En enero de 2016 se cumplen cincuenta años de la publicación de A sangre fría de Truman Capote, reconocida como la primera novela de no ficción, género imprescindible en la segunda mitad del siglo XX. La obra unió, definitivamente y bajo un mismo concepto, dos dimensiones de la escritura, la literatura y el periodismo. La concepción de la novela tiene su origen unos años antes, en 1959, cuando los cuatro miembros de la familia Clutter fueron asesinados por Richard Eugene (Dick) Hickock y Perry Edward Smith, dos criminales en libertad condicional. El crimen conmocionó a la ciudad de Holcomb, en Kansas, y poco a poco fue adquiriendo presencia en los medios informativos de todo el país. Capote, convencido de que aquello podría ser una gran historia, viajó hasta Kansas acompañado de su amiga Harper Lee, la célebre autora de Matar a un ruiseñor. Tiempo después del juicio, en el que los dos acusados fueron encontrados culpables y condenados a muerte, Capote entabló, en sus visitas a la prisión, una particular relación con los asesinos, especialmente con Perry Edward Smith. La relación no estuvo exenta de polémica, pues se acusó al escritor de situarse del lado de quienes habían cometido el crimen, de darles voz y, al humanizarlos frente a la sociedad, convertirlos a su vez en víctimas de un sistema que los había marginado. Sigue sin estar muy claro hasta dónde llegó el grado de amistad de Capote con los reos o si el acercamiento fue simplemente un instrumento más elegido por el autor para poner por escrito esa idea revolucionaria de novela que se fraguaba en su cabeza. De lo que no cabe duda es que la obra se convirtió en el mayor de sus éxitos, el que le situó como uno de los referentes de la literatura norteamericana durante décadas.
El fenómeno de la no ficción se venía gestando desde algunos años a través del denominado nuevo periodismo, cuyo principal teórico, a la vez que uno de sus principales hacedores, fue Tom Wolfe. Wolfe sitúa el nacimiento del subgénero en el otoño de 1962 con la publicación en Esquire de «Joe Louis: el rey hecho hombre de edad madura” de Gay Talese. El texto se presentaba ante el público con las características propias de un relato, muy alejado del estilo de un reportaje de la época. La principal novedad del género consiste en el abandono de la tan valorada hasta la fecha “objetividad periodística” encarnada en la cinco «W» de Lasswell, que en castellano vendrían a ser: ¿Qué?, ¿quién?, ¿dónde?, ¿cuándo? y ¿por qué? El nuevo género toma prestados de la literatura elementos como la presencia del autor, el análisis de los personajes desde una óptica más psicológica y una narrativa que desborda la mera descripción del hecho.
La polémica no tardó en aparecer. Capote, que defendía la entidad literaria de su obra, rechazó que se le incluyese dentro del nuevo periodismo y acuñó el término de non-fiction novel. El autor argumentaba que él había novelado unos hechos reales y los había publicado ajustándose al formato propio de la novela, el libro, y que por lo tanto no podía considerarse que su obra fuese un ejercicio periodístico. Tiempo más tarde a esta defensa se uniría otro destacado novelista Norman Mailer, que publicó en 1968 Los ejércitos de la noche, donde se narraban las grandes marchas hacia Washington en protesta por la guerra de Vietnam. Wolfe, al contrario, argumentó que, tanto la obra de Mailer como la de Capote, no constituían un género literario nuevo y que se podrían adscribir sin duda al nuevo género periodístico, al igual que había pasado con obras como M, de John Sack, Paper Lion, de George Plimpton o Los Ángeles del infierno: la extraña y terrible saga de la banda de los motociclistas proscritos, de Hunter Thompson. La polémica sobre la categorización de estas obras ha seguido a lo largo de los años y las teorías a favor de una u otra postura son numerosas. Lo que sí es cierto es que el género nos ha proporcionado un puñado de obras notables. El mismo Wolfe publicó en 1968 The Electric Kool-Aid Acid Test, titulada en castellano Ponche de ácido lisérgico donde se narraba el viaje que el mismo escritor emprendió junto a Ken Kesey, autor de Alguien voló sobre el nido del cuco, y un grupo de hippies a bordo de un autobús conducido por el mítico integrante de los beat Neal Cassady. La lectura del libro nos proporciona valiosas claves para entender el movimiento contracultural y pacifista que marcó la historia de los Estados Unidos en los 60 y parte de los 70. En 1980 Mailer con La canción del verdugo retomó la senda de Capote y convirtió en protagonista de su obra al conocido asesino Gary Gilmore.
Como podemos ver, la no ficción en sus primeros años parece restringirse al ámbito de la literatura norteamericana. Pero si salimos de él, descubrimos que posiblemente el género tuviese un precedente en Argentina. En 1957 el periodista Rodolfo Walsh, publicó Operación Masacre fruto de sus investigaciones sobre la represión de la dictadura militar a un golpe de estado perpetrado por militares cercanos al peronismo. Cinco civiles acusados de participar en el intento de derrocamiento fueron fusilados en una masacre que nada tenía que ver con un juicio con garantías legales. Walsh, que entrevistó a supervivientes de dicha masacre, reconstruyó los hechos a partir de sus declaraciones. Si bien aquello no tuvo consecuencias legales para los asesinos, sí sirvió para desmontar la versión oficial de lo sucedido.
Un ejemplo más reciente lo encontramos en El adversario (2000), del francés Emmanuel Carrère, donde se narra la historia de Jean-Claude Romand, conocido en Francia por asesinar a su mujer, a sus hijos y a sus padres e intentar poner fin a su vida en 1993. Romand, durante años mintió a su familia y a sus allegados haciéndoles creer que se había titulado como médico y que trabajaba para la OMS en Ginebra. Mientras pasaba sus días sin trabajar, vivió del dinero que conseguía de familiares y amigos haciéndoles creer que los destinaría a unas inversiones que le proporcionarían grandes beneficios. En el momento en que fue consciente de que su monumental mentira se venía abajo, decidió acabar con todo. Carrère mantuvo correspondencia y realizó una serie de entrevistas con el asesino y con sus allegados y reconstruyó así una de las historias que más impacto han causado en la historia reciente del país galo.
Volviendo a la obra de la cual celebramos su aniversario, no podemos no señalar aquí su relación con el cine. Apenas un año después de la publicación de la novela, Richard Brooks la llevó a la gran pantalla con gran acierto y consiguió cuatro candidaturas al Oscar, incluyendo la de mejor película. Por otro lado, el proceso de investigación y de escritura de la novela ha sido el argumento de dos películas recientes. Capote (2005), dirigida por Bennett Miller, destaca por la maravillosa interpretación que del escritor realizó el desaparecido Philip Seymur Hoffman y que le hizo merecedor del Oscar al mejor actor. En 2007 se estrenó Infamous de Douglas MacGrath, filme que paso más desapercibido al gran público dado su cercanía en el tiempo con el film de Miller.
Después de cincuenta años, equiparando o no novela de no ficción con nuevo periodismo, se puede afirmar, sin duda alguna, que el periodismo actual es deudor de esta renovación tan sustancial. El género del reportaje, de la mano de autores como el polaco Ryszard Kapuscinski, se ha acercado a realidades de todo tipo, desde las más cotidianas a los grandes conflictos, y siempre desde esa óptica personal y reflexiva tan cercana al relato literario y alejada del periodismo de datos y agencias. El último gran ejemplo lo encontramos en la reciente ganadora del Nobel de Literatura, Svetlana Alexievich. El premio supone el reconocimiento no sólo a su propia trayectoria, sino al género del reportaje, al que se le otorga institucionalmente la etiqueta de “literario”.
En este aniversario, junto a la relectura de la obra de Capote, recomendamos también acudir al gran teórico, Tom Wolfe, que en su obra El nuevo periodismo desgranó las claves del género y elaboró una antología de los ejemplos más destacados.
https://es.wikipedia.org/wiki/Operaci%C3%B3n_Masacre