Monográfico Asimov: Novelas de ciencia ficción y Asimov

Monográfico Asimov: Novelas de ciencia ficción y Asimov

Imagen | Pol Güell

Introducción

La ciencia ficción constituye un género novelesco que une a las intrigas de los sucesos narrados el posible atractivo de los conocimientos científicos que sirven de base a la creación. A este género se ha llamado también novelas de anticipación, término preferido por algunos. Así, por ejemplo, Gabriel H. Walta dice: “Siempre me gustó el término literatura de anticipación. Define mucho mejor que ciencia ficción —una mala traducción del término anglosajón science-fiction—, el verdadero interés de muchas de las obras adscritas a este género”. Uno de los peligros del género se encuentra en que la ciencia avanza —en la actualidad a pasos agigantados— y las bases sobre las que se asienta una historia de anticipación o ficción científica pueden quedar obsoletas. ¿Y ello invalida la obra literaria?

Una posible respuesta a tal pregunta podríamos tenerla en el hecho de que las novelas de Julio Verne —paradigma de esas novelas de anticipación o ficción científica— se siguen leyendo y no solamente en sus versiones adaptadas para un público juvenil, sino también en sus versiones completas para la generalidad de los lectores. Gustosamente, por ejemplo, leo, releo, Viaje al centro de la Tierra, en donde, en el marco de una expedición que pone de manifiesto conocimientos espeleológicos y mineralógicos del siglo XIX, se destacan las relaciones humanas y la lucha del hombre por alcanzar sus objetivos pese a cualquier adversidad.

Otra respuesta la tenemos en Isaac Asimov, que se muestra consciente del caso que comentamos: la novela de ciencia ficción se plantea sobre unas bases científicas del momento, pero estos supuestos pueden quedar superados en el transcurso de los años. Y, no obstante, la narración puede ser válida, interesante y absolutamente aceptable. Como ocurre en otros géneros, ni más menos. Pienso, en este momento, en ciertos casos del llamado realismo mágico: aceptamos que en Cien años de soledad un personaje femenino sea tan hermoso que ascienda a los cielos en cuerpo y alma: en la realidad, una prima de García Márquez, en la que se inspira la historia, desaparece un buen día no por ascender a los cielos sino fugada con unos titiriteros. No obstante, asumimos la primera versión aceptando el toque mágico del contexto de la novela. Del mismo modo, aceptamos las aventuras de don Quijote y sus afanes de justicia y “arreglo de entuertos”, aunque estamos bien lejos del mundo de los caballeros andantes.

La cita de Asimov

En 2014 publiqué como novela corta una obra que lleva el título de Lejano siglo XX y el subtítulo Novela de ciencia y ética ficción. Ciencia porque se pinta un mundo organizado científica e inteligentemente. Ética porque el comportamiento humano se rige por la inteligencia también y por las relaciones libres, abiertas, respetuosas con todos los demás, con la Naturaleza y con las normas sociales. No puede haber dominados y dominadores en esta sociedad del siglo XX de la Era Edénica. Gracias a la ciencia y la técnica los seres humanos viven en la Perfecta Utopía. Se mira al siglo XX de la Era Preedénica porque este “Lejano” siglo se ha puesto de moda. Parte de los juegos ideados para entretenimiento universal de los menores de sesenta años se centran en el citado siglo, considerado, por una parte, como tiempo en el que se inicia la tecnología y, por otra, como ejemplo aún de primitivismo y comportamientos egocéntricos en los que importan más las ambiciones personales y la acumulación de riquezas y poder que el compartir y alcanzar una sociedad igualitaria, de justicia distributiva, sin distanciamientos sociales, sin opulencias frente a miserias.

Se cuenta en el capítulo cuarto: “Berta le explicó que era insólito encontrar poemas del remoto siglo veinte preedénico que hablen de planetas distintos a la Tierra. Hubo, sí, una literatura llamada de ciencia-ficción que presentaba imaginarios viajes interplanetarios, luchas intergalácticas que sólo eran reflejo de las luchas entre los propios humanos, inspiradas por el primitivismo de aquellos seres de rudimentaria inteligencia y mermadas facultades para la cooperación y el respeto mutuo. Pero eran historias, o simples argumentos ficticios o fabularios, para divulgar los conocimientos científicos que hasta entonces se poseían.

Llegó a decir Berta del Malacitano:

—Observa, Francisco, si es como te digo que, uno de los, entonces, más prestigiosos escritores de ciencia-ficción, Isaac Asimov, en el prólogo de alguno de sus libros hace advertencias a los lectores como la siguiente…

Dejó la palabra y se dirigió a la computadora. Pidió el dato y leyó:

“Isaac Asimov, Lucky Starr: El gran sol de Mercurio.

Introducción: Este libro fue publicado en 1956, y la descripción de la superficie de Mercurio se hizo de acuerdo con las creencias astronómicas de la época. Sin embargo, desde 1956, los conocimientos astronómicos del Sistema Solar han experimentado un considerable avance gracias al empleo del radar y de los cohetes… Confío en que, de todos modos, este relato sea del agrado de los lectores, pero no querría que aceptaran como verdaderas algunas de las afirmaciones que en 1956 eran «exactas», pero que ahora -1970- resultan anticuadas”.

—O sea —continuó la doctora—, el relato que en un principio tenía como finalidad la divulgación de conocimientos astronómicos, o motivo para tal divulgación, años después, quedó reducido a mera ficción, desprovisto de verdad científica. Los casos se repiten y el anecdotario podría resultar divertido.

La obra de Asimov
En tal párrafo encontré el tema de este artículo, cuyas conclusiones resultan obvias: los conocimientos que justifican la escritura de ficción científica quedarán obsoletos con el paso del tiempo, pero las historias contadas, si incluyen la expresión de la esencia de la naturaleza humana y las relaciones entre seres humanos, podrán estar dotadas de la verdad estética que la literatura necesita para perdurar en el tiempo.

Isaac Asimov supo aprovechar bien los conocimientos científicos de su época —conocimientos de los que fue un excelente divulgador— y construyó con ellos historias tan inolvidables como las misiones de Lucky Starr, el agente especial del Consejo de Ciencias, que como un héroe se enfrentará a los malignos terrestres o extraterrestres que se dejan llevar por la ambición desmedida: El Ranger del Espacio, El gran sol de Mercurio, Las lunas de Júpiter, Los océanos de Venus, Los piratas de los asteroides, Los anillos de Saturno… El argumento de la introducción que hemos citado se repite en otras y, no obstante, aunque las obras estén basadas en conocimientos ya desmentidos por los avances científicos, el autor sigue publicando sus obras y esperando “que a los lectores les guste esta historia, aunque no desearía que se dejasen engañar al aceptar como datos incontrovertibles parte del material que en 1954 parecía «exacto», pero que en la actualidad ha quedado desfasado”.

Durante una época Asimov fue contestando en la revista Science Digesta preguntas de los lectores sobre temas científicos. De tales cuestiones y sus correspondientes respuestas escribe un libro, Cien preguntas básicas  sobre la ciencia, sobre el que, pasado el tiempo, dirá su editor: “Es un libro «aperitivo» para adentrarse en la física, aunque en algunas cuestiones vemos que el tiempo ha pasado desde que las contestó y ahora conocemos más respuestas”.

Conclusión


Las declaraciones de Asimov, o sus editores, en los correspondientes prólogos a las ediciones posteriores a la primera corroboran que, en efecto, los conocimientos científicos se van superando, pero las ficciones sobre tales conocimientos sustentadas, si han conseguido cualidad literaria suficiente, perduran en el tiempo. Ocurre igual que en otros géneros novelescos: pasa la sociedad que explica los hechos narrados pero no las actitudes humanas recogidas. Pensemos en la novelas de Benito Pérez Galdós o Vicente Blasco Ibáñez. Nos dan testimonio de una época que no hemos conocido y nos siguen interesando por la verdad humana y estética que las hace obras universales en el tiempo y en el espacio.

Observemos, como ejemplo, el comienzo del primer capítulo de Las lunas de Júpiter (Lucky Starr V):

El Sol era un esplendoroso diamante en el cielo, bastante grande, tan solo, para que a simple vista pareciera algo más que una estrella; como un globo al rojo blanco del tamaño de un guisante pequeño.

Allá fuera, en la inmensidad del espacio, cerca del segundo planeta, en dimensiones, del Sistema Solar, el Sol brillaba con solo una centésima parte de la luz, que daba en el planeta de los viajeros. No obstante, s

eguía siendo el objeto más luminoso del cielo, tan brillante como cuatro millares de lunas.

Lucky Starr miraba pensativamente la pantalla visora que centraba la imagen del lejano Sol. John Bigman Jones, cuyo físico formaba un extraño contraste con la figura alta y gallarda de Lucky, contemplaba a este pensativamente. Cuando John Bigman se ponía bien tieso y erguido en toda su estatura, media algo menos de metro sesenta. Pero el hombrecillo no se media a sí mismo en centímetros y por esto permitía que le llamasen por su primer apellido solamente: Bigman.

Bigman dijo:

—Ya sabes, Lucky, está a cerca de mil quinientos millones de kilómetros de distancia.Me refiero al Sol. Nunca estuve tan lejos de él.

El autor nos hacer ver el Sol desde las lunas de Júpiter (imaginación y expresión metafórica: el sol era un esplendoroso diamante…, o de comparación: como un globo al rojo blanco del tamaño de un guisante pequeño), nos da detalles científicos —mil quinientos millones de kilómetros dista el conjunto de este planeta del Sol…— y nos presenta las relaciones humanas —Bigman consigo mismo y con Lucky—… Despierta nuestro interés y, en consecuencia, implícitamente, nos invita a seguir leyendo… Esa es una de las finalidades de la literatura esté o no basada en conocimientos científicos presentes, obsoletos o no, o, supuestamente, del futuro. Isaac Asimov alcanza el arte literario, en el subgénero narrativo, sin lugar a dudas. Aunque la ciencia que le sirvió de base haya sido superada.

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About Author

Antonio García Velasco

Antonio García Velasco es natural de Fuente Piedra (Málaga). Es Doctor en Filosofía y Letras, Profesor titular de Universidad de Málaga. En la actualidad Profesor colaborador honorario. Columnista habitual de prensa y colaborador de la revista de crítica literaria Papel literario y Papel literario digital, director y colaborador de Sur. Revista de literatura, tiene en su haber una extensa obra tanto literaria como ensayística. Dos de sus libros de poesía, Las heridas de amor y Hojas Ustibles quedaron finalistas en el Premio Andalucía de la Crítica. Ha publicado también varias novelas (entre ellas: Altos vuelos, El pueblo de los misterios y Homo vampyrus) y cuentos infantiles. Además de numerosos capítulos de libros y más de medio centenar de ponencias, comunicaciones o desarrollo de talleres en diferentes congresos nacionales o internacionales, es autor de numerosos ensayos, muchos de ellos ligados al desarrollo de procedimientos informáticos aplicados a los estudios filológicos, en relación a lo cual ha creado aplicaciones informáticas para dichos estudios, para la creación de ejercicios de lengua y literatura, para un acercamiento infantil a la literatura mediante programas multimedia y para su uso como herramientas de escritura creativa. Así: Analex, ProComenta, Hescrea, LecturaEficaz, Métrica, Cuentos para cuentos, Poética, Adivina adivinanza, 12 viñetas, Atril-E, Secuencias, Atril2-E, Bajel.... Éste último, con el tema "Navegando por la Literatura actual en Andalucía" mereció el segundo premio Joaquín Guichot de innovación educativa y fue publicado por la Junta de Andalucía y distribuido por todos los centros educativos andaluces. Es vocal del Ateneo de Málaga, consejero de ACE-A (Asociación Colegial de Escritores, sección autónoma de Andalucía), vocal de la Asociación de Escritores y Críticos de Andalucía y secretario de ASPROJUMA (Asociación de Profesores Jubilados de la Universidad de Málaga), donde coordina el Aula de Poesía. Colabora en varias revistas de literatura, cultura o crítica literaria.

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