De la realidad buscada a la apariencia conseguida. Monográfico Realidad y Apariencia

De la realidad buscada a la apariencia conseguida. Monográfico Realidad y Apariencia

Imagen |Rafael Guardiola

«Cuando se sabe de manera absoluta que todo es irreal, no tiene ningún sentido fatigarse para demostrarlo».

Emil Cioran

La realidad parece estar ahí, se me aparece, es tan accesible, que nada ni nadie podrá decirme que es falsa realidad, que es contingente o que sólo es un fenómeno que se presenta ante mis ojos, pero no la verdadera cosa en sí. Mas lo que, como realidad, se presenta y captan mis sentidos, es imposible de reconocer si no es como apariencia. La verdadera realidad sólo es alcanzable desde el uso de la razón, lo que los sentidos muestran son sombras en la caverna, cuyas imágenes me cautivan y me hacen pensar que es real lo que percibo, sólo porque no fui capaz, bien por dificultades propias, bien por el encadenamiento al que estoy sometido, de salir de ese fondo cavernoso oscuro y elevar la mirada para contemplar la verdadera realidad, la que sólo es visible a los ojos de la razón.

La tesis platónica acerca del conocer, iniciada previamente por Heráclito y Parménides y magistralmente explicitada por Platón en el “mito de la caverna”, nos advierte sobre la apariencia de cuanto se presenta a nuestros sentidos con un halo de falsa realidad. Aquello que nuestros sentidos perciben son sólo sombras de lo real, pues no hay más realidad que la que se encuentra en el Mundo de las Ideas, lugar en el que nada cambia, en el que la contingencia está ausente y en el que podemos confiar como la verdadera y única realidad. El ascenso desde el fondo de la caverna hasta la contemplación de lo real, alumbrado por la Idea de Bien, es posible haciendo un buen uso de la razón. Ella nos ayudará a salir del mundo de las sombras, del mundo de lo aparente, y nos conducirá a la contemplación de la realidad verdadera e indiscutible que son las Ideas.

La teoría de Platón, sostenida durante siglos por los más grandes filósofos, nos induce a identificar lo material con lo falso y a encumbrar a la razón como única facultad importante, pues solo ella es capaz de otorgarnos el acceso a lo real, que se identifica con lo verdadero, en tanto que los sentidos quedan relegados a perceptores insuficientes y quizás, incluso, falaces.

El rechazo de lo contingente y la convicción de que lo único real se encuentra en un mundo superior que es el de la razón, mundo en el que todo permanece, nada cambia, mundo de la necesidad frente a la contingencia, conduce a los filósofos, sobre todo a los filósofos cristianos medievales, a rechazar lo material en favor de lo espiritual, lo corporal en favor de lo inmaterial, a rechazar al ser humano (un ser contingente, material y sensible) en favor de un dios omnipotente y eterno, al que no sólo hay que rendirse como su siervo sino considerar la unión con Él como la meta absoluta de la vida, pues sólo entonces será posible acceder a la verdadera realidad.i

La Ilustración quiso enmendar la deriva metafísica del Medievo y el gran filósofo de Königsberg, Inmanuel Kant, nos ayudó a diferenciar lo aparente, lo fenoménico (del griego φαινόμενoν: ‘apariencia, manifestación’) de lo nouménico o cosa en sí, lo que los griegos denominaban realidad. “Fenómeno” es lo que aparece a nuestros sentidos, lo que se presenta ante la sensibilidad humana como inmediato, y aunque no es identificable con la “cosa en sí”, es necesario para acceder a ella. Los sentidos son la puerta de acceso al conocimiento, sin ellos la razón no puede construir, no puede elaborar conceptos o aplicar categorías del entendimiento, pues no hay material sobre el que trabajar. Así pues, nuestro conocer, limitado por los sentidos, se inicia con la percepción del fenómeno: «Pensamientos sin contenidos son vacíos; intuiciones sin conceptos son ciegas», afirma Kant en la Crítica de la Razón Pura.

El pensamiento de Kant vincula, indefectiblemente, el mundo sensible, mundo de apariencias para los filósofos griegos, con el mundo inteligible, el mundo de la verdadera realidad. No hay dos mundos separados, uno reflejo de otro, como defendía Platón, sino un único mundo real que se nos aparece a los sentidos de forma imprecisa y a cuyo “en sí” es posible acceder haciendo uso de las estructuras racionales. Lo aparente ya no es una falsa realidad sino la puerta de acceso al conocimiento verdadero cuya “llave” posee el ser humano. ii

La solución kantiana al supuesto problema “apariencia y realidad” es considerada por Schopenhauer como la gran solución al problema del conocimientoiii. Para este filósofo alemán, la realidad que se presenta a nuestros sentidos, lo fenoménico, está cubierta por el “velo de Maya”iv, el velo de la ilusión, el velo de las limitaciones, que no nos permite ver la realidad tal cual es y que nos muestra sólo una mera apariencia. Por ello hay que “bucear” en el interior del ser humano, hay que conocer el funcionar de la conciencia humana capaz de construir lo real a partir de lo aparente, capaz de transformar lo fenoménico en nouménico.

Sin dejar de considerar el mundo como mera acumulación de datos aglutinados por experiencias sensoriales, como mera representación fenoménica organizada por el principio de razón suficiente, Schopenhauer da “una vuelta de tuerca” al pensamiento kantiano al considerar que la observación del interior humano no nos conduce al conocimiento de las estructuras cognoscitivas sino a la observación de la facultad humana que él considera de mayor relieve: la voluntad. Tenemos conciencia interior de la voluntad y aunque no somos capaces de desentrañarla cognoscitivamente, es ella la que “opera” en nuestro interior, haciendo uso de las categorías del entendimiento, como una fuerza inescrutable que construye lo real, lo ”en sí”. El mundo aparente de Platón y el mundo fenoménico de Kant se convierten en el mundo representado sobre el cual opera la voluntad. El mundo es voluntad y representaciónv, no hay realidad certera sino representación de lo real y esta representación no se encuentra en un mundo objetivo, como podría ser el mundo de las Ideas de Platón, tampoco se trata de una representación natural en la mente humana que, por el hecho de ser así, compartirían todas las mentes humanas, dotándola de una cierta objetividad, sino que se trata de una representación sobre la que opera la voluntad individual, derivada esta de una condición preexistente al sujeto y determinante de su condición vital. La voluntad humana traspasa los límites de lo fenoménico y lo convierte en un en-sí, traspasa los límites de la nada existencial y otorga argumentos que se erigen como racionalidades defensoras de la vida. La voluntad, superadora de lo racional y de lo vital, se impone.

Desposeída de su carácter racional y convertida en un “yo quiero y puedo”, una nueva racionalidad volitiva es la que domina al sujeto actual. Esta nueva voluntad ha convertido la apariencia en verdadera esencia del ser real, del que se nos aparece como objeto y del que se reconoce como sujeto. El sujeto cognoscente se ha transformado en sujeto de apariencias y opiniones. Velado por “el velo de Maya” y automutilado de su acción racional, concluye que los sentidos son la única y certera fuente de acceso a lo real y en un ejercicio de poder disparatado, quizás podríamos decir que en un ejercicio de voluntad extrema, transforma lo aparente en real, las sombras de la caverna en entes dotados de absoluto.

El nuevo sujeto cognoscente es un constructor de realidades a partir de meras sombras de lo real o, incluso, de lo inexistente. Es capaz de construir un nuevo mundo alrededor y considerarlo realidad. Ciudadano de una colmena digitalvi, virtualizado, el humano actual no sólo no diferencia lo aparente de lo real, sino que sobre esto edifica su propio existir diluyendo lo existente y sus relaciones en mera apariencia. El nuevo sujeto virtual se esfuerza en ser lo que no es y en mostrarlo al resto de sujetos, a través de las nuevas vías de comunicación y relación que son las redes sociales y el mundo virtual.

Sumidos en el fondo oscuro de la caverna, el nuevo sujeto ha querido mantenerse esclavo de lo aparente y sobre esto construir su propio mundo de falsas realidades. Lejos de pretender alcanzar la Idea platónica, el humano actual se esfuerza por construir representaciones diversas que terminan por imponerse como única verdad, como realidad en sí. El mundo aparente recién creado se apodera del mundo real, lo engulle, lo desdibuja, lo destruye.

Quizás hoy más que nunca podría decirse con certeza que todo lo que es se reduce a lo que podemos ver o percibir con los sentidos. Así pues, todo es nada, todo es únicamente apariencia.

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i) A este respecto puede consultarse la obra de San Agustín o la de los místicos. Recuérdense los versos de Teresa de Jesús quien, en un deseo absoluto de unirse a Dios, afirmaba “que muero porque no muero”

ii )La teoría del conocimiento de Kant, expuesta en Crítica de la razón pura supone un giro en la concepción del conocer. El punto de vista de la filosofía anterior se centraba en el objeto, Kant otorga al sujeto el punto central en el proceso de conocer. Se conoce como “giro copernicano”.

iii) Hay que entender que el problema “apariencia-realidad” no es el problema de lo que existe sino de cómo conocemos eso que existe y cómo es posible otorgarle veracidad sin tener que postular la existencia de un ser bondadoso y no engañador, tal como hiciera R. Descartes.

iv) “El velo de Maya” es una simbología que Schopenhauer toma del hinduismo. Maya simboliza la ilusión, lo aparente.

v La obra más destacada de A. Schopenhauer lleva este título: El mundo como voluntad y representación

vi) La expresión se ha tomado del filósofo Byung Chul Han, de su obra En el enjambre.

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Rosa Reina Pérez

Es una apasionada de los problemas de la Polis en el mundo contemporáneo y, en especial, de la génesis y la evolución de los movimientos sociales, donde se dan la mano la Ética y la Política. Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación en la especialidad de Filosofía por la Universidad de Valladolid, inició su andadura como profesora de Secundaria en tierras andaluzas, las de sus orígenes paternos, y continuó (y continua) en tierras castellanas, las de sus orígenes maternos. El entusiasmo y el gusto por el trabajo bien hecho hizo que se implicara activamente en la organización de dos Olimpiadas de Filosofía regionales, como Presidenta de la Asociación Olimpiada filosófica de Castilla y León, y una Olimpiada nacional, que se celebró en Murcia, como Presidenta de la Comisión permanente de la Olimpiada Filosófica de España, integrada en la Red Española de Filosofía (REF).

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