¿Sólo seres individuales?

¿Sólo seres individuales?

Imagen| Alex Briel

Los mensajes de auto-reconocimiento y auto-alabanza, que proliferan por doquier, han germinado en cada uno de nosotros hasta hacernos adictos a la creencia de que la emoción y el deseo han de regular nuestras acciones porque somos seres únicos, cargados de derechos (que no de obligaciones, oiga) y , como tales, hemos de caminar en pos de nuestros sueños, aunque estos pasen por abandonar una vida cómoda y un trabajo bien remunerado y transformarla en una suerte de nómada felicidad en constante tránsito hacia no se sabe dónde.

Los productos de mercado, la publicidad y numerosos “sabios” de nuevo cuño, alimentan a estos nuevos “míster wonderful”1 lo que refuerza en ellos esa idea de individualidad suprema, de seres imprescindibles y únicos cuya máxima no es la del imperativo categórico kantiano sino la de la libertad absoluta, la que creen disfrutar porque, como dice el anuncio “ellos lo valen”2. La medida de lo humano, que en otros tiempos era la moral ajustada a normas, está en lo que cada cual ha conseguido gracias a su libertad, a su deseo y a una acertada elección de metas vitales. En la construcción de este nuevo individuo no hay cabida para los otros, ni para sus deseos, necesidades o derechos. Son hombres y mujeres hechos a sí mismos, auto-construidos y auto-percibidos como el único mundo posible. Esta nueva meritocracia, que no es sino narcisismo, convierte a los meritorios en individuos engreídos que atribuyen el éxito a su propio mérito, a la vez que desprecian a quienes se quedaron atrás. Según este nuevo credo, las oportunidades están para todos y si no consigues lo máximo se debe a la desidia o la debilidad de carácter porque, efectivamente, “Yes, we can”3

Quizás estemos asistiendo a la tercera transformación nietzscheana, a la emergencia del niño nuevo capaz de superar los tiempos anteriores en los que la libertad quedaba relegada a la obediencia. Este niño sería capaz de construir sus propios valores sustentados en la recién conquistada libertad. Si en el ser humano la existencia precede a la esencia, como afirmaba Sartre, quizás estemos asistiendo a la nueva construcción del nuevo ser humano. A lo mejor deberíamos, entonces, pensar en re-definir al ser humano a la luz de su auto-reconstrucción, pues este nuevo ser parece tener poco en común con aquellos otros que compartían intereses y bienes materiales para la subsistencia, a la vez que respetaban normas morales y sociales que los con-formaban4 por igual. El nuevo ser humano se hace a sí mismo con cada elección, se construye desde la subjetividad porque tras la muerte de Dios apremia la necesidad de reconstruir la moral y la vida en base a nuevos criterios y valores.5

Sartre describe a este nuevo individuo como un ser cargado de angustia, la que le otorga la responsabilidad de saberse culpable de cada elección y reflejo de la humanidad en sus decisiones. En su nueva faceta de ser libre, prima la subjetividad como elemento imprescindible para la construcción del ser y el existir. La vida es el conjunto de acciones con valor universal, dirá Sartre, y estas dependen, no del destino o los dioses, sino de uno mismo. Cada cual decide qué sentido otorgar a su vida porque la vida no tiene un sentido decidido de antemano, pero si bien nadie está condenado a vivir una vida ya escrita, sí está condenado a ser libre. Somos libres para darle sentido a la vida, libres para construirnos como individuos, libres para decidir los valores que regularán la existencia, libres para todo, total y absolutamente libres.

Hemos renacido, como el niño que citaba Nietzsche, y quizás como tales nos comportamos. No se nos ha ocurrido sumarle a la libertad la responsabilidad, por ejemplo, sino el deseo, la felicidad y el mérito. El nuevo ser humano, cuya existencia precede a su esencia, se ha puesto como meta la felicidad y la satisfacción de los deseos prescindiendo, en numerosas ocasiones, del control de la racionalidad sobre los deseos. Una especie de liberación del ello y supresión del súper-yo, utilizando términos freudianos.

El nuevo ser humano es un caballero solitario en cuyas alforjas atesora la sacrosanta libertad que lo convierte en único e irremplazable. ¿No es así como nos sentimos de niños, únicos en el contexto familiar? Nuevos niños, quizás. Pero no en el sentido nietzscheano sino en el de seres caprichosos y narcisistas cuya meta es la de cumplir deseos a toda costa porque lo merecemos y porque podemos (meritocracia y libertad).

Ahora bien, probemos a realizar el experimento del ascensor (u otro similar) que el los años 50 llevó a cabo el psicólogo polaco-estadounidense Solomon Ash y veamos cuántos de esos individuos libres y únicos que se consideran ajenos a la presión social y libres cien por cien, se mantienen firmes sin darse la vuelta en el ascensor o sin quitarse y ponerse el sombrero a la vez que lo hace el grupo. Quizás, hecho el experimento, no nos quede más remedio que suponer que la tan cacareada libertad y el tan defendido individualismo no son sino un oxímoron para hacernos sentir únicos en un mundo en el que somos tantos.

Leer más en HomoNoSapiens| Monográfico Libertad o Seguridad: Tándem necesario Cuidar de sí, cuidar de los otros Café filosófico: ¿Estaremos sometidos a un mayor control social?

1 La referencia es acorde con la marca de productos Míster Wonderful

2 El anuncio es de productos L´Oreal

3 Referencia a la campaña de B.Obama que lo llevó a la presidencia de USA

4 En el sentido de dar forma

5 Así lo defiende Sartre en “El existencialismo es un humanismo”

Categories: Pensar

About Author

Rosa Reina Pérez

Es una apasionada de los problemas de la Polis en el mundo contemporáneo y, en especial, de la génesis y la evolución de los movimientos sociales, donde se dan la mano la Ética y la Política. Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación en la especialidad de Filosofía por la Universidad de Valladolid, inició su andadura como profesora de Secundaria en tierras andaluzas, las de sus orígenes paternos, y continuó (y continua) en tierras castellanas, las de sus orígenes maternos. El entusiasmo y el gusto por el trabajo bien hecho hizo que se implicara activamente en la organización de dos Olimpiadas de Filosofía regionales, como Presidenta de la Asociación Olimpiada filosófica de Castilla y León, y una Olimpiada nacional, que se celebró en Murcia, como Presidenta de la Comisión permanente de la Olimpiada Filosófica de España, integrada en la Red Española de Filosofía (REF).

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