Imagen| Fernando Ivorra
Pero a partir de donde el surgir es para las cosas, también surge hacia allí el sustraerse, según la necesidad; pues se dan justicia y expiación unas a otras por su injusticia según el orden del tiempo.
Anaximandro
La normalidad es lo menos normal del mundo. Tanto quiere poner de sí, tanto deseo contenido de igualar al mundo, que se anega en su propia pretensión. Es tan pretenciosa… Y ese es su mayor defecto, querer ser normal, porque, si al menos fuera capaz de cuestionarse un poco a sí misma… Una normalidad problemática, al menos, no una perfecta normalidad… Pues bien, nuestros protagonistas, de este nuevo café filosófico desde casa, pusieron a la normalidad en su sitio. Hablemos de normalidad, pero no nos creamos que ya somos normales… ¿Qué es eso de “lo normal”? ¿Quién lo dice, quién lo decide? ¿Desde dónde, hasta dónde? En fin, que ser normal es lo más anormal del mundo. Y si el Gobierno está hablando de la “nueva normalidad”, ¿qué es lo que están queriendo decir?, ¿ya la había, obtendremos una nueva? Nuestro tiempo iría de normalidad en normalidad… ¿Y qué, entonces, es lo que hay en medio? El vacío, una pre-normalidad, una pos-normalidad… Aclaremos, con la ayuda de nuestros participantes, esta locura… de la razón. Y si fueran éstas frágiles normalidades…
Ya sea dura o quebradiza normalidad, vayamos a dotar de algún significado mínimo a esta noción, de manera que podamos hablar de lo mismo, más o menos lo mismo… ¿Y si nos referimos con ello alo que estábamos habituados, acomodados a eso, viviendo en eso conocido? Sería, simplemente, aquello que se da con más frecuencia, habitualmente, sin pretender ningún otro tipo de unanimidad. Para comenzar, podría valer este predominio, con todas las excepciones que le son propias. La norma crea la excepción y ésta la certifica, dicen. Y así parecen ser las cosas de este mundo nuestro, donde la paradoja es la dueña de la casa, donde habitan ilusos e infelices esos humanos, tan humanos, que se creen que son ellos quienes. Para poder seguir hablando, pues, quedémonos en tan difuso predominio, esa santa normalidad… Y claro, como en el fondo está la paradoja que cuenta con nuestra inseguridad, nuestra ingenuidad, nuestro deseo de conocimiento fiable y veraz, se nos pone la piel de gallina cuando creemos abandonar dicha sacrosanta normalidad, aunque fuera débil. La paradoja pierde su sustrato y queda a la intemperie en los momentos de cambio, de vacilante normalidad. Y aflora el miedo soterrado que ya había…
–Ni antes era todo lo mismo, ni ahora tampoco…
–De acuerdo, investiguemos los componentes de esta normalidad en ciernes…
–Hay varias normalidades pugnando ahora, a la vez, aunque no sean tan generalizadas como antes. En esto es diferente lo que está ocurriendo ahora.
–Nuestros modos de vida, que ya eran variados, están siendo cuestionados permanentemente en estas pocas semanas que llevamos…
–No sabemos hacia dónde vamos, la incertidumbre se ha instalado… Ya había, pero ahora se mueve como pez en el agua.
–¿También se ha hecho dueña de la casa? ¿Una co-gobernanza? (risas)
–¿Por qué no?
–Lo más curioso de esta normalidad en trámite es que ya la estamos viviendo y no la estamos viviendo… Diríamos que están sus pies repartidos entre el antes y el ahora…
–El aprender se pide su habitación hermosa, con buenas vistas al porvenir… (varios: ¡déjalo, anda…!)
–Está muy claro, para mí, que están emergiendo nuevas formas de conciencia, se está viendo la importancia de los vínculos, cómo va variando nuestra conciencia del tiempo… Ahora disponemos de tiempo, ya no hay excusas, pero no acabamos haciendo aquello que queríamos hacer, cuando no podíamos…
–Claro, esta normalidad nos pone en relación con nosotros mismos, pero, ¿qué estamos haciendo nosotros?
De ahí que el grupo se aprestara a poner dos advertencias sobre la mesa, antes de enfilar los nuevos valores que se estarían fraguando, que estaríamos gestando “nosotros” sin saber, sin mucha dirección consciente. (Y, mirad que estábamos tomando conciencia juntos, lo que a todos los participantes le parecía más relevante; mirad que, no en vano, estaban filosofando.) Uno: el pasado nos dice que no se aprende, que no hemos aprendido a aprender, a aprovechar las oportunidades históricas que se nos presentan, que después de un desajuste, viene el reajuste… Y sin embargo, la clave sería esta re-colocación en el eje, y cómo la ayudamos, qué giro sobre el eje está en nuestra mano. Ejemplo: las nuevas tecnologías nos brindan sus productos, con sus guiños, ¿serán instrumentos de liberación, del yugo de los horarios y las rigideces, o nos acomodaremos alienados y dependientes? Dos: no perder de vista otras crisis anteriores, especialmente, la más cercana de 2008. Respecto a ésta no se puede decir que hayamos aprendido mucho; una vez salvado el sistema financiero, la vida continúa a su servicio. Y ahora esta pandemia nos está despertando, dándonos en la cara con todo lo que es más importante, por ejemplo, la fortaleza de lo común y de lo público, por ejemplo, la convicción de un destino común de la humanidad. Aunque, si no aprendimos del fracaso de la salida a la anterior crisis, ¿aprenderemos de ésta? Si no aprendemos de cada crisis, ¿estaremos más preparados para la siguiente? Tales eran las dudas que aleteaban encima de la mesa… y tú también estás sentado alrededor de ella.
¿Y cuáles serían esos nuevos valores, aquellas cosas a las que dirigimos nuestra atención, y nuestro juicio positivo? La nueva tabla de valores fraguándose… Como diría Nietzsche, valores trasmutándose, desde una nueva vida y un nuevo mundo amanecidos. 1) El valor de las necesidades primarias, que siempre están, que no pueden obviarse. Muchas cosas importantes han sido despreciadas, las más básicas, y ahora las necesitamos: el aire, la tierra, el agua, los demás seres vivos… los demás seres humanos. 2) El valor de un sistema político a favor del pueblo (una verdadera democracia). No necesitamos este juego de poder, este politiqueo contrapolítico. Los ciudadanos necesitan confiar en sus instituciones, sus gobiernos, sus representantes. Pero, si en el fondo, estos no confían en la democracia, y han de sortearla con mil trucos y estrategias, no sobreviviremos juntos, será la selva del sálvese quien pueda y como pueda… 3) Y, entre las cosas básicas de esta vida que vivimos, estaría también la conciencia de la muerte. Si la rehuímos, la sustituimos, la convertimos en tabú, si no tomamos conciencia de nuestra finitud, la muerte nos hará muy vulnerables, pues llegará y no sabremos qué hacer con ella. 4) Y si hablamos de lo básico, de las necesidades más básicas, no olvidemos que todas ellas son comunes, son consustanciales a la condición humana. Ya es hora de priorizar o, al menos, no dejarlo de lado, a lo común, lo universal, frente a lo particular e interesado. Nuestro mayor interés ha de ser lo desinteresado, universal. 5) ¿Y la creatividad? La posibilidad de nuevos nuevos mundos depende de nuevas miradas. Es la mirada la que crea el mundo. Una crisis es un revulsivo para mirar de otra manera. La normalidad es pasado, el futuro es creatividad.
Pero la creatividad necesita juego, necesita margen, necesita donde moverse, necesita vacío. Las grietas son vacío, las cosas necesitan un entre ellas donde existirse, si no, hay normalidad fija, ruda, impenetrable, ni siquiera hay cosas… pues no habría diferencias. La nueva normalidad necesita ser problemática, conservar esta problematicidad intacta (Gilles Deleuze). Sin problema, no hay solución. Sin conflicto, no hay evolución. “El conflicto es el padre de todas las cosas”, nos decía hace muchos siglos, Heráclito, el claro.
Leer más en HomoNoSapiens| Después de la pandemia Café filosófico: ¿Qué podemos aprender ahora? Solidaridad, hacia una común humanidad
Café Filosófico desde Vélez-Málaga (11.12), 15 de mayo de 2020, a las 17:30 horas, Sala on line, Google Meet: https://meet.google.com/ubs-unzn-nfq