Monográfico Delibes: El disputado voto del señor Cayo: técnica narrativa, lenguaje y contemporaneidad

Monográfico Delibes: El disputado voto del señor Cayo: técnica narrativa, lenguaje y contemporaneidad

Imagen | Yang Ding

Introducción

En 1979, a raíz de la publicación de El disputado voto del señor Cayo, (Barcelona, Destino, 1978) en una reseña, aparecida en las «Páginas literarias» del diario Sur de Málaga y titulada «Lección electoral de Miguel Delibes», presenté el tema de esta obra como «el contaste entre la teoría de los programas políticos y la realidad del pueblo, representado admirablemente en esta obra por el señor Cayo»; y su argumento, que me permito repetir a modo recordatorio, fue expuesto así:

El partido, en su afán de llevar su voz a todos los pueblos, envía a sus militantes Rafa y Laly y al candidato al Congreso Víctor Velasco a pronunciar mítines a los lugares más apartados de la provincia. El pueblo al que llegan está prácticamente deshabitado; tan sólo viven tres personas: Cayo y su mujer sordomuda y otro vecino con el que éste no se habla. Durante las horas que Rafa, Laly y Víctor están en el pueblo, Cayo tiene oportunidad de mostrar su sabiduría ancestral y su enorme capacidad para sobrevivir en solitario: él se cultiva la tierra, se hace su pan, se procura lo necesario para la vida.

En el momento de la despedida, aparece un grupo de extrema derecha y se produce un altercado en el que Víctor sufre brutales golpes. Pero esto no es lo que impresiona al candidato y a sus compañeros, sino el hecho de que han ido a ofrecer su apoyo en las Cortes a quien no lo necesita; les impresiona la enorme capacidad y extraordinaria humanidad —personalidad— del señor Cayo. Por eso, de regreso a la ciudad, paran el coche y beben en una cantina hasta la lúcida borrachera que les hace exclamar «Hemos ido a redimir al redentor. ¡Viva el señor Cayo, macho!», o decir, después, en la sede del partido: «El señor Cayo podría vivir sin Víctor, pero Víctor no podría vivir sin él señor Cayo. Entonces, ¿en virtud de qué razones pido yo el voto a un tipo así, Dani [Dani es el jefe provincial], me lo quieres decir?».

Técnica narrativa: constantes y variables

Dejando a un lado los comentarios (quizá oportunos en 1979) sobre la lección electoral que la novela ofrecía (ofrece), resulta evidente que, en esta obra, Delibes nos presenta:

  1. sus dos mundos novelescos habituales: el medio rural y el de la ciudad provinciana;[1]
  2. el lema del «hombre-individuo» (con sus odios, con sus deficiencias, con sus problemas también) y el pueblo como el lugar donde el hombre recobra su plena individualidad,[2] frente a
  3. el «hombre-masa», habitante habitual de la ciudad, donde, por supuesto, viven también hombres con una innegable individualidad, aunque tamizada por su aceptación de la sociedad actual (pongamos el ejemplo de Víctor).

En términos generales, es decir, sin gravosas matizaciones, es de decir que las novelas de Delibes, atendiendo a sus escenarios, podrían dividirse en cuatro grupos: 1) las de los medios rurales (léase, entre otras, El camino; Las ratas; Los santos inocentes…); 2) las situadas en ciudades, capitales de provincia (por ejemplo, Mi idolatrado hijo Sisí; Cinco horas con Mario; 377A, madera de héroe…)[3]; 3) aquellas en que los personajes se ven forzados a vivir en la ciudad, pero se escapan al campo siempre que pueden (caso de Diario de un cazador; Diario de un emigrante…); y 4) novelas con un escenario alegórico trasunto de la realidad (Parábola del náufrago…). Estos mundos o escenarios se enfrentan o, simplemente, se encuentran en determinados casos. Los habitantes de unos u otros se recelan mutuamente, temen el paso de una a otra escena (recordemos los temores, dudas y llantos de Daniel, el Mochuelo, en El camino, cuando se ve forzado a ir a la ciudad a «progresar», o sea, a estudiar el bachillerato), sufren cuando han de vivir en el medio ajeno a sus costumbres y deseos (¡pobre viejo Eloy de La hoja roja).

En este contexto, El disputado voto del señor Cayo, es la novela del encuentro de los distintos mundos novelescos de Miguel Delibes. Sobre todo, del medio rural y el medio ciudadano, de lo que algunos críticos llaman «primitivismo» («naturaleza»)[4] y lo que podríamos llamar «progresismo» («ciudad», «sociedad de masas»).

En otro orden de cosas, las novelas de Delibes abarcan un período de tiempo que podríamos precisar: desde 1917[5] a la actualidad. Ello, teniendo en cuenta que, en razón de la precisión de las fechas, sus obras se dividen en dos grupos: las intemporales o de fechas imprecisas, que registran el paso del tiempo de manera peculiar —por el santoral, por días-meses, sin detallar año, etc.—, y las que detallan fechas y acontecimientos históricos concretos. El disputado voto entra en grupo de las novelas que precisan la fecha: 1977.

La evolución de la técnica novelística de Delibes, como es sabido y ampliamente expuesto,[6] va desde relatos de corte absolutamente tradicional hasta novelas en las que emplea procedimientos experimentales, pasando por aquellas en las que incorpora aportaciones típicas de la narrativa del siglo XX (a todos se nos viene a la mente, v. gr., el monólogo interior y la «reducción temporal» de Cinco horas con Mario, o la complejidad sintáctica de Los santos inocentes). En este sentido, El disputado voto es una obra que, por una parte, tiene la estructura lineal de una novela tradicional (presentación, nudo, desenlace), y, por otra, utiliza ciertos hallazgos de la novela llamada moderna: sea la «reducción temporal» (relata lo ocurrido en poco más de 24 horas), sea la presencia de acción antes del conocimiento, por el lector, de los escenarios y los personajes.[7]

He dicho estructura lineal. Ahora bien, esa «línea» está dividida en tres secuencias, cada una de las cuales está subdividida en dos momentos, que podemos denominar como «viaje o desplazamiento», el primero, y como «encuentro», el segundo. Veamos, pues, la estructura de la novela:

Primera parte: secuencia de la preparación (introducción)

a) Viaje o desplazamiento: está representado por el recorrido que hace Víctor desde la entrada al edificio de la sede del partido hasta el despacho de Dani. Esta primera «odisea» sirve al autor para presentarnos no sólo a Víctor, sino a miembros destacados del partido, a militantes de base, y el ambiente electoralista, marco de la novela.

b) Encuentro con Dani, el «jefe», el personaje buscado por Víctor en esos momentos.

Esta primera parte va a poner de manifiesto que los personajes que pueblan aquella sede, desde el último militante hasta Dani, son miembros de una escala jerárquica, y, por tanto, su «individualidad» queda condicionada, cuando no anulada[8] (es un dato que se ha de considerar para valorar, por contraste, la absoluta independencia, individualidad, del señor Cayo).

Segunda parte: secuencia del encuentro con el mundo del señor Cayo (nudo)

  1. Viaje: igual que en el primer caso, el desplazamiento hacia el pueblo supone una aproximación progresiva al momento del encuentro: tal es la función de la parada en la cantina (pp. 56 ss.), la parada de Refico (pp. 61 ss.) y los paisajes abruptos y desolados. A la vez, vamos conociendo la idea, tan equivocada, que los militantes políticos tienen de la realidad del medio rural.[9]
  2. Encuentro: los políticos descubren pronto que los vecinos del pueblo están ausentes —en Bilbao, según informa Cayo—, que lo que van a comunicar no tiene interés en aquel medio, que el señor Cayo, por el contrario, sin pretenderlo, les |dará toda una lección de vida, de supervivencia, de autosuficiencia, de individualidad.

Otro grupo político irrumpirá en el pueblo, el de Mauricio, de extrema derecha, desconocedor también de la realidad de aquellos parajes y al que le falta respeto y tacto para tratar a Cayo. El incidente, del que Víctor saldrá apaleado, viene a insistir en el instinto de supervivencia del pueblo, de Cayo, por el que se adapta a las circunstancias y por el que sufre agresiones con resignación activa.

Tercera parte: secuencia del regreso (desenlace)

  1. Viaje: el regreso va a suponer una aproximación progresiva a las conclusiones, que aparecerán definitivamente en
  2. Encuentro: de Víctor, en una borrachera lúcida, de Rafa, de Laly, con la ciudad, con la sede del partido, con los com ñeros: la actitud y el «conocimiento/desconocimiento» de políticos seguirá igual, salvo para los que han visitado a Cayo. Así, cuando Víctor casi solloza: «El señor Cayo podría vivir sin Víctor, pero Víctor no podría vivir sin el señor Cayo. Entonces, ¿en virtud de qué razones le pido yo el voto a un tipo así…?», para Ángel Abad «lo que tiene el diputado es un mal rollo» (p. 178).

Queda, en definitiva, una obra de notable coherencia narrativa, coherencia que, junto al tono de los distintos registros del habla de los personajes, en consonancia con su medio condición, y a los certeros toques de finísima ironía, da a esta obra un innegable valor artístico-novelesco.

Otras constantes aparecen en El disputado voto, como pueden ser: el tratamiento caricaturesco de ciertos aspectos —situación del pueblo y sus habitantes— que acentúan la eficacia de la comunicación; la referencia a la guerra civil de 1936, con diversas funciones, según los casos: en éste, el presentar a pueblo como víctima de un bando y de otro, hecho que tiene su paralelismo en la actualidad: todos los grupos aspiran aconseguir, como sea, su voto…

Lenguaje y función de los diferentes registros de uso lingüístico

En una entrevista concedida a Fernando Tola de Habich y a Patricia Grieve, publicada en Los españoles y el boom,[10] Miguel Delibes llama hermoso el lenguaje popular (peruano, en este caso) recogido en la novela, a propósito de la obra de Vargas Llosa, y, en contra de los que acusan el hecho de «estilismo puro», comenta: «A mí me sucede una cosa parecida con Castilla. También me dicen, «estilismo puro». Y lo que pasa es que uno sale a los pueblos —cosa poco frecuente en nuestro mundo de las letras— y habla con las gentes de los pueblos en su idioma, un idioma, aunque con modificaciones progresivas, tan antiguo como el país. Claro que este lenguaje tan puro, tan rico, empieza a estropearlo la televisión y a este paso acabarán diciendo «okey», y haciéndolo trizas. Por el momento, nuestro lenguaje rural es más flexible y preciso que el urbano. Y esto es lo que sucede: uno conoce cuatro nombres de la naturaleza, los suelta en un libro, y no falta nunca el madrileño que salta: «Este tipo es un estilista». Falso. Este tipo conoce cuatro nombres de pájaros y otros cuatro de plantas y su objetor no conoce ninguno. Eso es todo».

La cita quizá sea un poco larga, pero reveladora. Y más, a propósito de la novela que nos ocupa. En efecto, El disputado voto refleja, por una parte, el habla coloquial de la ciudad, y, por otra, el habla precisa y de variado vocabulario del medio rural menos contaminado por el «progreso». El habla de la ciudad quedará caracterizada por sus coletillas reiterativas, sus tacos frecuentes, sus «tío», sus «cantidad», «demasié», «joder, macho, tampoco es eso», «me mola», «la tira», «rollo», «enrolláis» … y una porción de frases hechas que sería tan largo enumerar como ejemplificar con referencia a las páginas de la obra que nos ocupa. Es una prueba del adocenamiento del lenguaje, parejo al adocenamiento en el comportamiento del hombre-masa de la ciudad. La ambigüedad se pone de manifiesto en numerosas ocasiones: por ejemplo, Víctor sorprende, mientras sube las escaleras de la sede, una conversación de militantes que habían estado pegando carteles. Uno cuenta que la noche anterior le habían pedido cola los de Alianza Popular: «Y ¿se la diste?»; «Joder, era demasié, ¿no?», contesta; responde el otro: «Tampoco es eso, tío». Ante estos casos, lector tiene que imaginar que, dada la situación, para uno era demasiado, demasiada generosidad quizá, darle cola al partido contrario, y, para otro, quizá, tampoco era correcto negársela. Pero podríamos interpretarlo de otra manera, por supuesto.

El habla del medio rural tiene también sus frases hechas. Con una diferencia: a igual situación, igual frase (significado unívoco). Y tendrá un vocabulario rico referido al medio natural y rural. El distinto registro idiomático de los personajes acentúa la diferencia entre los dos mundos que se encuentran y que no siempre es posible el entendimiento de ambos. Por ejemplo, cuando el grupo de Mauricio anuncia a Cayo «Confíe en nosotros, Arreglaremos esto», aquél contesta: «Roto no está», y el grupo interpreta que «es un quedón el tío», y cuando «Mire, tío, si quiere orden y justicia, vote por esta candidatura», el señor Cayo responde: «¿Orden dice? Eso aquí de más. Ya ve».

Actualidad de los mundos diferentes que se encuentran en la novela

El ser humano es limitado en su apreciación de la realidad, y, para él, no existe aquello que no ha visto, aquello que no conoce. Raramente se plantea que puedan existir formas de vida distintas a las propias, culturas, es decir, modos de resolución de los problemas vitales y mortales, diferentes a los de uno mismo. Y si lo piensa, lo desprecia sintiendo lo propio como única verdad. Por ello, para la ciudad, las gentes campo son paletos, es decir, ignorantes. Sin más. Como, para los griegos, eran bárbaros todos los que no compartían mundo. Pero lo cierto es que, como decía Gracián, «ninguno hay que no pueda ser maestro de otro en algo».

Para terminar, pues, llamo la atención sobre el hecho de que es actualidad, tanto el mundo «civilizado» de la ciudad como el mundo rural. El señor Cayo no es un ejemplar único ni un personaje exclusivo del mundo novelesco de Miguel Delibes. En nuestros campos existen tipos así. No digo que no sea una especie tendente a desaparecer, pero se podrían poner ejemplos concretos de individuos que, dotados de una sabiduría ancestral, sobreviven en los medios más hostiles en esa armonía con la naturaleza que cada día necesitamos más. Son también nuestros contemporáneos, a los que quizá tengamos que acudir para que nos den la lección vital que tanto aparece, como recurrencia artística y ética, en la obra de Miguel Delibes.


[1]«El mundo novelesco de Delibes es el de los medios rurales y provincianos poblado de personajes infantiles y elementales, o, cuando menos, sencillos e ingenuos», dice M. García Viñó: Novela española actual, Madrid, Guadarrama,1967, «novelista del campo y de sus gentes», lo llama Ramón García Domínguez: prólogo a M. Delibes, Un mundo que agoniza, Plaza y Janes, Barcelona, 1979.

[2]Ramón Buckley: Problemas formales en la novela española contemporánea, Barcelona, Península, 1973, señala este tema del «hombre-individuo», frente al «hombremasa».  Respecto a los odios, los problemas, las deficiencias, recordemos que Cayo odia a su vecino, que su mujer es sordomuda, que su vida no es paradisíaca por más  que sea armónica con la naturaleza.

[3] La última parte de esta novela, excepcionalmente, transcurre en el mar. en el buque donde Gervasio cumple el servicio militar. Pero, de cualquier modo, la vida cuartelera o marinera es, como la ciudad, paradigma de masificación de «hombre masa» o sea, de lo que en definitiva es presentado en este tipo de escenarios

[4] Ramón Buckley (op. cit.) refiere el tan traído y llevado “primitivismo” de Delibes.

[5] Mi idolatrado hijo Sisí anuncia el libro primero entre las fechas 1917 y 1920.

[6] Por ejemplo, Santos Sanz Villanueva: Historia de la literatura española. Literatura actual, Barcelona, Ariel, 1984, sintetiza: «|…| ha escrito |Delibes] un importante conjunto novelesco en el que se aprecia una notable evolución que va de un relato de concepción tradicional —La sombra del ciprés— a otro de técnica novedosa —Parábola del náufrago—» (p. 97).

[7] El comienzo de la obra es, sin más: «Subió las escaleras de tres en tres, el tronco adelantado, los brazos inertes […]», de modo que el lector no tiene menos que preguntarse: ¿quién sube las escaleras, qué escaleras?, ¿de quién me están hablando, se trata o no de ese señor Cayo que el título me presenta? Son «truquillos» intrigantes  de la novela moderna, lejos de aquella exhaustiva descripción-presentación de personajes y escenarios de la novela del siglo XIX.

[8] Dani, por ejemplo, aparece, la primera vez, hablando por teléfono, recibiendo instrucciones de la sede central.

[9] Pensemos a este respecto, por ejemplo, que Laly se enfada porque Víctor opina que el tema de la equiparación de la mujer no es apropiado para un mitin a las gentes de la montaña; que Rafa, al comprobar la hora, exclama contrariado que «los paletos llevarán media hora en la plaza aguardando a sus ilustres visitantes», cuando la verdad es que allí sólo viven una mujer sordomuda y dos viejos.

[10] Fernando Tola de Habich y Patricia Grieve: Los españoles y el boom, cómo ven y qué piensan de los novelistas latinoamericanos; Caracas, Tiempo Nuevo, 1971.

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About Author

Antonio García Velasco

Antonio García Velasco es natural de Fuente Piedra (Málaga). Es Doctor en Filosofía y Letras, Profesor titular de Universidad de Málaga. En la actualidad Profesor colaborador honorario. Columnista habitual de prensa y colaborador de la revista de crítica literaria Papel literario y Papel literario digital, director y colaborador de Sur. Revista de literatura, tiene en su haber una extensa obra tanto literaria como ensayística. Dos de sus libros de poesía, Las heridas de amor y Hojas Ustibles quedaron finalistas en el Premio Andalucía de la Crítica. Ha publicado también varias novelas (entre ellas: Altos vuelos, El pueblo de los misterios y Homo vampyrus) y cuentos infantiles. Además de numerosos capítulos de libros y más de medio centenar de ponencias, comunicaciones o desarrollo de talleres en diferentes congresos nacionales o internacionales, es autor de numerosos ensayos, muchos de ellos ligados al desarrollo de procedimientos informáticos aplicados a los estudios filológicos, en relación a lo cual ha creado aplicaciones informáticas para dichos estudios, para la creación de ejercicios de lengua y literatura, para un acercamiento infantil a la literatura mediante programas multimedia y para su uso como herramientas de escritura creativa. Así: Analex, ProComenta, Hescrea, LecturaEficaz, Métrica, Cuentos para cuentos, Poética, Adivina adivinanza, 12 viñetas, Atril-E, Secuencias, Atril2-E, Bajel.... Éste último, con el tema "Navegando por la Literatura actual en Andalucía" mereció el segundo premio Joaquín Guichot de innovación educativa y fue publicado por la Junta de Andalucía y distribuido por todos los centros educativos andaluces. Es vocal del Ateneo de Málaga, consejero de ACE-A (Asociación Colegial de Escritores, sección autónoma de Andalucía), vocal de la Asociación de Escritores y Críticos de Andalucía y secretario de ASPROJUMA (Asociación de Profesores Jubilados de la Universidad de Málaga), donde coordina el Aula de Poesía. Colabora en varias revistas de literatura, cultura o crítica literaria.

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