No ha tenido que derrapar para mezclarse con mis alumnos, todavía en estado de ebullición hormonal y con migas del bocadillo excedentes en la comisura de los labios tras el bendito recreo. Ha depositado su casco solemnemente, aunque con un fingido desdén, como si se tratase de una brillante corona votiva. Su ofrenda: el regalo dorado que brindan el azar y la palabra bien temperada. El osado piloto se llama Patxi Bujía Fernández y es, sencillamente, mi amigo, un joven filósofo con el que comparto la pasión por los placeres del entendimiento, desde antes de que él lo supiera.
Sintonizo en mi cerebro multiusos la mítica canción “Born to be Wild” (1968)[1], auténtico himno a la libertad entonado en un tiempo ya lejano, surcado por el rugido de las motos, las melenas al viento, los pantalones acampanados, la psicodelia y el amor libre (aunque fuera sólo de pensamiento en la mayoría de los casos). Tiempos de paz y amor estupefacientes en plena guerra de todos contra todos, con el Mayo Francés de 1968 y la guerra de Vietnam como fondo. Get your motor runnin’/ Head out on the highway/ Lookin’ for adventure/ And whatever comes our way…” Y me imagino a Patxi recorriendo el asfalto andaluz y castellano, sonriendo con los ojos como él sabe, hasta llegar a Pamplona, estrenando su cabalgadura metálica y poniendo rumbo al destino existencial. Luego vendrían Extremadura y el Alentejo portugués. La película “Easy Rider”(1969) encarna el grito salvaje de la contracultura, una “revolución sin tiros” frente a la conspiración de los hipócritas de siempre, una revolución con el movimiento como eje.
Mi amigo se va dentro de unos días a la misteriosa Escocia, a las tierras que demonizaron a David Hume por ser agnóstico y moderadamente escéptico. Se va con su moto y lo imprescindible (¿Habrá visto “El turista accidental” de Lawrence Kasdan (1988), película protagonizada por William Hurt), “en busca del destino”, de buenas conversaciones con los filósofos que se encuentre a su paso, pertenezcan o no a la Academia. Por eso ha venido a verme, para encontrar referencias y tantear el terreno. Patxi disfruta explicando a mis alumnos que el libre juego de las facultades cognoscitivas, como diría enfáticamente Kant, le han permitido más de una vez aplacar el hambre, combatir la soledad y afrontar el incierto futuro sobre el lugar donde dormir o el trabajo necesario para subsistir. En su minuciosa investigación antropológica quiere desvelar las múltiples caras del planeta, del mismo modo que lo intentan los personajes que encarnan Peter Fonda y Dennis Hopper en la película citada, y quiere también dibujar sus señas de identidad en pleno viaje y gracias a él, con el presente como bandera.
Patxi vino a decir a mis alumnos una gran verdad: que hay trabajo en tiempos de crisis, siempre y cuando haya “una dirección y un poco de gasolina”.[2] Se pueden engarzar piedras para confeccionar rudimentarios collares y venderlos “gratis” a hermosas jóvenes del norte a cambio de un poco de dinero, un chupito o un abrazo, y regalar humanidad a espuertas. Patxi ha pasado tiempo suficiente en la Universidad como para comprender que en ella no puede encontrar la gasolina necesaria para el viaje de la vida. Esto es algo que ha pasado a tantos emprendedores contemporáneos, en el mundo colonizado por el liberalismo y el capitalismo, como es el caso del padre de Microsoft, Bill Gates, Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, Steve Jobs, cofundador de Apple, Jack Dorsey, creador de Twitter o Jerry Yang, cofundador de Yahoo!, por citar unos pocos nombres. Pero el reino de mi amigo Patxi no es de este último mundo. Tal vez porque prefiere a Platón antes que recurrir al Prozac, y la fabada de sus abuelos a los macarrones con mayonesa de sus tiempos de estudiante con poco dinero en los bolsillos. Después de una dura jornada bajo el sol de la meseta y el calor pegajoso del asfalto, Patxi se convierte en el abanderado de la filosofía como arte de vivir, que tan de moda estuvo en la antigüedad tras la muerte de Alejandro Magno. El pensamiento contemporáneo se ha reconciliado con la respiración agitada de la filosofía mundana, como reacción frente al rígido academicismo en el que muchos nos hemos formado y que ha dirigido el rumbo de la filosofía occidental desde la Edad Media. No obstante, esto no equivale, a mi juicio, a trivializar su contenido ni a rendirse en los brazos de la literatura de “autoayuda”. En mi caso, la filosofía ha madurado con mi propia madurez, he reconocido –gracias a mi vocación docente- su valor social y la necesidad de conciliar la razón teórica con la razón práctica sin provocar estériles escisiones. En definitiva, Patxi quiere dialogar con los sabios de todos los continentes a los que pueda llegar con su flamante motocicleta, esbozar una amplia sonrisa, regalarles un collar, si se tercia, y disfrutar de los vuelos del entendimiento y la imaginación, sin necesidad de poner los títulos sobre la mesa sino, más bien, cosas tales como la belleza del cielo estrellado o la fascinación que suscita la universalidad del imperativo categórico, a decir de Kant. Pienso que este es un buen mensaje para mis alumnos, aunque no sea políticamente correcto en el terreno de la educación que resultaría ejemplar para tantas mentes bienpensantes. Para “niño bueno” ya me tienen a mí, aunque ya me quede poco pelo y me haya vuelto cerebralmente muy promiscuo y caprichoso.
Aunque Patxi se ha dado cuenta, después de nuestro encuentro, de que tengo “un trabajo maravilloso”, en el que respiro energía vital por los cuatro costados, y que éste nada tiene que envidiar al estilo de vida del aventurero impenitente de los relatos románticos, su vida está, por ahora, en la carretera polvorienta y la armónica desgarrada de Bob Dylan. Prefiere compartir el viaje con Ernesto Che Guevara y Alberto Granado[3] -Bill Gates tiene pinta de empollón y es demasiado serio-, anotando en un diario imaginario la sombra que proyectan las pupilas de los pobres y desheredados, con el mismo método con el que desarrollaron su periplo por América del Sur en 1952 argentinos tan ilustres. Este no es otro que la espontánea improvisación, hasta donde “La Poderosa” aguante. La motocicleta del asmático Ernesto Guevara estaba rota y se desangraba a la vista de los campesinos indígenas, y sobre ella, el Che se preguntaba con su amigo Alberto Granado: ¿es posible una revolución sin tiros? ¿Hay trabajo? ¿Hay una autopista hacia la esperanza?[4] Get your motor runnin’/ Head out on the highway/ Lookin’ for adventure/ And whatever comes our way…”
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Imagen| Rafael Guardiola Iranzo
Video| Youtube
[1]Canción de rock compuesta por Mars Bonfire e interpretada por el grupo canadiense Steppenwolf, a la que muchos sitúan en el origen del heavy metal. En 1960, el disco “Magic Carpet Ride” en el que aparece dicha canción, fue elegida como banda sonora de la película “Easy Rider” (1969), dirigida por Dennis Hopper.
[2] El 3 de septiembre de 2016, Patxi Bujía Fernández escribe lo siguiente en Facebook, acerca de su viaje iniciático: “Cortando el aire, atravesado por el sol y mecido por el asfalto. Una dirección y un poco de gasolina es el precio que pide mi espíritu para seguir volando. No sé si así estoy encontrando mi destino, pero no me importa, engañaré a la brújula con un imán si su norte no me convence. Así me hago dueño de cada metro que recorro, sudando kilómetros, y sonriendo al final de cada curva que no me arrebata la siguiente. Una dirección y un poco de gasolina…eso y gritar, gritar muy fuerte debajo de mi casco donde sólo se oye la locura”.
[3] “Diarios de motocicleta” (2004) es una película biográfica dirigida por Walter Salles que relata el viaje de 8.060 Km. que hicieron por América del Sur y en cuatro meses, Ernesto Che Guevara y Alberto Granado, en 1952.
[4] Recomiendo aquí, escuchar con cariño la respuesta del cantautor uruguayo Jorge Drexler, que le valió el Óscar a la mejor canción original en 2005, por “Al otro lado del río”: “Clavo mi remo en el agua/ llevo tu remo en el mío./Creo que he visto una luz/ al otro lado del río./ El día le irá pudiendo/ poco a poco al frío./ Creo que he visto una luz/ al otro lado del río./ Sobre todo, creo que/ no todo está perdido./ Tanta lágrima, tanta lágrima/ y yo, soy un vaso vacío…/ Oigo una voz que me llama,/ casi un suspiro:/ ¡Rema, rema, rema!/ En esta orilladel mundo/ lo que no es presa, es baldío./ Creo que he visto una luz/ al otro lado del río./ Yo muy serio, voy remando,/ y muy adentro, sonrío./ Creo que he visto una luz/ al otro lado del río.”
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Rafael Guardiola Iranzo
Licenciado en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid, ha tratado de conciliar, desde entonces, sus dos hemisferios cerebrales, de acuerdo con sus intereses: de un lado, la Lógica, y de otro, la Estética y la reflexión sobre las artes. Profesor de Filosofía desde 1985, en Centros de Bachillerato y Secundaria de Madrid, Palma de Mallorca y Málaga, es el actual Presidente de la Asociación Andaluza de Filosofía, y tiene a gala ser miembro de la Sociedad Española de Filosofía Analítica y coordinar la Plataforma Malagueña en Defensa de la Filosofía. Ha organizado las siete ediciones de la Olimpiada Filosófica de Andalucía en colaboración con Antonio Sánchez Millán y la Final de la VI Olimpiada Filosófica de España en la ciudad de Málaga, una clara muestra, a su juicio, del papel social de la Filosofía y una valiosa cantera de pensadores críticos. Empeñado en que la Filosofía esté en el tejido de la vida cotidiana, colabora habitualmente en la sección de Opinión de “El Mirador de Churriana”, Diario Local del Distrito nº8 de Málaga, ciudad en la que trabaja desde 1994. Es, asimismo, coautor del libro Los Otros. Taller de Filosofía en torno al diálogo platónico Eutifrón (2019) y de traducciones de libros que están en sintonía con sus debilidades especulativas: Cornford, F.M. (1987). Principium sapientiae. Los orígenes del pensamiento filosófico griego. Madrid: Visor; Goodman, N. (1995). De la mente y otras materias. Madrid: Visor; Podro, M. (2001). Los historiadores del arte críticos. Madrid: Antonio Machado Libros; y Fried, M. (2004). Arte y objetualidad. Madrid: Antonio Machado Libros. Ha publicado artículos y reseñas en revistas como Revista de Occidente, Theoria, La balsa de la Medusa, Alfa, Sociedad, Café Montaigne y Filosofía para Niños, y participado en Proyectos de innovación Educativa y Grupos de Trabajo, auspiciados por la Junta de Andalucía. Su mayor mérito: haber recibido ya, por parte del Ayuntamiento de Málaga, un homenaje a su trayectoria como docente, sin haberse jubilado ni haber muerto.
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