Monográfico El poder del mito: mitos y creación artística
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Imagen | Marta Benito
Los mitos son, y han sido desde tiempo inmemorial, fuente de inspiración literaria, musical, pictórica y, en general, artística. Son los mitos tan variados como las culturas y, en nuestro ámbito, dejando al margen los mitos cristianos, la mitología griega y romana sigue inspirando poemas, narraciones y obras teatrales. Veamos algunos ejemplos significativos: Ulises de Joyce basa su simbolismo épico en la Odisea de Homero, si bien el nombre Ulises es tomado de la versión latina de esta epopeya; El mito de Sísifo es el título de una obra del Albert Camus que plantea una concepción absurda de la vida humana que, al igual que Sísifo subía una piedra monte arriba y, al llegar a la cumbre, soltaba la piedra por la pendiente abajo, para volver a subirla, así el ser humano realiza esfuerzos inútiles y reiterativos durante su vida, por lo que sólo cabe la rebeldía ante el mundo; Lope de Vega basa numerosas obras teatrales en los mitos clásicos: Adonis y Venus, Las Mujeres sin Hombres, El Perseo, El Laberinto de Creta, El Vellocino de Oro, El Marido más Firme, La Bella Aurora, El Amor Enamorado… Góngora es un maestro en la recreación de ciertos mitos y en usar elementos mitológicos como recursos literarios.
Mitología como recurso literario
Veamos, con el propio Góngora, el ejemplo de mitología como recurso literario en el inicio de la Soledad primera:
Era del año la estación florida
en que el mentido robador de Europa
-media luna las armas de su frente,
y el Sol todos los rayos de su pelo-,
luciente honor del cielo,
en campos de zafiro pace estrellas,
cuando el que ministrar podía la copa
a Júpiter mejor que el garzón de Ida,
-náufrago y desdeñado, sobre ausente-,
lagrimosas de amor dulces querellas
da al mar; que, condolido,
fue a las ondas, fue al viento
el mísero gemido,
segundo de Arión dulce instrumento.
“El mentido robador de Europa” constituye una metáfora que recrea o alude al rapto de Europa, hija del rey Agenor, por Zeus (Júpiter), disfrazado de toro blanco (“media luna las armas de su frente”).
“El que ministrar podía la copa / a Júpiter mejor que el garzón de Ida”. El poeta rememora a Ganimedes, príncipe y héroe troyano que, por su hermosura, fue raptado por Zeus que lo convierte en su amante y copero.
“… segundo de Arión dulce instrumento” constituye una nueva alusión mitológica a Arión de Lesbos, el cantor que salvó su vida gracias a los delfines, atraídos por sus cantos agudos cuando, prisionero de la tripulación de su barco, consigue aplazar su ejecución prometiendo cantar para amenizar el viaje.
No es solamente la mitología griega y romana la utilizada como recurso expresivo. Cualquier mitología es válida: las lecturas literarias nos dan cumplidos ejemplos. Sírvanos el poema “Metamorfosis” de Dionisio Gamallo Fierros, basado en el mito de la reencarnación, donde nos habla de deseos de transformarse en “grillo cantador” y, en su recorrido por la naturaleza diminuta, en contacto con los animales pequeños -hormigas, sapos, caracoles…- y las hierbas menudas no tiene menos que evocar a Buda y la rana: · “…Y aprender el idioma de las hierbas menudas / y el cóncavo secreto que arrastra el caracol / y el parentesco antiguo de Buda y de la rana / y cómo en una gota se halla un resplandor”. Naturalmente, al encontrar una alusión semejante, si nos falta la correspondiente información, hemos de buscarla para percatarnos del motivo. No es extraño encontrar datos que, acaso, no tengan nada que ver con las alusiones del poeta. Por ejemplo, al buscar datos sobre Buda y la rana, encontramos la siguiente fábula que bien podría pasar por una de las enseñanzas de Buda: aquellas ranas que van por el bosque, cuando dos de ellas caen en un profundo hoyo. Intentan salir. Las compañeras, desde fuera, les gritan que es imposible ayudarlas y mejor será que se dispongan a aceptar la fatalidad de la muerte. Una se resigna, pero la otra sigue en su empeño de saltar hacia la superficie. Después de muchos intentos, lo consigue, pese a los gritos de que debe resignarse a morir como su compañera de infortunio. Le dijeron que celebraban que se hubiese salvado, en contra de los decían en sus gritos. La rana salvada les dice que es sorda e interpretaba los gestos al gritar como de ánimo para que siguiera saltando. Este episodio nos puede servir también como ejemplo de que la mitología puede servir de motivación para adquirir conocimientos de otras culturas, de otras formas de ver el mundo, de que existen maneras diferentes de interpretar o explicar la realidad.
La mitología como inspiración
Voy a permitirme exponer como paradigma una experiencia personal. Le daba vueltas a tema de la duda, de que la vida nos presenta dilemas y es necesario optar por una u otra solución. Se me ocurrió valerme de los mitos: Circe se nos presenta en la mitología griega como una hechicera que, con pociones mágicas, convertía en animales -leones, lobos…- a quienes la ofendían o, simplemente, no le agradaban. De tal modo que cuando Ulises, de regreso a Ítaca, arriba a la isla de Eea y envía a sus hombres a explorarla, éstos se topan con la casa de Circe y ésta los invita a comer. Los convierte en cerdos, menos a Euríloco, que, por su astucia, prevé el peligro y se salva. Avisa a Ulises que, al marchar para rescatar a su tripulación, Hermes, el mensajero de los dioses, le proporciona unas hierbas para que no le hagan efecto los brebajes de Circe. Así es en efecto: Ulises consigue que Circe devuelva la forma humana a sus hombres, pero no puede evitar que se enamore de él. Se cuenta que Circe lo retuvo con ella varios años y tuvieron tres hijos. Cuando llega el momento de partir, Circe aconseja a Ulises lo que debe hacer si quiere escuchar el canto de las sirenas al navegar por las cercanías de sus islas. Circe aconseja a Ulises: nos interesa retener el dato. Por tal consejo, el héroe tapona con cera los oídos de los marineros y hace que lo amarren al mástil. Los hombres no podrán escuchar y él, aunque escuche, no podrá acudir a la seducción del canto de las sirenas.
Las sirenas, ya con la parte inferior como ave o como pez, eran criaturas de voz irresistible que seducía a los marinos.
Tomé a Circe como la voz de la cordura y a las sirenas como la voz que invita a la libertad y el amor. Ulises escucha a una y las otras. Sólo tenía que ser consecuente con la decisión. Compuse un largo poema en el que se alternan tres voces: la voz de Circe o la cordura, la voz de las sirenas que invitan a una vida diferente y la voz de Ulises en la duda.
Veamos alguno de los textos:
CIRCE, DIVINA ENTRE LOS DIOSES, ACONSEJA
Cuando llegues, Ulises, a las islas
de las bellas Sirenas,
cuando escuches la voz
que infunde vamos sueños
a los hombres propensos a locura,
no desvíes el rumbo que fijara
con cálculos precisos el experto.
Palabras son las suyas que al oído
prestan feliz canción embaucadora,
que ciega voluntades
y que siembra deseos de acercarse
a degustar el vino
que brindan engañosas
a cualquier navegante.
Ofrecen libertad,
amor, sabiduría,
y tan dulces halagos
que hacen olvidar
la nave del regreso.
Perecen en sus brazos los incautos
marinos que desvían
la ruta. Ni ven más
a sus hijos, ni a su paciente esposa.
Y, por supuesto, Ulises,
jamás podrán cumplir
sus sagrados deberes
de honrados ciudadanos.
Con su canto, hechizan las sirenas,
y, tras satisfacer
sus pérfidos deseos,
convierten al amante
en huesos putrefactos.
Ulises, te aconsejo:
cuando surque tu nave
por aguas de las Islas,
no desvíes el rumbo que fijara
con cálculos precisos el experto.
Tapónale con cera derretida
los oídos a quienes te acompañan,
y que amarren tus brazos
con cadenas al mástil,
si acaso tú, tentado de olisqueo,
quisieres escuchar
el deleitoso canto
tentador y fatal.
Debes tener presentes
estos sabios consejos
que dicta la cordura.
O te esperan peligros de zozobra
en el ignoto mar
de los rumbos perdidos.
CONFIDENTES SIRENAS
Te disfrazan de muerte
la voz de las sirenas
y te pintan peligros con ayuda
de cómplices antiguos.
Te presentan historias de fracasos
o de locos que un día
escucharon canciones tentadoras
y perdieron su rumbo.
Hay fracasos, Ulises,
en cualquier singladura.
A veces, por descuido
del propio navegante.
A veces, por la ruta
que los dioses fijaron.
Mas toda culpa siempre
achacan a sirenas
que ofrecen copas ciertas
de beso y libertad.
Alguna vez, Ulises, convendría
destapar los oídos obstrusos
por la cera del convencionalismo,
la lógica
y el rumbo prefijado.
Los dioses te aconsejan,
te instan,
te predican
o te imponen dictado.
Y tú, sumiso, atentamente siempre,
obedeces sin sombra.
La voz de las sirenas
remueve tus entrañas
y quisieras correr
a libertad y brazos extendidos.
Mas cadenas te amarran
al rumbo de la nave
que remeros impulsan
sin escuchar siquiera
la redentora voz.
Y, alguna vez, Ulises, convendría
olvidarse de Ítaca,
y de la trama gris
tejida sutilmente
por el inmovilismo
de todas las penélopes que esperan
tu regreso.
OÍDA INVITACIÓN
Es dulce vuestro canto
invitando al amor
capaz de desviar
la nave de su rumbo.
Mas es rumbo trazado por experto
que conoce peligros
de tormenta, zozobra,
arenas y arrecifes.
Penélope es paciente
y aguarda mi llegada
entregando su tiempo
a labor y suspiro.
Telémaco confía
en abrazar al fin
a su admirado padre.
Debéis guardar silencio,
oh sirenas amantes.
Tened piedad de mí.
Porque yo ardientemente
correría al calor
de vuestra invitación
y quemaría mi nave en vuestro fuego.
Aunque Circe dijese
de sus vanos consejos,
Ítaca celebrara
solemnes funerales
por mi presunta muerte
y todos mis amigos
llorasen con espanto
mi pérdida insensata.
Correría al amor
que brindáis generosas,
apuraría la copa
de toda libertad,
y bebería el vino
de la pasión abierta.
Mas… es rumbo trazado por experto
y Circe me aconseja
no soltar mis cadenas.
Callad, hijas de Troas,
porque yo ardientemente
correría al calor
de vuestra invitación
a quemar esta nave en vuestro fuego.
Siguen los argumentos de Circe, exhortando al navegante (“…Engañosas sirenas, / con voces agradables / te pueblan los oídos / de pájaros inciertos. […] No te insten tus ansias / a desatar tus brazos”). Siguen los ofrecimientos de las sirenas (“Ulises, insensato, / los dioses sólo saben / trazar cauces estrechos / al río de vuestra vida. // Te invitamos, de nuevo, / a coger agua y luna / por la senda de ensueños”). Y, finalmente, Ulises, prendido en la duda, exclama:
DESANGRANTE MOMENTO
Callad todas, callad,
que sólo me conmueve
el potro de la duda
con su angustioso trote.
Callad todas, callad,
que la sangre se extiende
por cubierta al quedarse mis venas
cercenadas en tajo
por el roce forzado contra el cable.
Quizás acabe pronto,
sin que acudan a mí
mis sordos compañeros,
sin saber qué verdad
ofrecen las Sirenas,
o qué verdad promete
la cordura de Circe.
Quizás acaben pronto mis dolores
y mayor libertad
y amorosa pasión
sea la muerte que trae
este ir poco a poco
desangrándome en briega.
El mito que sirve de motivo ha quedado, pues, reducido a hilo conductor de la reflexión poemática. Mas, ahí radica su poder: la creación poética tiene un sustrato que queda superado tanto por el lenguaje empleado como por el planteamiento de una problemática habitual en la vida humana: la duda ante dos opciones posibles, tan frecuente, por otra parte. El mito se transforma, pero queda patente su valor universal, cultural, artístico.
Creo que el empleo de la mitología como inspiración y como sustento de expresiones épico-líricas, o artísticas en general, es válido, como así lo demuestran tantos usos pictóricos o literarios. Los sentimientos motivadores de la creación quedan recogidos y expresados sin el “impudor” romántico que supone hablar directamente en primera persona.
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