¿Hacia dónde dirigir nuestros pasos?

¿Hacia dónde dirigir nuestros pasos?

Imagen| Julia Martínez Cano

Vivimos en un mundo tan lleno de contradicciones, mezclado también con signos de esperanza, que nos confunde a la hora de reflexionar sobre cuál es de verdad la realidad que estamos viviendo. Por esta razón, me pregunto: ¿dónde estamos situados en nuestro compromiso dentro del marco de nuestras responsabilidades personales, sociales, políticas, culturales económicas, en definitiva, humanas? ¿Las confesionalidades religiosas y los grupos políticos dónde y cómo se sitúan? ¿Cómo orientan sus mensajes?

El mundo se mueve en un contexto socioeconómico y político enmarcado en una corriente mercantilista donde el dinero es quien determina las decisiones más importantes que afectan a la humanidad; se trata de una corriente de pensamiento neoliberal, voraz, que no tiene reparos ni escrúpulos a la hora de orientar el rumbo que deben tomar esas decisiones; obviamente, esas opciones van a repercutir en los pueblos, en los países de todos los continentes; pero, inexorablemente, va a afectar negativamente a aquellos países y poblaciones más débiles, los más pobres y dependientes de aquellos otros países ricos.

Si ahora descendemos de esa macro-percepción y centramos objetivamente esta reflexión en las poblaciones humanas que tenemos cercanas, las que habitan en la periferia de la sociedad donde vivimos, o mezclados entre nosotros: los marginados y excluidos, las víctimas vulnerables por sus condiciones de pobreza y miseria, por el desempleo, por ser migrante, por la acumulación de problemas derivados de las adversidades que condicionan esas situaciones, ¿dónde sitúo ahora mi compromiso humano? ¿Cómo siento y percibo esa realidad? Desde un punto de vista de la práctica religiosa, ya sea monoteísta cristiano, musulmán, judío, budista o politeísta, agnóstico o ateo, ¿cómo percibo esa realidad que está afectando a miles de familias? Cuando no, ¿cómo hacemos esa misma lectura ante millones de criaturas por el mundo que sufren hambrunas y miserias irreversibles? Lo mismo desde la perspectiva política, independientemente de las ideologías, esta realidad humana no entiende de posiciones partidistas, sino de justicia; sí, de una justicia universal que no tiene color ni signos ni banderas que no sea la igualdad entre los seres humanos, una humanidad donde se pueda compartir la existencia con dignidad y respeto, sin miedos ni rechazos por el hecho de carecer de los recursos y considerarlos, por ello, diferentes a quienes poseen todo en demasía, en exceso. Lamentablemente, con demasiada frecuencia, cuando reflexionamos sobre el mundo global, perdemos la noción, la conciencia de esta otra realidad inmediata, como si fuera un espejismo que no queremos reconocer. Y hablamos y hablamos hasta, a veces, querer justificar que todo eso es necesario que ocurra porque así es el mundo y siempre ha sido así. Siempre ha habido pobres y ricos. El problema que no queremos ver ni oír es cuando la riqueza se favorece e incrementa a toda costa de la pobreza y el sufrimiento de millones de seres humanos, excluidos del derecho a una vida digna. Cerramos los ojos para no ver. Cerramos nuestros oídos para no escuchar. Negamos, incluso, la evidencia, hasta justificar la construcción de muros y alambradas que separan y dividen a poblaciones enteras. ¡Cuánta hipocresía!

¿Hacia dónde podemos, pues, dirigir nuestros pasos? Cada persona puede hacer su propia reflexión. ¿Dónde me sitúo yo? Las instituciones políticas, sociales y religiosas ya dirigen, no sin grandes divisiones, las diferentes tendencias en base a sus intereses, para afiliar de pensamiento y obra a quienes les escuchan y ven en las redes sociales y en los medios de comunicación. La cuestión es: ¿qué tendríamos que plantearnos cada uno?; porque si el mundo es como es y no nos gusta lo que vemos, ¿qué puedo hacer para transformar la oscuridad en algo de luz, la injusticia en justicia, la violencia en signos de paz, la desigualdad en igualdad? Si tenemos conciencia humana solidaria, al menos, hemos de procurar que no nos cambien ni quiten esa conciencia.

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Categories: Actuar

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José Olivero Palomeque

Creo que la palabra es el medio de comunicación que puede unir a las personas, tanto para lo bueno como para lo malo, ¡pero es la palabra, el lenguaje, lo que nos identifica como seres humanos! El hecho de transmitir vivencias que después se conviertan en experiencias a través de la palabra escrita, nos puede ayudar a humanizar más nuestro mundo relacional, a transformar nuestro entorno a través de la sensibilidad para entender la realidad humana y dar lo mejor de sí mismo. Esa idea persigo y comunico con los libros, artículos, ensayos, reflexiones...que escribo y me publican, aunque la utopía esté ahí presente; pero...¡sin utopía la vida se estanca! Porque lo que sigue es el compromiso solidario con esa realidad humana que queremos cambiar.

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