finalizar, voy a mostrar mis cartas en mi reflexión sobre la ciencia Lógica. Pienso que la comunicación eficaz y sincera ha sido y es un auténtico imperativo moral, como ha puesto de manifiesto, por ejemplo, el discurso de Habermas, y el uso de la Lógica nos proporciona, en principio, las bases para la reflexión sobre el lenguaje y un remedio eficaz para combatir las distorsiones cognitivas y “los odios que al mundo envenenan”, como decía la letra de un famoso himno revolucionario. Una comunicación no violenta que se precie, al estilo de la que propuso Marshall B. Rosenberg para mediar en el conflicto entre judíos y palestinos, nos exigirá observar sin emitir juicios de valor, ser capaces de expresar los sentimientos tras su identificación, mostrar claramente nuestras necesidades, y transmitir sin tapujos lo que esperamos del otro, con el firme propósito de enriquecer nuestra propia vida. La lógica aclara, en las controversias humanas, lo que el miedo oscurece.
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Imagen | Inferencia 1, Rafael Guardiola.
He leido vuestro post con mucha atecion y me ha parecido practico ademas de bien redactado. No dejeis de cuidar esta web es buena.
Saludos
Muchas gracias por tu opinión. Es un honor contar con lectoras como tú. Salud y alegría.
Revisito tu artículo, Rafael, y vuelvo a agradecértelo.
Vuelvo a agradecer tu generosidad y, con ella, el privilegio de la amistad. Salud, alegría y un poco de picardía.