Imagen | Laura Árbol
Los tomates saben a pasado, sólo aquellos que consiguieron mantenerse fieles a sus orígenes tienen presencia en la boca del señorito.
Saben a fruta salada, a tormenta de verano con olor a huerta.
Saben a imperfección, únicamente los más retorcidos conservan toda su esencia.
Tienen familia redondita, exquisita en su forma e iluminada por focos humanoides, pero con un gusto perdido entre cajas de cartón amarillo.
Ya no saben quiénes son.
Saber a qué sabes es muy importante, determina tu forma de caminar.
Si miras al tomate, si lo miras de verdad, podrás apreciar toda su herencia, la historia de sus antepasados y de las semillas que alimentaron civilizaciones ancestrales.
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